sábado, 21 de marzo de 2020

IV Domingo de Cuaresma A


¡QUE PUEDA VER!

Queremos tener esperanza


El Señor no mira nuestra grandeza ante los hombres, mira lo sencillo y lo pequeño, nuestro interior y nuestra intención, escruta nuestros corazones, aquello que es defecto para el hombre es virtud para Dios, y aquello que es poder y riqueza ante los hombres es necedad y pequeñez para Dios, podíamos decir sin lugar a dudas que la sabiduría de Dios nos lleva a una felicidad distinta a la oferta que da el mundo, una felicidad que aunque no entendamos nos desborda pero da sentido a nuestra vida a pesar de la dificultad y la adversidad.

El Señor escoge a David como Rey, el más joven y débil, para que entendamos que nuestra fuerza no viene de nosotros ni de los hombres, nuestra grandeza y fuerza viene de Dios, y ahí radica nuestra fortaleza para vencer al pecado y la infidelidad del hombre.

Tenemos una invitación formal del Señor para salir de la oscuridad y de las tinieblas, para salir del pecado, para ser hijos de la luz, que es lo opuesto a la perdición de la ausencia de Dios, donde el mal puede llevarnos a la perdición, es decir, que la luz viene a salvarnos. Es una llamada a la bondad, a la justicia, y la verdad, no estaremos cerca de Dios sino sacamos esas virtudes de nuestro corazón, debemos ser abiertos al amor, y por lo tanto abierto a la conversión. Que despertemos del sueño de nuestra comodidad, de nuestro egoísmo, de nuestra torpeza y de nuestra ceguera espiritual.

El ciego de nacimiento quería ver, quería encontrarse con Dios, ¿queremos nosotros ver al Señor? ¿Nos conformamos con nuestra mediocridad? Debemos pedir al Señor verle en todo aquello que vivimos, que nuestra existencia sea para ser hijos de luz, y de esta manera des mascarar al mal, al demonio y al pecado.

Vivir sin Dios es estar perdido, estar sin Dios no es liberarse del cumplimiento de la Ley, sino es quedar esclavo del pecado y de la corrupción, cuando eliminamos a Dios ya estamos presos del pecado y de la corrupción, porque ya no distinguimos el bien del mal, por eso no nos cansemos nunca de pedir que podamos verle en todo momento y lugar.

Javier Abad Chismol

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