sábado, 22 de septiembre de 2018

DOMINGO XXV del Tiempo Ordinario (B-2018)


QUIEN QUIERA SER PRIMERO QUE SEA 

EL ÚLTIMO

ACECHEMOS AL JUSTO



Acabar con el justo, con las voces de los que denuncian la injusticia es algo que siempre ha escandalizado, los poderes de este mundo no quieren interferencias, no quiere que nada ni nadie desmantele sus planes, un plan que es la supremacía del hombre es su nueva ética y la eliminación de Dios y del concepto de pecado, en definitiva estamos ante una perversión de la conciencia para aspirar a bienes y poderes superiores para el hombre convirtiendo a este en un falso dios.

Por eso se empeñan en acallar a quien denuncia y anuncia otra forma de hacer las cosas, aquel o aquellos que anuncian la única forma de hacer las cosas, que es estar atento a la voluntad de Dios, y es más, el despotismo y la burla hacia Dios llega de la mano del perdón y  la misericordia de Dios. "Hagamos lo que queramos que luego ya se nos perdonará, o acechemos al justo, matémosle, y se existe ese Dios ya lo salvará, y sino mala suerte".

Huyamos pues de la envidia, de la codicia, de la ambición humana que pasa por encima de las personas, aquella malicia que no tiene escrúpulos y se ancla en los pecados capitales, que destruyen al hombre y a la humanidad, debemos buscar incesantemente la sabiduría de arriba, aquella que rompe los esquemas del hombre corrupto, ignorante y malvado, la sabiduría de los hombres es fruto del demonio y de la prepotencia de la criatura con su creador.

Fuera de guerras y disputas, fuera la ambición humana, hagamos caso a la voluntad de Dios, a cuál es su deseo de paz y reconciliación y para ello pongamos nuestro corazón y nuestro hacer en lo que agrada a Dios, estemos siempre dispuestos a servir, a darnos, a ser generosos unos con otros y amarnos con sincero corazón. Que el Señor nos enseñe a ser como niños, a ser humildes de espíritu y de corazón, y eso se hace con el servicio y la entrega a los más pequeños y débiles, es decir, a los preferidos de Dios.

Javier Abad Chismol



viernes, 14 de septiembre de 2018

DOMINGO XXIV del Tiempo Ordinario (B-2018)


¿QUIEN DICE LA GENTE QUE SOY YO?


LA FE SIN OBRAS ESTÁ MUERTA



El Señor nos anima a seguir adelante, a no desfallecer a pesar de la dificultad y de la adversidad, nos abre oído como al sordo y nos desvuelve la vista como al ciego, aprendemos y entendemos el precio de la verdad y de la lucha por la libertad.

Por eso ofrecemos nuestras espalda a los golpes, aceptamos los ultrajes y los insultos, estamos dispuestos a llegar hasta el final en esta conquista, porque sabemos que la empresa en la que estamos no es nuestra, estamos con el Señor, y él es nuestro abogado, nuestro alcázar, nuestro defensor, por eso nos da igual la denuncia del mundo, del impío, del incrédulo, de aquellos que piensan que a Dios se le puede burlar o incluso aniquilar, no seremos decepcionados y por eso podemos hacer frente a los enemigos.

La coherencia, la transparencia viene del Señor que nos ilumina, el apóstol Santiago nos lo dice muy claro, no podemos amar a Dios y decir que le queremos cuando nuestra vida está vacía de obras. Es una llamada a la conquista de la verdad con nuestra propia vida si fuera incluso necesario. Es vital construir un mundo más justo y solidario, ¿de qué nos sirve la queja si luego nos somos capaces de hacer nada? A veces nos contentamos con pensar y decir que está todo muy mal, y nos quedamos tan solo con lamentaciones, y eso nos hace estar inertes, quietos, como aquel que espera su final sin poder hacer nada. Es como cuando vemos que las Iglesias, las parroquias se van vaciando, y no hacemos nada para remediarlo. Tenemos que apostar por la Evangelización, por la conquista de Cristo, que se vea a los cristianos por cómo viven, por lo que hacen, que el que vea un cristiano vea a una persona animada, llena de esperanza y con entusiasmo, el Señor no nos quiere quietos, no caigamos en la tentación del demonio, en la impasibles y en la desmoralización.

Hoy el Señor nos pregunta a cada uno de nosotros ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Qué pensamos nosotros? A veces no entendemos, no comprendemos, vivimos engañados, nos ocurre como a Pedro que no quería consentir el sufrimiento de Jesús, y el mismo Señor le dijo; ¡Apártate de mí Satanás que piensas como los hombres! Estamos llamados a configurarnos con el Señor, a mirar con los ojos de la fe y no con los ojos del mundo.

Seguir a Jesús es dejarlo todo, cargar con su cruz y estar dispuesto perderlo todo, el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por el Señor y la Buena Noticia, se salvará.

Javier Abad Chismol




miércoles, 5 de septiembre de 2018

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (B-2018)



DIOS CURA Y SALVA


Decid a los cobardes, “Animo no temáis”, nos trasmite el Profeta Isaías, nos dice que estemos en pie y alerta, que no nos desmoralicemos a pesar de la dificultad o del abandono aparente de Dios, que sepamos sobrepasar las limitaciones de nuestra condición humana, porque el Señor hará que venzamos y que superemos a nuestro enemigo.

Se despegaran los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, brincara el cojo, la lengua del mudo hablará, habrá agua en el desierto, en definitiva Dios viene a dar una nueva vitalidad a la humanidad, a superar los miedos y des mascarar al enemigo.

Cuando estamos lejos del Señor somos como tierra reseca, como en el desierto, somos ciegos porque no vemos la verdad, porque no vemos al Señor, cojos porque no caminamos, porque no avanzamos en nuestra vida, porque andamos perdidos e impasibles, y mudos porque no hablamos de la verdad, porque callamos sumergidos en nuestra propia mentira.

 Y ver, es mirar con los ojos de la fe, del cariño del amor, y para ello tenemos que romper los prejuicios humanos, aprender a pensar como Dios, no como los hombres, valorando lo que el Padre valora, que es el amor a los pobres, a los necesitados, a los cojos, a los ciegos, a los que tienen hambre y sed, a los que están perdidos por el desierto de la vida. Escojamos la pobreza y la misericordia de Dios, hagámonos pobres y seremos ricos, y convirtiéndonos en transmisores del Evangelio, de la verdad plena que nos conduce a la libertad, que rompe las cadenas que nos esclavizan y que nos convierte en tullidos inertes que pueden avanzar.


No nos creamos nunca mejor que los demás, sintámonos pobres y necesitados de Dios,  así seremos personas plenas. Jesús se acerca a nosotros, aquí y ahora toca nuestros oídos y nuestros labios, nos dice; “Effatha” (que significa ábrete), se nos capacita para recibir su Palabra, para escucharla para luego poder proclamarla y trasmitirla a todos nuestros hermanos.

Javier Abad Chismol