jueves, 31 de agosto de 2017

Domingo XXII del Tiempo Ordinario Ciclo A


“ME SEDUJISTE SEÑOR”


El Señor sale a nuestro encuentro todos los días de nuestra vida, se hace el encontradizo, en ocasiones somos nosotros que desde un manera sutil le esquivamos, seguramente porque cumplir, descubrir y aceptar la voluntad de Dios es difícil, y nos falta la valentía y el coraje para saltar al vacío.

Como a Jeremías, profeta de Dios, que siente la seducción de Dios, su invitación a la misión, pero a su vez siente la tensión del miedo, porque sabe que lo que le pide Dios va a producirle violencia, porque tiene que decir al pueblo, a la gente, que su conducta es errónea, y que está lejos de lo que Dios desea para el hombre. Experimenta como se burlan, que mienten contra él, que desean su caída, y que están esperando hundirlo con sus palabras o con sus obras.

Jeremías tiene la tentación de abandonar la misión porque sabe que van a por él, es la presión que sienten los mártires, que sintió también Jesucristo cuando fue perseguido hasta la muerte. La verdad es perseguida por la calumnia y la mentira que a su vez lleva a la violencia y al odio.




Nuestro mundo está lleno de odio, está lleno de la corrupción por el pecado, un pecado que está enmascarado, que defiende hasta el asesinato y la mentira, que desvirtúa a Dios y hace creer lo que no es correcto, que nos hace vivir en una falsedad.

Pidamos al Señor la gracia del discernimiento, de saber distinguir lo que viene de Dios de lo que viene de los hombres, es una gracia que se nos da a través de la oración y de la experiencia personal, saber lo que viene de la verdad de lo que viene del maligno. Que no nos equivoquemos, el mal seduce más que el bien, y es muchas veces más atractivo, la voluntad de Dios suele ir acompañada de mayor renuncia y sacrificio.

Porque seguir a la verdad, seguir al Señor es renunciar e incluso perder la vida. Jesús anunciaba a sus discípulos que es lo que tenía que ocurrir, incluso de que forma iba a morir y lo asesinarían. Pedro, los discípulos no podían dar crédito de ningún tipo a sus palabras, ¿Cómo iba el Hijo del Hombre a morir así? No se podía comprender o incluso tolerar que esto fuera así.

Es más, Jesús dice unas fuertes palabras a Pedro cuando este dice que eso no puede ser, le dice “apártate de mí Satanás, que piensas como los hombres”, se refería a no aceptar el absurdo de la cruz, y por tanto de la renuncia, para ganar la vida hay perderla.

Que estemos todos nosotros dispuestos a obedecer y descubrir la voluntad de Dios en nuestra existencia, aceptemos con fe lo que Dios nos ponga delante en nuestra existencia y que aunque como Jeremías o Pedro tengamos cierta rebeldía al final en nuestra vida prevalezca hacer lo que tenemos que hacer, que es obedecer a Dios ante que a los hombres.

Javier Abad Chismol

               


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