LO QUE TENGAS QUE
HACER, HAZLO PRONTO
Dios no nos deja la mano, aunque no lo podamos ver, aunque
nuestros pasos parezcan un fracaso, las palabras del profeta: «Por poco me he fatigado, en vano e
inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y
mi Dios de mi trabajo?»
A veces parece que Dios nos deja la mano, o incluso que la
maldad triunfa o es más poderosa, o como la injusticia triunfa sobre la
justicia, o como la mentira gana el pulso a la verdad, el triunfo aparente de
los malhechores.
Pero no se nos dejará de la mano, aunque el camino se arduo y
complicado, el Señor afirma al hombre de Dios: “Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta
los confines de la tierra.”
Entre la maldad del hombre y la incredulidad, triunfa Yahveh,
aunque el enemigo esté a nuestro lado, como escuchamos en este tiempo de pasión,
como merodea ante el Señor, la negación, la traición, la cobardía. Cuando dijo
estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»
La tristeza de la pena y la traición invade el corazón de
Jesús, y nuestra pregunta de porque esto no se puede detener, sus discípulos quieren
acercarse a Jesús y consolarlo, como si todo lo que anuncia no tuviera que
pasar, Pedro le dice «Señor, ¿a dónde
vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás
más tarde.»
Pedro quiere mostrar su apoyo a Jesús, pero este le frena,
para que comprenda la voluntad de Dios y cuál es la condición humana, de
debilidad y de temor. Es más le dice que antes de que cante el gallo él le
negara tres veces. Jesús conoce el corazón del hombre pero aun así se abraza a
la voluntad del Padre, se abraza al misterio de la cruz.
Javier Abad Chismol
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