miércoles, 25 de abril de 2018

Domingo V de Pascua B


“PERMANECED EN MI AMOR”


Los discípulos tuvieron que sufrir la incertidumbre de la misión encomendada  por Jesús, y desde los primeros momentos tuvieron que vivir y experimentar en sus carnes la persecución por seguir a Jesús, ya pudieron ver cómo fue la Pasión, lo que le paso al Maestro.

Cuando Pablo de Tarso acude a ellos sienten temor porque había sido uno de los pioneros en la persecución de los cristianos, fue uno de los cómplices de la ejecución de San Esteban, el primer mártir de la Iglesia. Pero Pablo se encontró con el Señor y pasó por la gracia de Dios de perseguidor a seguidor.
La conversión es posible si dejamos que Dios actúe en nuestras vidas, que nos quite la venda de los ojos, que podamos ver la luz y caminar hacia la verdad.

El creyente acoge al pecador porque experimenta el perdón de Dios en sus vidas, porque se siente amado, querido y comprendido, eso es la misericordia, es la gracia de la resurrección, vencer al pecado y vencer a la muerte.

No amemos de palabra y de boca, amemos de verdad, guardemos los mandamientos de Dios, en eso reconocemos que le amamos de verdad, que nuestra fe no es una farsa ni una apariencia, que de nuestro corazón, de nuestros labios sale el amor de Dios porque le hemos conocido en Espíritu y Verdad, y ese amor se convierte en acción.

En este tiempo de Pascua se nos invita a permanecer en el Señor, a que él sea nuestra fuente, nuestro guía, el buen pastor que nos cuida y nos ama y que quiere lo mejor para cada uno de nosotros, el buen pastor que da la vida por sus ovejas y nos conoce a cada uno por nuestro nombre.

Él es la vid y nosotros los sarmientos tenemos  que permanecer en él para dar fruto abundante, sin el Señor no podemos hacer nada porque nos marchitaríamos, nos resecaríamos, y solo serviríamos para la poda y para echarlo al fuego.

Nuestra vida sin Dios carece de sentido, necesitamos de él para que podamos dar un fruto abundante y que nuestra vida este llena, es que nuestra vida tenga sentido y alcancemos el sueño de Dios para cada uno de nosotros.

Javier Abad Chismol

martes, 17 de abril de 2018

Domingo IV de Pascua Ciclo B


NO HAY SALVACIÓN EN NINGÚN OTRO



El ser humano siempre busca respuesta a los interrogantes de la vida, busca donde puede o donde se le ofrece, quizás en ocasiones se busca aquello que es más fácil, o bien se buscan respuestas simples como la resignación, u otras más complejas que tienen que ver con la religión y la trascendencia.

Los apóstoles predicaban la Buena Noticia del Evangelio, y lo hacían con la seguridad y la fuerza que da la verdad, la verdad de Cristo, y por ello primero hacen memoria de quien era Jesús y de lo que pasó, como Jesús paso haciendo el bien, como fue apresado injustamente, juzgado injustamente, y condenado a la peor de las muertes siendo inocente, todo porque la luz vino al mundo, y el mundo la rechazó, y prefirió la tiniebla y el pecado.

Pero Cristo, es ahora la piedra angular, fundamental de nuestra fe, aquella que desecharon los poderes de este mundo, los arquitectos, es pilar fundamental para que el ser humano alcance su lugar en el mundo, y descubrir la trascendencia a pesar de la muerte y la cruz, porque el Mesías ha vencido al pecado, a la muerte, porque ha resucitado de entre los muertos.

Somos hijos amados de Dios, y en Cristo se ha manifestado lo que seremos, es la grandeza de ser hijos de Dios, y por lo tanto convidados al banquete del amor de Dios en la plenitud de los tiempos.

Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, él está dispuesto a morir por cada uno de nosotros, nunca nos deja de la mano, es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que nos conoce a cada una por su nombre y sabe lo que más nos conviene.
Jesús se manifiesta como el Buen Pastor, que llama a todos, y no hay ningún tipo de discriminación, eso es el amor verdadero, Él a pesar del pecado del hombre, nos perdona, no tiene en cuenta el mal, porque es misericordioso, y por eso se nos presenta a nosotros y nos tiende la mano.

Javier Abad Chismol




martes, 10 de abril de 2018

Domingo III de Pascua, Ciclo B


“MATASTEIS AL AUTOR DE LA VIDA”



El pecado, el mal, quiere acabar con la verdad, con el bien, es la eterna lucha del ser humano por vivir en armonía, ¿nace el hombre para el bien o para el mal? La vida o la muerte, el ser humano quiere jugar a ser dios, y jugar a querer dominar unos a los otros.

A Cristo lo quisieron expulsar del mundo, al autor de la vida, ¿puede la criatura matar a su Creador? El hombre en su arrogancia se apropia de cualidades divinas y juega a ser un dios mediocre. ¡Despertemos del letargo de la soberbia humana!¡Vayamos y acudamos a Dios! Él que muere por nosotros y resucita por pura misericordia para salvarnos.

El Señor conoce el corazón humano, y sabe que erramos por ignorancia, el pecado habita en nosotros cuando dejamos de confiar en Dios, cuando queremos ser nuestros propios dioses aunque digamos que creemos en el autor de la vida, porque nuestra fe es creer de corazón con actitud, obras y palabras.

Si decimos conocer a Dios, pero no cumplimos los Mandamientos, somos unos mentirosos, y el pecado que más pudre al hombre es ser hipócrita y falso, decir lo que no sentimos, mentir al prójimo y confabular aparentando ser honrado para fines particulares e interesados. Al Señor lo acusaron de blasfemo, de mentiroso, de alborotador, y era mentira, y lo hicieron en nombre de la justicia y el orden.

Jesús se sigue apareciendo a sus discípulos, y cuentan unos a otros como lo han ido reconociendo, como lo hicieron cuando partió el pan, o como ardía su corazón cuando les hablaba, como creaba desconcierto, como las dudas de Tomas sobre su aparición, y como el Señor le invitaba a que fuera creyente y no incrédulo.

Se nos pide que no surjan dudas en nuestro corazón, que seamos  creyentes de corazón y que nos pongamos en camino, a los discípulos se les abrió el entendimiento y comprendieron, esa es la gracia que pedimos cada uno de nosotros en este tiempo de la Pascua, que Cristo viva plenamente en nuestros corazones y que podamos dar gloria a Dios con nuestras vidas.

Javier Abad Chismol





martes, 3 de abril de 2018

Domingo de la Divina Misericordia, (II Domingo de Pascua) Ciclo B


UN SOLO CORAZÓN

“SEAMOS CREYENTES Y NO 

INCRÉDULOS”




Un solo corazón, una sola alma tenían los primeros seguidores de Jesús, les inundaba una generosidad y comprensión de unos a otros, eran conscientes de que el amor de Dios se plasma en el amor al prójimo, en la comprensión y el respeto.

Nos tenemos que interpelar cada uno de nosotros si realmente amamos, si somos capaces de no juzgar, si nuestras comunidades cristianas son realmente testimonio del resucitado y de la misericordia, o por el contrario nos inunda la crítica, la falta de comprensión, el protagonismo y mi “yo” por encima de todo. Tenemos que ser testimonio del amor de Jesús, que se nos entregó por puro amor en la cruz, y por puro amor resucitó después de bajar a los infiernos.

Invitación a la generosidad, al respeto, que podamos hacer una comunidad fraterna, a saber lo que vivimos  y procesamos, que después de renovar nuestra fe en la Solemne Vigilia Pascual, podamos renacer de nuevo al amor de Dios, no creernos absolutos, o convertidos, sino sentirnos parte de un proyecto comunitario que es la Iglesia.

Demos gracia al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, porque su amor no tiene límite, y nos ama como no merecen nuestras culpas.

Solo amamos a Dios de verdad si cumplimos los Mandamientos, sino lo hacemos realmente somos unos mentirosos, ¿puedo decir que amo a Dios si odio a mi hermano? No lo hare mientras sea intransigente, mientras busque el fallo del otro y me regocije con el error o las limitaciones de los demás.

Necesitamos de la misericordia de Dios para que nosotros podamos ser misericordiosos, de esta manera venceremos al mundo y a su corrupción, a aquello que nos aleja de Dios, y de aquellos que diciendo que son creyentes sus obras son fruto de las tinieblas.

La Paz de Jesús llega a nosotros como llegó a los discípulos cuando se les apareció, y esa paz inundó sus vidas y sus corazones, es la alegría del encuentro con el resucitado, de aquel que ha vencido la muerte y el pecado.

Jesús enseñó las manos y el costado, pero Tomás que no estaba no creyó, dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

Cuando Jesús a los ocho días se apareció, y si que estaba Tomás, Jesús le dijo: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Estamos llamados a ser creyentes, a confiar en el Señor, y que la divina misericordia del Señor inunde la faz de la tierra.

¡Dichosos los que crean sin haber visto!

Javier Abad Chismol