jueves, 24 de marzo de 2016

JUEVES SANTO 2016


NOS AMÓ HASTA EL EXTREMO


Celebramos hoy un acontecimiento muy importante en nuestras vidas, un acontecimiento que actualizamos cada año, hoy conmemoramos el amor tan grande que ha tenido Dios con todos nosotros, un amor que llega hasta el extremo, que llega a sus máximas consecuencias.
Hoy muchos empiezan un periodo vacacional, un tiempo de ocio y de disfrute, muchos seguramente no sabrán bien incluso que es lo que estamos celebrando, en muchos lugares hoy jueves santo ya no es ni siquiera fiesta.
Para muchos el acontecimiento más importante de estos días es que comienza la primavera, el buen tiempo, y por lo tanto un momento ideal para tomar el sol y para descansar. Seguramente la cuaresma habrá pasado también completamente desapercibida, sólo se acordarán de la fiesta del carnaval y de un botellón gigante para festejar el cambio de estación.
Cada vez más el jueves santo se parece a aquella reunión de un grupo de hombres que se juntaron en una pequeña habitación para celebrar la última cena, la última cena del Hijo de Hombre con sus discípulos, con sus amigos, con su pequeño grupo de seguidores.
Hoy nos reunimos alrededor de la mesa del altar, para compartir el pan bajado del cielo, el misterio más grande de amor que el Señor ha dado a toda la humanidad, es el mismo Jesús que a través de las palabras de la consagración del pan y el vino se convierten en su Cuerpo y en sus Sangre, y se nos da a todos nosotros, pasa a formar parte de cada uno, es la culminación máxima de amor. Al hacerse accesible a la humanidad nosotros nos configuramos con Cristo, y es entonces cuando estamos capacitados para asemejarnos a Él, para que se pueda cumplir en nosotros pobres pecadores, la llamada a la santidad, a ser como Cristo y peregrinar por este mundo siguiendo las huellas del Maestro, que se hizo uno como nosotros para acompañarnos hasta el Padre.
Tanto amo Dios al mundo que nos entregó a su único hijo, y todo lo ha hecho por amor, Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, se hizo uno más con nosotros, pero además lo hizo para servir y amar a la humanidad entera hasta llegar hasta el extremo.
Se arrodillo ante sus discípulos para lavarles los pies, un gesto de humildad y de servicio, y es que el Hijo del Hombre ha venido a servir y no ser servido, ¿qué Dios se pone a servir? ¿qué amo de la casa sirve a sus criados? Sólo aquel que es el verdadero amor y busca el triunfo en la salvación de todos los hombres, que no quiere que ninguno de los que le ha dado el Padre se pierda, es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Pedro se negó a que Jesús le lavara los pies, pero aun así, Jesús le dijo con rotundidad, “si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos”, y Pedro afirmo con rotundidad que sí, que las manos e incluso la cabeza.
Hoy conmemoramos y recordamos ese momento, la humildad del Señor, su entrega, su servicio, y su disposición a hacer la voluntad del Padre.
Hoy vemos a un Jesús sufriente, esperando que se cumpla la voluntad del Padre, Jesús sufre por nuestros pecados, por nuestra debilidad, y está dispuesto a cargar con nuestros pecados. Él que no había tenido pecado va a recoger los pecados de todos nosotros, se va a inmolar como el cordero de la pascua de los judíos, es el paso de Dios por y para toda la humanidad, ¡que amor tan grande!
Y es la sangre del cordero la que marca nuestras vidas, nuestras casas, nuestros acontecimientos, es ahí donde se encuentra la grandeza del Jueves Santo, es lo que celebramos hoy con gozo pero tristeza. Hoy contemplamos a un Jesús en el Huerto, sudando gotas de sangre, llorando, vemos al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz de la salvación y de la redención, escuchamos al Jesús hombre, un Jesús sufriente que le pide al Señor que si el posible que pase este cáliz de amargura, un dolor que entrega hoy por todos nosotros, él es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los que están invitados a la Cena del Señor”.
Hoy nos consideramos indignos hijos tuyos, viendo nuestro pecado y nuestra miseria, no nos vemos dignos de que el Señor entre en nuestro interior, en nuestra casa, pero sabemos que solo un gesto, una palabra nos salvará y nos dará la gracia de la verdadera alegría y de la salvación.
Hoy vamos a vivir y a actualizar esos grandes misterios, la humildad del Señor para darse por nosotros, para que con el gesto del lavatorio de los pies lave nuestro pecado, nuestras idolatrías, nuestras miserias, nuestras dudas y prejuicios, hoy le dejamos al igual que Pedro que nos lave aunque no lo entendamos, pero no importa porque eso es la fe y la confianza., es la figura del sacramento del Bautismo.
Celebramos también que nos da su Cuerpo y su Sangre, nos da la Eucaristía, y nos hace estar en Comunión el Señor todos los días de nuestra vida, hoy compartimos ese momento con el Señor porque queremos ser contado entre sus amigos y seguidores.
Y por último, le acompañamos a Jesús en el Monte de los Olivos, contemplamos a unos discípulos que se duermen que no saben estar vigilantes al igual que nos ocurre a nosotros, porque no somos capaces de estar atentos, que abandonamos a Jesús porque tenemos muchos quehaceres y cosas que nos despistan. Hoy sentimos esa llamada a estar vigilantes porque no sabemos ni el momento ni la hora.
Acompañemos a Jesús en el misterio del amor, acompañemos a Jesús en su camino del calvario, compartamos esos mismos sentimientos que se reavivan en nosotros, y que nos recuerdan que Cristo se entregó por nosotros y nos amó hasta el extremo.

Javier Abad Chismol.

sábado, 19 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS 2016


EL SEÑOR VIENE VESTIDO DE 

MAJESTAD


Celebramos la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén. El Señor viene a nuestro encuentro, se hace presente en nuestras vidas, pasa por nuestro lado, lo hace de la misma manera que hace dos mil años, no lo hace con discreción, no lo hace a escondidas, lo hace públicamente.
Muchos salen con ramos y palmas, festejan que el Señor ha estado grande con nosotros y que por eso estamos alegres, ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Muchos mirarán con asombro por las calles, otros con cierto aire burlón, otros con indiferencia, pero muchos le miramos con alegría y gozo porque el Señor viene a nosotros, porque el Señor no se cansa de nosotros, porque cada año viene de nuevo para anunciarnos el camino de la salvación, y de nuevo también morirá por cada uno.
La bendición del Señor se hace presente, el designio salvífico de Dios se renueva, y también la oportunidad de caminar de nuevo hacia la Pascua, de quedar purificados de nuestros pecados, de poder volver a empezar de nuevo porque es Él el que carga con nuestras culpas.
El Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para que podamos reconocerle y ser buenos enviados de Cristo al mundo para que seamos testigos de la verdad, para abatir a la mentira y al mal. Nos ha dado la palabra para dar aliento y ánimo al abatido, para ser transmisores de la palabra, es el Señor el que lo hace, es un milagro patente que el Señor nos da la fuerza, la fuerza de una Palabra que es viva y eficaz. Una Palabra que es capaz de transformar nuestras vidas y darnos “un corazón de carne” abierto al amor y a la entrega al modelo de Jesús, quien nos dio todo a cambio de nada.
Como dice Isaías el Señor nos ha abierto el oído para que reconozcamos su voz, para que no nos resistamos y nos echemos atrás, nos ha dado la fuerza y la valentía.
El Señor ha seguido adelante en la misión que el Padre le ha encomendado, y a Él al igual que a nosotros nos insultan, nos persiguen y nos calumnian. Podemos seguir adelante en el camino de la evangelización, no importan los ultrajes, ni la persecución, porque no podrán contra nosotros, estamos junto al Señor, y el es nuestro alcázar y nuestro refugio.
En el aparente fracaso está la victoria, después del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de lo absurdo, aparece la victoria, porque sabemos que el Señor nunca nos dejará, el no nos abandonará, el coraje se nos dará como añadidura junto con la dificultad de la misión encomendada por el Señor.
Cristo a pesar de ser Dios, se quiso hacer uno de nosotros, se rebajó de su condición divina, y lo hizo pasando por uno de nosotros, y no quiso privilegios, ni pertenecer a una casta especial, quiso ser uno más, y además quiso estar con los más pobres, con los más desfavorecidos, con aquellos que nadie quiere, nos dio una gran lección de amor y de solidaridad con todo el género humano. También nos pide a todos nosotros que acojamos a los más desprotegidos, a los que nadie quiere; a los no nacidos por comodidad y capricho de unos padres que no quieren problemas, a los ancianos que estén solos, a los huérfanos, a las personas con problemas y dificultades, a los enfermos.
Ese es el amor de Cristo, ese es el amor verdadero, pero ahora bien, no penséis que os responderán con amor todo lo que hagáis por los demás, porque del amor y la entrega, muchas veces os devolverán mal, un mal en forma de envidia, de calumnia, de injusticia, de insulto, de incomprensión, de persecución, e incluso de muerte como le ocurrió a nuestro Señor, y nosotros que somos sus discípulos no podemos ser menos que el Maestro, seguir a Cristo, significa estar dispuesto a abrazarse a la cruz.
Cristo se rebajó de su rango, y lo hizo por amor, lo hizo con el corazón y obedeciendo al Padre, no lo hizo con la cabeza, porque si lo hubiera hecho con el sentido común no habría ido a Jerusalén, ¿qué no sabía lo que le esperaba tras su entrada triunfal? Por supuesto que sabía lo que le ocurriría, pero quiso que se cumpliera la voluntad del Padre.
También nosotros tenemos que aceptar los retos que el Señor nos pone en nuestra vida, tener paciencia para que se cumplan los tiempos de Dios, para abrazarnos a la cruz, para tener la firme esperanza de que después de la cruz y el dolor viene la resurrección y la vida.
Escuchar y contemplar la pasión de Jesús es vivir, recordar y actualizar el gran amor que el Señor nos tiene a todos nosotros, porque somos hijos queridos y amados de Dios, que cuando el Señor pase por nuestras vidas podamos afirmar con alegría y con cantos ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!

Javier Abad Chismol.

viernes, 11 de marzo de 2016

LA ADULTERA, V SEMANA DE CUARESMA, C-2016


MIRAD VOY HACER ALGO NUEVO


Llegan las palabras de esperanza a un pueblo que está “sordo” y “ciego”, que está hundido ante el fracaso de la negación de Dios, de estar preso del pecado, de la infidelidad, es el destierro que no nos deja estar con Dios, tenemos  que morir al hombre viejo para que así brote algo nuevo en nosotros, en nuestras vidas, es la transformación del pecado a la gracia, de la muerte a la vida.

El pueblo tiene que ser de nuevo salvado, al igual que nosotros necesitamos y precisamos del amor de Dios, cada año vivimos la cuaresma, la sensación necesaria de volver nuestro rostro a Dios, porque estamos como cegados por nuestro egoísmo y necesitamos ese reencuentro, que el Señor nos vuelva a salvar del pecado.

De esa experiencia viene a cada uno de nosotros el verdadero conocimiento y práctica de nuestra fe, es decir, que para nosotros lo más importante es Cristo, para nosotros es vital y fundamental el Señor, es más, san Pablo llega a comparar la ausencia de Dios, la preferencia con las cosas del mundo con el estiércol. Que no dejemos a Dios lo secundario, que sepamos donde debe estar nuestra confianza, esa es la verdadera verdad, esa es nuestra vida y por lo tanto nuestra meta y nuestro fin.

De tal manera que anhelemos la misma muerte que el Señor, porque busco de todo corazón la resurrección, debo morir a las cosas del mundo para así tener la vida que permanece, y es la salvación. Corremos hacia la meta, pero ahora ya sabemos lo que queremos y lo que buscamos.

De nuevo los judíos ponen a prueba a Jesús, quieren pillarlo con sus propias palabras, quieren que su lengua, sus palabras, sean su verdugo, quieren que se rebele contra la ley de Moisés y de esta manera tener motivo para condenarlo como blasfemo, como enemigo de Dios.

Le ponen una mujer delante de ellos, una mujer que había cometido adulterio, y la ley dice que tenía que morir apedreada, le preguntaron a Jesús que hacían. De nuevo las palabras de Jesús les desconcertado, “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” y poco a poco se fueron todos retirando, Jesús le dijo, ya no están tus acusadores, por lo tanto ya puedes irte;” veté y no peques más”.

Así nosotros experimentamos que  el Señor nos perdona de la infidelidad y de la acusación a nuestros hermanos, es que en definitiva brote algo nuevo en nosotros.


Javier Abad Chismol

viernes, 4 de marzo de 2016

EL HIJO PRÓDIGO, IV SEMANA DE CUARESMA C-2016


ESTE HERMANO TUYO ESTABA MUERTO

 Y HA VIVIDO


El pueblo de Dios, el pueblo elegido ha llegado a la Tierra Prometida, al encuentro con el Señor, después de pasar cuarenta años en el desierto, de pasar dificultades, de incluso de enfadarse con Dios por las adversidades del camino, de fabricar otros ídolos, de maldecir a Dios, de ver la salvación de los egipcios como otra esclavitud mayor.

Esto es similar a nuestra vida, el bautismo es nuestro sí al Señor, pero el hecho de estar bautizados, de renunciar al pecado, de querer seguir la luz de Cristo no nos lleva a creer o mal creer que por este motivo ya no vamos a tener dificultades de ningún tipo, reconocer al Señor es saber a dónde vamos, no es librarnos de las piedras del camino, por ello entendamos la conversión, como la lucha contra los obstáculos, pero hagamos ese trayecto con confianza y con fe.

Estamos llamados a vivir en Cristo, tenemos una oportunidad grandiosa de ser hombres y mujeres  nuevos, es el regalo de la cuaresma, la conversión del corazón, la posibilidad infinita de perdón, no por nuestros méritos, Cristo murió por todos nosotros, él carga con nuestras culpas, él limpia nuestro pecado, él que es infinito amor y misericordia.

Todos somos pecadores, y todos podemos redimirnos, Jesús cuenta la parábola del Hijo Pródigo para aquellos que son duros de corazón, aquellos que por un lado aprovechan todos los dones que el Señor da, para luego desperdiciarlo. Aquel hijo que después de gastarlo todo vuelve a la casa del Padre, pide perdón y él le acoge, humanamente esto es impensable, que después de malgastarlo todo vuelva como si nada, y seguramente por interés. Pero el Padre perdona y acoge, lo celebra, es el milagro de la conversión y de la misericordia infinita de Dios. Y luego también la actitud del hijo mayor ante la bondad del Padre de perdonar, cuando él ha hecho lo correcto y el otro no.

No podemos tener celos del amor y perdón de Dios, debemos sentirnos perdonados y alegrarnos del perdón y de la conversión de otros, es decir vivir la misericordia de Dios y darla a los demás.

Javier Abad Chismol