“SANTOS
ANÓNIMOS”
Aparecía a
lo lejos una muchedumbre, enorme, los que vienen de la gran tribulación, los
que han lavado y blanqueado sus túnicas con la sangre del Cordero. Es el sueño
de Juan en el libro del Apocalipsis, del gran libro de la Revelación y del
final de los tiempos, nos encontramos ante la salvación universal de la
humanidad, todos los que han vivido y sufrido en este valle de lágrimas, los
que han sufrido la persecución, todos ellos salen purificados y salvados.
Es el sello
del Dios vivo, es la multitud de todo en nuevo Pueblo de Dios de la Jerusalén
terrestre que pasa a la Jerusalén celeste. Todos estamos llamados a esa
plenitud, es decir, estamos llamados a ser santos, a semejarnos más al Señor, a
quedar purificados de nuestros pecados, de nuestras idolatrías, de lo que nos
aleja del amor de Dios, hemos sido bautizados y redimidos por la sangre del
Cordero, nuestros pecados no pueden ser eliminados por nosotros mismos, estos
quedan purificados y blanqueados por puro amor, por pura caridad.
Descubrimos
la llamada a ser santos en las Bienaventuranzas, en la pureza de corazón, en el
camino marcado y anunciado en el Evangelio para que podamos alcanzar ese grado
de perfección, él está con los que lloran, con los que sufren, con los
atribulados. Tenemos que tener hambre de justicia, de solidaridad de caridad,
hambre por cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, de llegar a la máxima
plenitud.
Eso es lo
que recordamos en todos los santos, hombres y mujeres desconocidos para el
mundo pero no ante los ojos de Dios, personas cumplidoras de la voluntad
salvífica, es el día de los santos, de los hombres que eran como nosotros,
pecadores, débiles y frágiles corporalmente, son los santos anónimos que hoy
interceden por nosotros y que les recordamos con cariño y que les pedimos que
nos ayuden a ser santos.
Javier Abad
Chismol
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