martes, 31 de marzo de 2020

Martes de la V Semana de Cuaresma


EL PORQUÉ DE DIOS, LA FE QUE NOS CURA


Muchas veces nos pasamos la vida preguntándonos él porque de las cosas, especialmente en las desgracias o en aquello que nos sobrepasa, bien porque no encontramos respuestas o porque no sentimos de alguna manera víctimas de la vida y de las circunstancias.

El enfado de parte del Pueblo de Israel con Dios y contra Moisés porque después de sacarles de Egipto se encontraban ante las dificultades del desierto; cansados, sin alimentos, sin agua y sin rumbo claro que seguir.

Ante esta queja del Pueblo y enfrentamiento contra Dios surgieron serpientes abrasadoras que ponían en peligro a la gente, entonces el Pueblo le dijo a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,»

El Señor escuchó la plegaria de intercesión de Moisés y  dijo Yahveh a Moisés: «Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.»

Todo aquel que era mordido por las serpientes y miraba el mástil quedaba curado del veneno de la serpiente. Es la creencia en el poder de Dios que intercede por nosotros y nos salva, es el antídoto para el veneno de la serpiente que es el pecado y la negación de Dios.

En el Evangelio escuchamos las palabras de Jesús: «Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir.»

Llamada al encuentro, a la conversión y a la aceptación de la cruz, les dice: “Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.”

Jesús nos recuerda el pasaje de Moisés de las serpientes para que seamos verdaderamente creyentes: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.»

Aceptación de la voluntad de Dios, aceptación de la cruz, preparación para la Pasión, el Señor a pesar de las dificultades, de la incertidumbre, de los problemas siempre está presente y lo que tenemos que hacer es tener la capacidad de mirar con fe y quedar sanado de nuestro pecado.

Javier Abad Chismol

lunes, 30 de marzo de 2020

Lunes de la V Semana de Cuaresma, 30 de marzo de 2020


LA JUSTICIA DE DIOS ESTA POR ENCIMA DE LA DE LOS HOMBRES


Escuchando al profeta Daniel nos damos cuenta de cómo muchas veces en el mundo se dan muchas injusticias, de cómo la verdad es oprimida por el peso y el interés de la mentira, vendida muchas veces al poder del mundo.

No es nada nuevo hablar del castigo al justo por que incomoda o porque no hace lo que uno quiere, entonces se le acusa a este, es el caso de los profetas, que sus palabras denuncian el mal hacer del poder y de la sociedad, es entonces cuando se le entrampa para acabar con la voz de la verdad, de la denuncia falsa y calumniadora.

Daniel nos habla de Susana la joven que es chantajeada por dos ancianos para que haga lo que ellos quieren y si no lo hace será acusada en falsedad para destruirla, pero Susana prefiere no ceder al chantaje y confiar plenamente en Dios, dándonos un gran ejemplo de confianza plena no dejándose llevar por su interés y siendo así víctima del mal. Ella confió y quedó inocente y los dos calumniador presos de su mentira y de su maldad.

Después en la misma línea de acusación el Evangelio nos pone ante un dilema, nos presenta a una mujer sorprendida en adulterio y se la quiere juzgar según la ley de Moisés, es decir, apedrearla públicamente, Jesús se quedó en silencio y se puso a escribir en tierra, mientras tanto todos se veían con mucha fuerza moral para castigar a esta mujer, y Jesús pronunció una de la frases más contundentes que nos llevan profundamente a la reflexión sobre nuestra forma de ver y juzgar a los demás; «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»

Y todos poco a poco se fueron retirando, y la mujer pudo marchar, una reflexión a cuantas veces nos dejamos llevar por prejuicios y por lo que dicen lo demás, pudiendo en ocasiones culpar a un inocente, creyéndonos nosotros mejores que los demás. Que la misericordia de Dios y el perdón habiten en nuestros corazones.

Javier Abad Chismol

sábado, 28 de marzo de 2020

V Domingo de Cuaresma A


Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis


La voz del profeta clama un canto de esperanza, en nombre de Dios anuncia al Pueblo que les sacará de sus tumbas, de sus tinieblas, de su muerte en vida, y los llevará a un nuevo Israel, es la promesa firme del Señor de sacarnos del vacío de la incertidumbre para llevarnos al sentido que tiene la existencia humana, sin Dios no podemos ni somos nada.

Los que viven en la carne no pueden agradar a Dios, porque han puesto sus anhelos y esperanzas en las cosas de este mundo y eso solo lleva a la destrucción, porque no se puede poner el corazón en las cosas perecederas, porque es querer alcanzar algo que siempre se te escapa de las manos, nadie puede añadir ni un minuto a su vida.



Pero si Cristo está con nosotros, el Espíritu habita en nosotros y nos lleva por lo tanto a la resurrección y a la vida eterna, es el mismo Señor que venció la muerte y salió de su tumba marcándonos cuál es el camino por el que la humanidad entera debe caminar para alcanzar plenitud, sin Dios caminamos sin remedio hacia la muerte, hacia al caos, hacia la tumba.

Nuestra esperanza se debe basar en la confianza plena puesta en el Señor, como Marta y María, que llamaron al Señor cuando Lázaro, su hermano, que era amigo de Jesús enfermo, y acudieron a Él, y este les contestó; «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»

Jesús nos invita a caminar como hijos de la luz y no de las tinieblas, el que camina en la oscuridad se tropieza y cae porque no ve.

Lázaro murió y Marta y María con lágrimas en los ojos acudieron a Jesús, tu solo tienes palabras de vida eterna, Jesús les dijo tu hermano resucitará, ¿creéis esto? Ellas con lágrimas en ojos les dijeron que si, pero eso no les privaba la pena de la perdida, porque resucitara en la resurrección del último día. Jesús afirmó, “Yo soy la resurrección y la vida el que crea en mi aunque muera vivirá para siempre”.

Dicho esto acudió a la tumba de Lázaro, le llamó por su nombre y este salió de la tumba, y muchos creyeron por este milagro. Jesús viene a sacarnos de la muerte para llevarnos a la vida, a la verdadera vida que no se marchita y que trasciende.

Javier Abad Chismol

viernes, 27 de marzo de 2020

Viernes del IV Semana de Cuaresma, 27 de marzo de 2020


VERDAD Y SABIDURÍA FRENTE A LA MENTIRA DEL MUNDO



Resignación o aceptación de la condición humana, unos pueden hablar de pesimismo otros de realismo, y otros quieren convertir la condición humana en algo que no es, el hombre en su sensatez no se puede engañar, hoy el libro de la Sabiduría nos da un baño de verdad aunque nos duele: “Corta es y triste nuestra vida; no hay remedio en la muerte del hombre ni se sabe de nadie que haya vuelto del Hades”.

Y nos habla de que tendamos lazos con el justo, porque la verdad, la sabiduría se enfrenta con el estilo de vida que propone la sociedad, un mundo sin Dios, que educa, que propone la Ley al margen de la Ley natural del hombre, se opone a Dios como si este no fuera más que un montaje ideológico a abatir. Y así se crea un enfrentamiento del hombre de Dios con el mundo, un hombre de Dios que muchas veces se ve tentado a pactar con el mundo incluso renunciando a sus principios, esa es la gran tentación, aliarse con la sabiduría y poderes de los hombres relativizando a Dios.

Y así aparece el pulso en el mundo entre Dios y las tinieblas y como estas quieren destruir a Dios y que se proclame de esta manera otra verdad.

Ya en el Evangelio en este tiempo cuaresmal a las puertas de la Pasión del Señor ya vemos los poderes del mundo, tanto sociales, como políticos y religiosos, buscan como entrampar al Señor para eliminarlo, primero destruyendo su credibilidad y después incluso su propia vida, son las armas del mundo, la mentira, la calumnia y la violencia.

El poder del momento ya acechaba a Jesús como la fiera a la presa buscando el momento oportuno para capturarlo, y por eso cuando el Señor hablaba empezaban a mirarlo como aquel que va a ser destruido, todo se llenaba de rumores, y Jesús añadió: “Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado”.

Querían apresarlo pero no había llegado la hora, son los tiempos de Dios, las circunstancias que nos desbordan, hoy se nos cruza la verdad y la mentira, el bien y el mal, la eterna tensión que desborda a la humanidad en la que invocamos con fe que se nos de la gracia de aceptar aun sin comprender.

Javier Abad Chismol



jueves, 26 de marzo de 2020

Reflexión del jueves IV de Cuaresma, 26 de marzo de 2020


RECONOZCAMOS LA VERDAD Y ABRACEMONOS A ELLA


El Pueblo de Dios, la humanidad tiene tendencia a apartarse del camino, de ahí las contiendas, los conflictos y todo lo que aleja de la línea del bien. En nuestro mundo habita la mentira, el disfraz de la maldad por bondad, se nos quiere convencer de que hay muchas cosas que siendo malas son buenas, es decir, nos desviamos del orden natural de las cosas creadas por Dios.

El Éxodo nos habla hoy de esto, de la petición de Yahveh a Moisés y dijo: « ¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado el camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: "Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto."»

Dios le dice que es un pueblo de dura cerviz, es decir, quiere vivir al margen de Dios, quiere vivir por sí mismo, siendo el que decide que es lo bueno y malo, que está bien y que está mal, hasta que llega una calamidad, una guerra, una enfermedad, la hambruna. Es entonces cuando el hombre cae en la cuenta de que se ha alejado de Dios que es lo mismo que alejarse de la verdad, alejarse de Dios nos lleva a vivir en un mundo superficial que nos lleva al caos y al desorden, y por eso hay que volver a clamar a Dios, a la verdad. Yahveh es misericordioso y nunca abandona a su pueblo por grave que sea su pecado o su infidelidad.

Cuesta reconocer la voz de Dios, en el Evangelio escuchamos a Jesús hablar de la incredulidad a la Escritura y a sus palabras, es decir, cuando lo que se trasmite no va acorde con el estilo de vida o con lo que se hace, entonces se sesga la información, y se es selectivo, de ahí viene la hipocresía de aquel que dice ser religioso, que acaba siendo hipócrita porque en apariencia es creyente pero no en acto, porque sesga el Evangelio en aquello que le incomoda o no le interesa.

Jesús afirmo: “Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido”. Jesús recuerda la historia de la salvación, habla del testimonio de los profetas, también de las Escrituras y como el Pueblo de Dios se ha resistido en muchas ocasiones a la voluntad de Dios. Hoy reflexionemos para confiar, creer y sobretodo dejarnos hacer por Dios, no sesguemos, no manipulemos y abracémonos a la verdad, esa será nuestra fortaleza.

Javier Abad Chismol


Anunciación del Señor, el Sí de María


NO TEMAS MARÍA, EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

25 de marzo de 2020


Nuestra existencia la determina el Señor y es Él quien marca los tiempos de la humanidad y de la Historia de la Salvación y todo esto nos ocurre sin que sepamos muy bien cómo, así escuchamos en el profeta Isaías como el Señor ofrece una señal al hombre para que crea él, ¿debe el hombre pedir señales a Dios? No creo que esto sea malo siempre que no sea para afirmar y confirmar mi fe, esa señal es sobre todo para que nos marque el camino a seguir y esto sí que es positivo, porque sabemos que Dios Padre no nos deja de la mano, hay un proyecto de Dios para nosotros y se implica en nuestra vida, en nuestra historia, el Señor siempre se ha anunciado a la humanidad y revelado su proyecto salvífico.

Así nos anuncia el profeta: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.” Que significa Dios con nosotros, y la incredulidad del hombre y su maldad no podrán frenar ese proyecto de salvación.

El Señor no quiere tantos holocaustos, sacrificios, lo que quiere es que se cumpla su voluntad y que Dios no sea apartado de la vida de los hombres, porque hacer esto sería llevar a la humanidad al abismo, porque caminaría de la mano del mal y haría que los poderosos se alzaran y destruyeran al débil.

Celebramos hoy la Anunciación, la intervención de lleno de Dios en la historia de la Salvación por medio del ángel anunciador, de Gabriel, y fue tal como decía el profeta Isaías a una virgen desposada con un hombre llamado José, su nombre era María.

Las palabras del ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.», «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»

María queda desbordada ante las palabras del ángel, se siente pequeña ante el Anuncio, María acepto en su pequeñez y en su sencillez, sin entender y comprender acepto la voluntad de Dios, ojala nosotros también podamos abrazarnos a la voluntad de Dios para nuestra vidas, aunque no entendamos, aunque nos llene de temor o sufrimiento, hoy pedimos la intercesión del a Virgen María para que nos ayude a todos nosotros, hoy que queremos hacer nuestras las palabras de María.

Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

Javier Abad Chismol

martes, 24 de marzo de 2020

NECESITAMOS DEL AGUA DE LA VIDA Reflexión del martes de la IV Semana de Cuaresma



El profeta Ezequiel atraviesa el agua, el torrente, más que nunca necesitamos del agua, pero el agua puede ser contaminada por el mal hacer del hombre, por ese motivo los pecados de unos hombre afectan a otros, al igual que si tiró algo al rio, al mar, y me da la sensación que ya me he desprendido de lo que no necesitaba, de la basura eso sigue su curso y va contaminando y acaba afectando a otros. De esta manera nuestros actos afectan a los demás, por eso el egoísmo, la codicia, la avaricia, llega a los demás y aumenta la injusticia social.

Por eso tenemos que ser purificados de nuestros pecados, purificar el agua que corre por los cauces, vivimos la conexión de unos con otros, y como el mal hacer, el pecado de otros acaba afectando a los demás, especialmente a los más débiles. La corriente de la fe, del agua pura, llega a todos los lugares de la tierra, y donde llega vuelve a crecer la vida, la esperanza, la confianza, necesitamos ahora más que nunca de esa agua, que nos purifica de nuestro pecado y nos haga ser hombres nuevos que invocan a Dios de todo corazón.

Jesús en el Evangelio nos habla del agua al igual que en el profeta Ezequiel, y nos habla de una piscina que tenía poderes curativos, esa piscina de llamada Betesda, que tenía cinco pórticos. En ellos había una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua, introducirse y así quedar curados. Había ahí un hombre que llevaba mucho tiempo enfermo y nunca conseguía llegar al agua porque nadie le ayudaba, Jesús le dijo ¿quieres curarte?, el hombre le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.»

Esa curación la hizo en sábado y fue criticado por los fariseos, pero Jesús desapareció de entre la gente. Hoy le pedimos al Señor que queremos ser curados, y cuando solos no podemos lo que tenemos que hacer es pedir ayuda para lograrlo, hoy le decimos al Señor que queremos quedar sanos y salvos, y queremos que nos ayude a introducirnos en el agua que nos purifica y nos salva.

Javier Abad Chismol

lunes, 23 de marzo de 2020

Reflexión del lunes de la IV Semana de Cuaresma 23 de Marzo de 2020


REGOCIJO Y CONFIANZA EN EL SEÑOR


El profeta Isaías nos habla de regocijo, de alegría, de un cielo y una tierra nueva, del antes y el después del encuentro con el Creador. El hombre, el pueblo que caminaba en la tiniebla vio la luz del Señor, muchas veces andamos a oscuras, y nos sentimos abatidos ante las circunstancias de la vida, ciertamente desbordados cuando perdemos el control de nuestra vida, cuando se tambalean nuestras seguridades, pero la fe en el Señor nos lleva a creer que después de la tempestad viene la calma, que todo lo podemos con Dios, y que nuestra tristeza, nuestro llanto se convertirá en alegría cuando llegue un mundo nuevo.

Nos dice Isaías: “No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito.”

Una invitación a la confianza y a la esperanza, que tanto nos falta en este tiempo de incertidumbre, nuestro auxilio, nuestro consuelo es el Señor porque es nuestra salvación es nuestra roca, el señor es nuestra fuerza. Palabras de fe, de confianza, de consuelo, hoy más que nunca Dios sigue estando presente en nuestras vidas, aunque nos cueste reconocerlo tengamos la confianza que no nos deja de la mano.

Jesús sabe que en ocasiones somos duros de cerviz, que incluso teniendo al Salvador delante no somos capaces de reconocerlo, por eso decía que nadie es Profeta en su tierra, porque nos llenamos de prejuicios hoy pedimos al Señor liberarnos de ellos y acudir al único que puede curar y sanar nuestras heridas.

Se le acerca un funcionario cuyo hijo está enfermo de muerte, el Señor le cura porque tiene fe, no por contentar a los incrédulos, lo que nos cura, lo que nos salva es la fe. Esa misma fe debemos tener nosotros y le pidamos que nos de esa gracia se seguir aun en la dificultad y la incertidumbre, el Señor nunca nos deja de la mano.

Javier Abad Chismol




sábado, 21 de marzo de 2020

IV Domingo de Cuaresma A


¡QUE PUEDA VER!

Queremos tener esperanza


El Señor no mira nuestra grandeza ante los hombres, mira lo sencillo y lo pequeño, nuestro interior y nuestra intención, escruta nuestros corazones, aquello que es defecto para el hombre es virtud para Dios, y aquello que es poder y riqueza ante los hombres es necedad y pequeñez para Dios, podíamos decir sin lugar a dudas que la sabiduría de Dios nos lleva a una felicidad distinta a la oferta que da el mundo, una felicidad que aunque no entendamos nos desborda pero da sentido a nuestra vida a pesar de la dificultad y la adversidad.

El Señor escoge a David como Rey, el más joven y débil, para que entendamos que nuestra fuerza no viene de nosotros ni de los hombres, nuestra grandeza y fuerza viene de Dios, y ahí radica nuestra fortaleza para vencer al pecado y la infidelidad del hombre.

Tenemos una invitación formal del Señor para salir de la oscuridad y de las tinieblas, para salir del pecado, para ser hijos de la luz, que es lo opuesto a la perdición de la ausencia de Dios, donde el mal puede llevarnos a la perdición, es decir, que la luz viene a salvarnos. Es una llamada a la bondad, a la justicia, y la verdad, no estaremos cerca de Dios sino sacamos esas virtudes de nuestro corazón, debemos ser abiertos al amor, y por lo tanto abierto a la conversión. Que despertemos del sueño de nuestra comodidad, de nuestro egoísmo, de nuestra torpeza y de nuestra ceguera espiritual.

El ciego de nacimiento quería ver, quería encontrarse con Dios, ¿queremos nosotros ver al Señor? ¿Nos conformamos con nuestra mediocridad? Debemos pedir al Señor verle en todo aquello que vivimos, que nuestra existencia sea para ser hijos de luz, y de esta manera des mascarar al mal, al demonio y al pecado.

Vivir sin Dios es estar perdido, estar sin Dios no es liberarse del cumplimiento de la Ley, sino es quedar esclavo del pecado y de la corrupción, cuando eliminamos a Dios ya estamos presos del pecado y de la corrupción, porque ya no distinguimos el bien del mal, por eso no nos cansemos nunca de pedir que podamos verle en todo momento y lugar.

Javier Abad Chismol

viernes, 20 de marzo de 2020

Reflexión del viernes 20 de marzo de 2020 Viernes de la III Semana de Cuaresma A


NO DIREMOS “DIOS NUESTRO” A LA OBRA DE

 NUESTRAS MANOS


El ser humano se siente poderoso, se siente casi un dios, porque quiere dominarlo todo, controlarlo todo, legislar a su antojo al margen de la Ley Natural de Dios, el hombre cree y siente que el mismo es la medida de todas las cosas, que puede superar a la divinidad e incluso a su condición de fragilidad.

Hoy nos enseña el profeta Oseas que no podemos tentar a Dios, que no podemos hacer dioses a los que veneramos, jugando con la vida de unos y otros, cayendo del abuso del poder hacia los demás, donde las leyes se llenan de ideología partidista, con el claro objetivo de relativizar la existencia del hombre para convertirse en su propio dios.

Oseas invoca a Dios para suplicar el perdón de nuestros pecados, el alejamiento de Dios, para que se sane nuestra infidelidad, la infidelidad del hombre y de la sociedad tiene consecuencias, estas son la propia destrucción del hombre, volver el rostro al Señor es lo que nos conduce a la salvación, lástima que el hombre hasta que no se encuentra en la desgracia no le invoca y entonces se llena de lamentaciones.

“Volverán a sentarse a mi sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su renombre será como el del vino del Líbano.” Todo volverá en la invocación al único que puede salvar, se romperán los ídolos falsos, la sabiduría divina de Dios nos ayudará a entender todo esto.

A Jesús le preguntaban cuál era el mandamiento fundamental, unos piensas que es parte de tradición o las obras de caridad, o todas la leyes, pero ¿Señor que podrá salvarnos de este mundo egoísta? Es el  amor a Dios sobre todas las cosas, dejar que sea el centro de nuestra vida, y no dejarlo de lado como si fuera un invitado de piedra, o un comodín que utilizare cuando me haga falta.

Dios es el centro y su amor puro nos llevará al amor al prójimo y a nosotros mismos, en eso consiste la Ley de Dios, incumplirla destruye, oremos y pidamos en estos momentos de incertidumbre por toda la humanidad, por el cese de la enfermedad y el sufrimiento, a nuestro mundo le falta Dios y romper los ídolos creados con sus manos.

Javier Abad Chismol


jueves, 19 de marzo de 2020

San José, Esposo de la Santísima Virgen María


SANTIDAD EN OBEDIENCIA Y SERVICIO

Jueves 19 de Marzo de 2020, III Semana de Cuaresma


Estamos metidos de llenos en la cuaresma y a las puertas de una Semana Santa que va a ser muy peculiar, llena de incertidumbre por las circunstancias actuales, recordamos hoy con devoción al santo artesano, al hombre de Dios fiel y obediente, hombre sencillo y discreto que acepta la voluntad de Dios, podíamos decir, que acepta ser el actor secundario, y sabe cuál es su lugar en la Historia de Salvación. Un papel fundamental en el misterio de la Encarnación, una misión vital en la venida del Salvador al mundo.

De San José podemos destacar su sencillez, el ser una persona trabajadora, por este motivo se le venera en muchos lugares como obrero, porque es la representación del trabajo, de un trabajo bien hecho, y como también podemos llegar a la santidad a través del trabajo, porque podemos agradar a Dios en las pequeñas cosas y con el esmero con que las hacemos, de tal manera que entendamos que a través del trabajo estamos glorificando a Dios.

Es el artesano que pone esmero en aquello que realiza, que ensalza los dones de Dios, todo aquello que no ha dado el Señor da a cada uno y que ponemos al servicio de los demás, ahí se manifiesta la honradez, el  trabajo y el esfuerzo, por eso miramos a José, como hombre trabajador atento a la voluntad de Dios.

A veces da la sensación que hacer lo que Dios nos pide es algo solo para religiosos/as consagradas, y eso no es así, la llamada es siempre para todos sin ningún tipo de excepción, y por lo tanto podemos agradar a Dios en cada cosa que hagamos, sea grande o pequeña, relevante o insignificante.

A san José se le pone en la misma línea que Abrahán y David, porque nos ayudan a comprender la importancia que tiene San José, que fue uno de los elegidos por Dios para que colaborase en la Historia de la Salvación, es por lo tanto, el tránsito, el paso entre la Antigua Alianza y la Nueva Alianza, no hay una ruptura, es una continuación, es el cumplimiento.

Es como el caso de Zacarias o de Ana, del anciano Simeón o de Juan el Bautista, y ya por encima de todos, la Virgen María, cada uno ocupa su lugar en la Historia Sagrada.
La Escritura nos presenta al Patriarca san José como un nuevo Abrahán, es el hombre justo y fiel que creyó contra toda esperanza.

José, hijo de Jacob, de Nazaret, no fue elegido para comprender o para predicar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios; su misión fue la de aceptar, custodiar y proteger esa iniciativa divina que lo desbordaba totalmente, y ahí radica su grandeza. Por este motivo vemos que todas las personas tienen un hueco, una misión en la historia de la salvación del hombre, sin ningún tipo de excepción.

José obedecía en silencio y aceptando la voluntad divina, que recuerda la promesa hecha al Rey David y que se cumple en Jesús, el Hijo de Dios nacido de la Virgen María, cuando el ángel le saluda como “Hijo de David”, el mismo con que se aclamó a Jesús en la espera de un Salvador.

San José es hoy un modelo para todos nosotros, es el mismo cumpliendo la voluntad de Dios, acepta el plan de Dios, y se convierte así en “Padre de los Creyentes”, porque acoge la gracia y la Palabra de Dios, porque no confía solo en el mismo, ni tampoco en la lógica, confía en la gracia y en la obra de Dios.

Protegió a María y a Jesús de tantos peligros tal como leemos en los “Evangelios de la Infancia”, persecuciones, exilio, desconcierto, falsas acusaciones. El Patriarca de Nazaret vela por nosotros e intercede por cada uno de nosotros.

Javier Abad Chismol

miércoles, 18 de marzo de 2020

Miércoles de la III Semana de Cuaresma A


ESCUCHA PUEBLO DE DIOS, CUMPLE LOS PRECEPTOS

Reflexión del 18 de Marzo de 2020


Los mandatos que el Señor nos propone, que no nos impone, son para nuestra salvación, para el perdón de nuestros pecados y para que nos podamos abrazar a la verdad, una verdad plena que no va exenta de exigencias, no porque creamos en un Dios que nos llena de normas o de leyes, sino porque el camino que se nos marca es el que conoce nuestro corazón y por lo tanto nos lleva al sentido de nuestra vida y de nuestro existir.

En ocasiones vivimos al margen de Dios, nuestro mundo deja a un lado las exigencias espirituales o no materiales, incluso se cae en la tentación de la caridad activista dejando al margen a Dios. ¡Escucha Pueblo de Dios! No dejes de lado el camino que te marco y todo te irá bien.

Cuando la humanidad juega a ser Dios, a poner sus leyes y preceptos al margen de la Ley Natural de Dios, es cuando el hombre empieza su propia autodestrucción, porque se siente sin temor, un mundo sin Dios está condenado en su ambición a sucumbir, la gran carencia del hombre de hoy es precisamente saltarse los preceptos que se nos han dado, pero nos inventamos unos para ser buenos, que supera a Dios y acaba por ceder ante el mundo.

Nos avisa el libro del Deuteronomio: “Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas a olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”

Debemos transmitir la verdad plena para no sucumbir ante la adversidad y la dificultad, para que de verdad nuestro auxilio y nuestra salvación sea el Señor.

El Señor no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento, es la tentación del hombre en ser mejor que Dios en ponerse en su lugar y poder llegar a enseñar una doctrina más mundana que espiritual, ser de Cristo es algo más que querer ser bueno, es estar llamado a la trascendencia, que es el camino para la libertad y el perdón, por ello enseñemos una verdadera doctrina sana, no la que es más divertida y fácil, la verdadera.

Nuestra vida en si es un valle de lágrimas, no nos empeñemos que la vida sea lo que no es, es decir, ausenta de dificultades, de problemas, de adversidad, de enfermedad y de muerte, permanezcamos en Cristo y de esa manera encontraremos paz en nuestro interior a pesar del dolor y el sufrimiento, es contemplar la luz de Cristo y abrazarse a la cruz.

Javier Abad Chismol


martes, 17 de marzo de 2020

Reflexión del 17 de marzo de 2020 Martes de la III Semana de Cuaresma A


INVOCACIÓN A LA MISERICORDIA Y EL

 PERDÓN


El profeta invoca al Señor ante el desconcierto y el temor, porque el hombre en ocasiones se siente abrumado ante la dificultad el dolor y la dificultad,  el profeta Daniel pide al Señor que no le abandone, que Dios a pesar de nuestro pecado no rompa su alianza con el hombre.

La calamidad, el dolor, la desgracia, ¿es un castigo divino? Muchos en estos momentos pueden pensar que el hombre ha abusado del Creador, ha renunciado a él, ha despreciado la vida del hombre, y la consecuencia del pecado del hombre del desprecio a la vida sea la propia destrucción de la humanidad.

Dios es amor y misericordia, a su vez es trascendencia, la vida no es solo lo que vemos, es un canto a la esperanza y al consuelo, porque Dios no nos deja nunca de la mano y pedimos con fe su auxilio. La misericordia que pide el profeta para que los opresores no destruyan al pueblo de Israel, porque se sienten pequeños ante el enemigo.

Llamada al perdón de unos a otros, del respeto a los demás, hoy más que nunca debemos salir de nuestro egoísmo para pensar unos por otros. Cuando Jesús habla del perdón y hasta cuantas veces hay que perdonar, y dice setenta veces siete, que significa siempre, un perdón y misericordia que solo se alcanza con la confianza en Dios, luchando muchas veces contra nosotros mismos.

Aprendiendo siempre a ponernos en la piel del otro, por eso la parábola del siervo ingrato que pide el perdón a su Señor para que se apiade de él, recibiendo el perdón pero a su vez  luego es incapaz de perdonar y ese es su castigo, exigir misericordia y luego ser egoísta.

Así es nuestra sociedad llena de exigencias y de derechos pero luego descuidando a los demás y nuestras propias obligaciones. Invocamos al Señor, que nos libre del mal y nos dé su misericordia infinita, en Él confiamos el solo puede librarnos del mal y llevarnos hacia la fe y esperanza.

Javier Abad Chismol

lunes, 16 de marzo de 2020

REFLEXIÓN PARA EL 16 DE MARZO DE 2020, LUNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA


NECESITAMOS TENER FE PARA 

QUE EL SEÑOR NOS CURE


En este día de Cuaresma se nos propone tener confianza, una confianza que resulta muy difícil en tiempos de adversidad, de incertidumbre, de temor, las lecturas nos hablan de Naamán, el sirio, un hombre bueno y poderoso pero estaba enfermo de lepra, ¿Quién le podría curar? Acudió al profeta Eliseo para que quedara curado, confiaba en el Dios de Israel que podría curar esa enfermedad destructiva y contagiosa.

Eliseo envió un mensajero a decirle: «Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te volverá limpia.»

Naamán hizo caso a regañadientes de las palabras del profeta porque le parecía poca cosa, quería algo más llamativo, invocaciones y grandes palabra a Dios, pero aun así lo hizo y descubrió la fuerza de Dios y se curó tras cumplir lo que le pidió el profeta y afirmó: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»

Jesús hablaba de que nos faltaba la fe suficiente para confiar, que incluso cuando uno se dirigía a su gente, a su entorno, no se les tenía en consideración con esa frase tan conocida de: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»

Nos recordó cuando en tiempos de Elias hubo una gran hambruna y habiendo muchas viudas y fue enviada a una viuda de Sarepta de Sidón, y también muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Elías y se purificó a Naamán, el sirio.

Todos se ofendían de las palabras de Jesús porque estaban llenas de verdad y de fuerza, que en este tiempo de dificultad de incertidumbre podamos tener fe y confianza, poniendo nuestro corazón en la fuerza de Dios.

Javier Abad Chismol

martes, 10 de marzo de 2020

III Domingo de Cuaresma A


¡DAME DE BEBER!


En este peregrinar por la cuaresma nos invaden las dudas del amor de Dios por el hombre, sí realmente el Señor está con nosotros o nos ha dejado de la mano, si Dios se aleja por nuestra infidelidad, o simplemente no somos capaces de verlo.

Ya no hay necesidad de hablar de Dios, hay un gran vacío en la espiritualidad, ¿Dónde está Dios? ¿Solo en mis hermanos? Entonces, ¿Para que los Templos? ¿Para qué la liturgia? ¿Es la Iglesia tan solo una ONG humanitaria o es algo más?

Yo querría que el Señor nos diera de beber de un agua pura que pueda calmar la sed del hombre, que pudiera dar explicaciones al absurdo de la vida, que pudiera poner todas las piezas en su sitio, que todo pudiera tener sentido. Pero estamos en el peregrinar del desierto de la vida, y nos seguimos preguntando si la opción por Dios tal como la entendemos hoy, es válida. En el pasaje del Éxodo el Pueblo de Dios duda de serlo, y en donde Dios mismo cuestiona al Pueblo. El desierto es la vida y es la incertidumbre, es buscar a Dios y no encontrarlo, es buscar la paz en el Señor y no hallarla.

Es el Señor el que sale a nuestro encuentro y nos justifica por el don y el regalo de la gracia y de la fe, solo Él puede darnos la fuerza y el coraje para atravesar el desierto, para sentirnos arropados ante la apariencia de abandono.

Jesús se acerca al pozo de Jacob y le pide a la samaritana que le dé de beber, esta se sorprende porque los judíos y los samaritanos no se tratan. Se establece un dialogo para poder alcanzar la verdadera vida, la vida eterna, el agua del espíritu que lleva a la verdad y a la vida, la verdadera vida, la que permanece para no tener ya nunca más sed.
Hoy le pedimos al Señor que nos dé su agua, que nos calme la sed en el desierto, que podamos caminar hacia la Tierra Prometida.

Pidamos que nos aumente la fe, que le podamos ver en cada momento  y en cada circunstancia, que aprendamos a interpretar la voluntad de Dios para que nuestra vida tenga sentido y no andemos extraviados, que sentimos que el Señor es nuestro Pastor, y que nos da el coraje necesario para tomar decisiones con valentía.

Javier Abad Chismol

martes, 3 de marzo de 2020

II SEMANA DE CUARESMA A


SAL  DE TU TIERRA


Sal de tu tierra dijo el Señor a Abraham, que dejara todo y le siguiera, Él puso su confianza en el Señor y fue capaz de decir sí, supo dejar a sus parientes, amigos,  y de esta manera atendió la voluntad del Señor y se puso a caminar hacia la tierra que el Señor le prometió.

Dios nos salva y nos da una vocación santa, es una llamada para poder trascender todo lo que hacemos y todo lo que vivimos, y desde luego no lo ha hecho por nuestros méritos ni por nuestras buenas obras, lo ha hecho por puro amor y en gratuidad.

Hoy el Señor se transfigura delante de nosotros, que es como decir que le reconocemos, y lo hacemos además como Señor, muchos le verán pero no le verán, muchos oirán su nombre pero no le reconocerán, el Señor se transforma y a su vez nos transforma a nosotros, Él cambia nuestras vidas.

Cuando el Señor se transfiguró ante los discípulos todos experimentaron lo bien que se estaba en esa presencia mística, como se alcanzaba un grado que superaba todo lo terreno, por eso decimos que estar con el Señor en este mundo, reconocerle, es lo más parecido a la vida eterna, la cual esperamos, añoramos y deseamos.

En esa presencia mística del Señor, se oyó una voz que decía; “Este es mi hijo amado, en quien me complazco, escuchadle”.

Esas palabras, ese rostro de luz en el Señor, nos da confianza aunque nos dé temor, pongamos nuestra vida en manos del Padre y el transformará nuestras vidas, hará que su rostro brille como el sol y afirmemos el sí de Abraham y el sí de María, renovemos nuestra confianza y nuestro amor al Señor y acerquemos al misterio de la trascendencia.

Javier Abad Chismol