martes, 26 de junio de 2018

Domingo XIII del Tiempo Ordinario Ciclo B


DIOS CREA AL HOMBRE POR AMOR




Dios no hizo la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos, pero entonces, ¿Por qué existe el mal, el pecado? ¿Quiere Dios el pecado? Pues bien, Dios creo todo por amor, y como dice el libro de la Sabiduría, hay armonía en todo lo creado, la creación no está defectuosa, por lo tanto no hay veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra.

Por ello afirmamos que la justicia es inmortal, porque somos criatura de Dios, a su imagen y semejanza, y por lo tanto llamados a trascender nuestro cuerpo mortal, es una llamada plena a la vida eterna. Entonces ¿Por qué el mal? El mal se produjo por la envidia del diablo y por allí entró la muerte en el mundo.

¿Cómo vencemos al mal? En primer lugar poniendo a Dios en el lugar que le corresponde, venciendo la tentación de ser como dios o de sobrepasarle, que es la gran debilidad del ser humano, creerse fuerte y capaz de superar al creador y jugar a ser su dios. Para ello la caridad debe habitar en plenitud en nuestro corazón, porque si así lo hacemos, venceremos la soberbia, y seremos humildes reconociendo nuestra debilidad, y sintiéndonos amados por Dios en nuestra pobreza, poder ser así caritativos con los demás.

Jesucristo siendo rico se hizo pobre, siendo Dios se hizo uno como nosotros, pudiendo esquivar el sufrimiento, la persecución, la injusticia, el sufrimiento y la muerte, no lo hizo, y se entregó por puro amor a todos nosotros, buscando la igualdad y el servicio.

Jesús obra milagros si le dejamos que actúe, como el jefe de la Sinagoga, Jairo, que fue a buscar a Jesús convencido que podía curar a su niña que estaba muy enferma, que si le impusiera las manos, esta quedaría curada, quedaría sana, demostrando así su fe.

Todos decían que ya no había nada que hacer, que estaba muerta, pero Jesús dijo que estaba dormida, le toco la mano se dirigió a ella diciendo: «Contigo hablo, niña, levántate». Todos quedaron asombrados por el poder de Jesús.

Hoy también se acerca a nosotros y nos toca la mano, basta que tengamos fe de creer en el poder de Dios, que viene a curarnos y a sanarnos, que ha venido no a condenarnos, ha venido a salvarnos.

Javier Abad Chismol

miércoles, 20 de junio de 2018

Natividad de San Juan Bautista (Solemnidad)


24 de junio de 2018

HÁGASE TU VOLUNTAD


Juan el Bautista es el último gran profeta, el gran anunciador por excelencia, es aquel que reconoció al Salvador estando en el vientre de su madre Isabel cuando le visitó María, la Madre del Señor. Juan es el ejemplo de humildad y de sencillez, de obediencia, aceptando la voluntad de Dios sin dejarse llevar por la aclamación y los aires de grandeza.

Es “El precursor”, bautizaba con agua para quedar limpios de pecado, como gesto de arrepentimiento y de ver y no dudar del poder de Dios, y como todos tenemos que caminar hacia un camino de conversión, que comienza con la intención de hacerlo, después el reconocimiento, el gesto externo real del pecado y finalmente  el propósito firme de cambio y de caminar hacia Dios.

Juan era hijo de Zacarías y de Isabel, la venida al mundo suya no fue iniciativa de los hombres, no fue iniciativa humana, fue concebido en una familia de edad avanzada predestinada a quedarse sin hijos, es por lo tanto Juan un gran profeta querido por el Señor para cumplir una misión, la de preparar el camino al Señor. No olvidemos que sus padres eran ancianos, de hecho su padre Zacarías, desconfió de Dios y se quedó mudo hasta el nacimiento de Juan.

La liturgia celebra los dos nacimientos, el de Jesús en el solsticio de invierno y en el de verano el de Juan, englobando así el simbolismo de todo el tiempo en plenitud.

El Señor es el que toma la iniciativa en el camino, también la misión de Juan, es voluntad del Señor, de comenzar el camino que conducirá a la salvación, Juan bautizó con agua pero el señor lo hará con Espíritu Santo. Jesús fue bautizado por Juan como signo de que carga con nuestros pecados, con nuestras infidelidades y con nuestras idolatrías; “Es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Por eso es tiempo de purificación, de pobreza y de arrepentimiento.

En David y en Juan vemos el anuncio de la Venida del Mesías, y nosotros tenemos que acoger con gozo al mensajero de Dios, al que es la boca de Dios, que nos anuncia la verdad y la liberación.

Se cumple el tiempo del Señor en la historia y nos lleva de la mano a la salvación plena, que comienza por la conversión y el perdón de los pecados.

Juan caminaba y vivía por el desierto, es el desierto de nuestra soledad, de la austeridad, de la pobreza, ese desierto que contrasta con la riqueza del agua, que da vida y limpia de nuestras inmundicias e idolatrías, dejar que Dios entre en plenitud en nuestras vidas, dejando que obre grandes cosas en nosotros.

Javier Abad Chismol


martes, 12 de junio de 2018

Domingo XI del tiempo ordinario Ciclo B


VENGA A NOSOTROS TU REINO



El profeta Ezequiel habla del amor a su pueblo, como es el pueblo elegido de Dios, se manifiesta como Dios, Israel como Pueblo de Dios. Hace florecer el árbol seco, como tierra reseca que recibe el agua, el agua pura que purifica de nuestras inmundicias e idolatrías, es el decir Si a Dios, o el huir de Dios, es estar reseco o florecer teniendo vida.

No tenemos que ser esclavos de las cosas del mundo, ni de nuestro cuerpo, porque nuestra existencia terrena muchas veces nos aleja de Dios, y queda relegado lo espiritual, debemos esforzarnos por agradar a Dios para estar liberados del pecado, no podemos olvidar que tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o sea el mal.

Es la venida del Reino de Dios, que se manifiesta de una manera pequeña y discreta, es como la semilla que se echa en la tierra, y va creciendo y germinando sin saber cómo, de una manera sencilla, salen los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Tenemos que vivir la vida, y aunque parezca que decir si a Dios es renunciar, o morir, realmente es la vida, morir para vivir, es como ese grano de mostaza que aunque es pequeño e insignificante cuando crece se hace uno de los árboles más grande.

Tenemos que vencer la tentación de creernos autosuficientes, de que podemos vivir al margen de Dios o sin Dios, porque si así lo hacemos somos como la tierra reseca y agrietada en donde no puede crecer nada.

Tenemos que esforzarnos en complacer a Dios y descubrir su voluntad en nuestras vidas, es poder encontrar nuestro lugar en el mundo, y por eso daremos fruto cuando seamos capaces de ver a Dios, de apegarnos a lo bueno y de alejarnos de lo malo, y eso lo descubrimos por la gracia de Dios que habita en nuestros corazones.

Por ello invocamos que venga a nosotros su Reino, y que el grano de mostaza germine en nosotros para que podamos transmitir a los demás la grandeza de Dios.

Javier Abad Chismol

miércoles, 6 de junio de 2018

Domingo X del tiempo ordinario Ciclo B


EL PODER DE LA FUERZA DE DIOS EN LA LUCHA CONTRA EL MAL


El ser humano vive siempre en una contradicción, es algo así como una lucha de voluntades y de actitudes, entre lo que debe hacer y lo que hace, y tenemos que reconocer que muchas veces no somos coherentes con lo que promulgamos.

Vivimos en una tensión para controlar nuestra voluntad, incluso porque los peores enemigos nuestros somos nosotros mismos, porque muchas veces no somos capaces de decidir lo que nos conviene, o porque nos dejamos llevar por lo más cómodo o fácil.

Es lo que escuchamos en el libro del Génesis, la tensión y la consecuencia del pecado, en este caso la desobediencia a Dios y sus consecuencias, su vergüenza, por eso Dios busca a Adán y a Eva, y se escondían porque estaban desnudos y porque sabían que habían pecado, habían desobedecido a Dios, habían hecho caso al maligno que les proponía ser como Dios y dueños del bien y del mal, de su conciencia, y que podían decidir y vivir sin Dios.

Es la misma tentación que tiene todo ser humano, un querer ser independiente, un sentirse libre al margen de nadie, pensando que de esta manera será feliz. Tenemos siempre que sopesar las consecuencias de nuestros actos, y solo a la luz de la verdad quedaremos libres del engaño.

De lo que vivimos, de lo que creemos, es de lo que realmente podemos hablar, la experiencia de fe nos lleva a la gracia, y la gracia a la acción y al testimonio, no se puede dar lo que no se tiene, no se puede hablar de lo que no se ha vivido como experiencia personal de  encuentro con Dios.

Aunque nos cueste entender todo lo que ocurre alrededor, todo es para nuestro bien, por eso nuestra vida tenemos que vivirla como una gracia y como una misión encomendada en nuestra vida. Aunque se destruya nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, es una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos, esa es nuestra esperanza.

El Espíritu Santo habita en nosotros, somos su templo, es gracia y es regalo que debemos valorar de verdad y de corazón. Cristo vino al mundo para redimirnos de nuestros pecados, pero también para que no infravaloramos en poder del mal, del pecado, por eso necesitamos de la gracia y de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, y que hará que veamos a Dios en la tarea que el Señor nos encomiende.

Javier Abad Chismol