miércoles, 20 de septiembre de 2017

PRIMER DÍA DE LA NOVENA 2017, AHÍ TIENES A TU MADRE

¡AHÍ TIENES A TU MADRE!



En la vida estamos en un camino continuo, podemos decir que somos misioneros, porque tenemos una labor que hacer en este mundo, en nuestra comunidad, en nuestra familia, y esa misión sólo se revela desde la acción concreta que se nos ha encomendado a cada uno.
María es el ejemplo de amor puro y entregado, un amor incondicional, que le lleva a acompañar a su hijo hasta el final, es la gran lección de fe que nos da María a todos nosotros, pensar por un momento como se sentiría María a los pies de la cruz, acompañando a su hijo en el monte Calvario.
Cualquier madre se hubiera enfadado de rabia, y en cambio podemos contemplar, mirar la paciencia de María, calla, acepta, esta triste, pero aprende a guardar todo en lo más profundo de su ser, algo que le lleva a tener una gran entereza para poder seguir adelante. Recordar las palabras que os decía y repetía; “María guardaba todas estas cosas en su corazón”, y cuantas cosas tenía que guardad y aceptar sin entender y sin estar de acuerdo, e incluso pareciéndole injustas.
Es un claro ejemplo de actitud ante los problemas de la vida, ante el dolor, la injusticia, la muerte, es como poder convivir con el mal en estado puro, ¿Cómo poder reconciliarnos y convivir con la maldad? Es algo difícil porque siempre nos vendrá una especie de rebeldía a aceptar a un Dios que consiente el poder de las fuerzas del mal.
Es más, imaginaros a María como estaría ¿cómo hacer esto con Jesús?, ¿Qué Padre bueno lo consiente?, ¿Tiene más fuerza el mal que el bien?, ¿Pueden más los hijos de las tinieblas que los hijos de la luz?  Como podemos ver preguntas y dudas no nos faltan para poder reflexionar y darnos cuenta a su vez que tenemos mucho que aprender de María. Eso no significa tener una actitud de sumisión, se trata de algo mucho más grande, se trata de vivir, sin ceder, sin doblar, sin aceptar el chantaje del mal. El cristiano no es alguien que se resigna, que cae en una sumisión absoluta. El cristiano es aquel que sigue adelante en su misión y lo hace en paz, pero no en la cesión, es decir sin caer en la presión ambiental, en la presión del mundo, es continuar adelante hasta el final.
Seguramente Jesús se podría haber librado de su muerte, del martirio, tuvo  oportunidad de hacerlo, pero entonces seguramente no habría cumplido la misión a la que se le había llamado, por lo tanto morir es vivir, es renunciar por una causa mayor. Cuando Jesús le dice a Pedro de la manera que tenía que morir, Pedro se enfadó ante el anuncio de la muerte de Jesús, y este le dijo que pensaba como los hombres, que se apartara de él, pronunció las palabras de la encarnación del mal, de Satanás.
Si Jesús no hubiera ido a Jerusalén no lo habrían apresado, también sabía cómo lo iban a traicionar  pero aun así fue al huerto de los Olivos. También tuvo posibilidad ante Pilato de librarse de todo, pero no contestaba y callaba, es decir, no cedía ante los chantajes del mundo, que invitan a renunciar a Dios y a la misión.
Este es el fundamento de la vocación cristiana, seguir al Señor en plenitud y en autenticidad, Jesús nos deja a su madre para que sea nuestra intercesora, para que nos acompañe a lo largo de nuestra vida, por lo tanto no estamos solos, estamos acompañados, y aunque nos parezca que estamos solos, o que Dios se ha olvidado de nosotros, eso no es cierto, porque sigue a nuestro lado, porque no nos abandona.
Mirar a María es mirar al modelo de paciencia y de servicio a la voluntad de Dios, María a los pies de la cruz, es el gran regalo que nos da el Señor, para que en el sufrimiento, en el dolor, en la injusticia, en la enfermedad o en la muerte no estemos solos. 
Si recordamos la tradición de la Virgen de los Desamparados, podemos contemplar a María a los pies de la cruz. María que está con aquellos que están solos. La Virgen acompañaba a aquellos que morían solos, desamparados, a aquellos desheredados de la tierra. Esos niños que están a los pies de la Virgen, que son los desheredados de la tierra.
Cuantas injusticias se dan en nuestro mundo, cuantas veces esta María a los pies de la cruz, del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, de los que están más solos. De los niños, de los ancianos, de los enfermos, de las personas con discapacidad. ¿Y qué nos pide María hoy a cada uno de nosotros?
Con las palabras “Ahí tienes a tu madre” se nos dice que es nuestra madre, que es la madre de los creyentes, que es nuestra madre en la fe, y por este motivo le invocamos en su protección para que nos acompañe al igual que hizo con Jesús en el Monte Calvario.
¿Cómo se sentiría María? ¿Qué se le pasaría por la cabeza ante tanto dolor? María rompe toda lógica, ¿Qué madre puede quedar aparentemente impasible ante el sufrimiento de su Hijo? Sólo una mujer de fe, una mujer de Dios, tocada por la gracia, y que es capaz de vencer todos los miedos y rebeldías. Esto no quiere decir que María solo fuera una mujer resignada, no es cierto, María había aprendido a respetar los tiempos de Dios, unos tiempos que en muchas ocasiones no son los mismos que nosotros queremos o pretendemos tener. Jesús afirmaba a su madre que no había llegado su hora, esto nos lleva a respetar esos tiempos de Dios, esos tiempos no son los de nuestro mundo, y esos tiempos solo tienen sentido desde la trascendencia que da la fe.
Dejemos a Dios ser Dios, y que tengamos claro que nada ocurre por casualidad, y aunque sabemos que es muy difícil seguir en la dificultad, hay una gracia especial que nos permite seguir adelante.
María está a los pies de la cruz, del sufrimiento del mundo, del dolor. No podemos negar la condición humana de fragilidad, al igual que no podemos negar el pecado del hombre, la soberbia, que es lo que hace que aflore la injusticia, y todo aquello que sale de un corazón del hombre lleno de rencor y de codicia.
La injusticia viene de la prepotencia del hombre de querer estar por encima de los demás, por ser los mejores, por conquistar más territorios, por imponer a los demás una determinada ideología. Son los conflictos que se dan en nuestro mundo, donde quieren gobernar los poderosos, que consiste en que quieren ser como dioses que lo dominan todo, que dominan a otros países, a otras personas, y eso muchas veces se consigue a cualquier precio, sin importar los derechos e incluso la vida de las personas.
Por este motivo solo la intervención directa del Señor es la que puede hacer cambiar los esquemas del mundo, como hacer de una derrota una victoria, como llevar a éxito el fracaso, como hacer que de la muerte surja la vida, la resurrección, todo ello sólo es posible por la gracia, como don divino que hace que todos los hombres se encuentren con su Creador.
No podemos olvidar que cada uno de nosotros está hecho para el bien y para el mal, es decir, que somos capaces de lo mejor y de lo peor, y que está en nuestra mano que hagamos aflorar en nosotros alguna de esas facetas.
Por eso muchas veces decimos que no es que haya hombres buenos o malos, hay opciones y decisiones, es decir, dependerá de lo que desarrollemos más en nuestra existencia, esa es nuestra plenitud, la opción, la libertad, esa libertad que en muchas ocasiones se convierte en nuestra cárcel o incluso en nuestra condena. Es esa escala de valores, la que nos puede desviar del camino, porque cuando jugamos a deformar la conciencia es cuando provocamos la destrucción del género humano.
Jesús universaliza la figura de María, llamándola mujer como hizo también en las bodas de Cana, de esta manera se hace nuestra madre, nuestra salvadora y protectora.
María nos ayuda a vencer el mal, el pecado, nos da el antídoto contra el Maligno, contra el demonio. La imagen del Apocalipsis  en el que la mujer vence al dragón, a todos los pecados que destruyen al hombre, aplasta la cabeza del demonio, de la serpiente, representa a maría, que de esta manera María se convierte en la nueva Eva, porque vence al mal. Por una mujer entro el pecado en la humanidad, y así por otra mujer, por María nos viene la salvación, nos viene la redención.
Es el gran don que nos deja a todos nosotros Jesús, nos da a su madre, se la da a toda la humanidad, de esta manera nos da la posibilidad de vencer al pecado, de descubrir cuando el mal viene a nosotros, un mal que suele venir revestido de engaño sutil. El demonio nos seduce para que hagamos lo que no debemos, y no sólo nos lleva a una actitud completamente errónea, sino que nos lleva al enfrentamiento directo contra Dios, para que veamos lo injusto y tirano que es Dios, que nos trata mal, que consiente el mal, nos dice en definitiva que Dios es un mal Padre, y por eso está justificada la rebeldía.
María se ha convertido en madre nuestra, María se convierte en madre de la Iglesia, en donde entramos todos, en donde se nos dan los sacramentos, en donde profundizamos en la fe. Necesitamos de nuestra madre la Iglesia, para que podamos  caminar de su mano, como María al lado de Jesús. Un acompañamiento que viene a darnos a todos nosotros razones de nuestra fe, que nos ayuda a caminar, a seguir adelante.
Al igual que María estuvo al lado de Jesús a lo largo de su vida en el mundo, la Iglesia también nos acompaña a nosotros. Desde nuestro nacimiento, desde que recibimos el sacramento del bautismo y quedamos incorporados a la Iglesia, y luego en nuestra vida, en los momentos claves y fundamentales de nuestra existencia.
Nosotros no podemos utilizar a la Iglesia, ni a María, ni a los sacramentos, tan sólo como puros instrumentos. Se nos invita a vivir una fe profunda, que no sea artificial, que no sea instrumental.
Los cristianos no somos personas aisladas que creemos en Jesús, sino que formamos un cuerpo, formamos la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, y a su vez un principio vivificador que es el impulso del Espíritu Santo. Por eso es madre nuestra, es madre de toda la humanidad. Por esto es tan importante la misión de todos los creyentes, para que todos puedan saber esto, es madre de todos, de los que están más o menos convencidos, de los que la ignoran, e incluso también de aquellos que persiguen al Señor. Nadie está condenado a priori, el que se condena es el hombre que no quiere, que se niega, que se revela, porque quiere ser el artífice de su propia creación; el hombre que se resiste a aceptar a un Dios creador, es la criatura contra el creador.
Por medio del Hijo, nosotros aprendemos a amar a María, a responder a su amor de madre y de entrega con nuestro propio amor, hacernos semejanza con ella, para que sea nuestra maestra en el amor, aprender a amar en gratuidad y servicio, no hacerlo desde el interés o la compensación afectiva. Amar al otro sin pedir nada a cambio. Debemos saber que muchas veces las personas son desagradecidas, y que servir, entregar nuestro tiempo, ayudar a otros, no va a significar en absoluto agradecimiento, si nuestra esperanza esta puesta en la respuesta humana tarde o temprano quedaremos defraudados.
Por ello tenemos que hacer caso a María para hacer lo que el Señor, nos diga, como decía María a los criados de la boda, para que nuestra vida esté llena de contenido, de vida.
María es el modelo de discípulo de Cristo, que sabe acompañar, que espera, que no pregunta, que acepta la voluntad de Dios, que vence los miedos y es capaz de seguir adelante a pesar de la contradicción. Esa es la grandeza de María, esa grandeza en la pequeñez y en la humildad.
Con María podemos llegar a entender y comprender de verdad quien es Jesús, y de esta manera ella misma se convierte en camino, en su seguimiento incondicional, en el amor en gratuidad.
Javier Abad Chismol



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