miércoles, 11 de enero de 2017

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A

JAVIER ABAD CHISMOL, Reflexiones Religiosas: II Domingo del Tiempo Ordinario A:


MI DIOS ES MI FUERZA

La fortaleza del cristiano viene del Señor, no por nuestros méritos y capacidades, sino que es el mismo Señor quien nos da el coraje y la fuerza para seguir adelante en los avatares de la vida, somos criaturas suyas. Desde nuestro nacimiento somos hijos queridos ya amados de Dios, y por lo tanto nuestra existencia no es un absurdo, ni fruto de la casualidad ni del azar, somos un proyecto amado por Dios que debe alcanzar la plenitud en esta vida terrena.

Ser luz para las gentes, para todos los pueblos, ese es el sentido de la misión del profeta, de la boca de Dios, alumbrar, ser luz para las naciones, para que se camine como hijos de la luz y no de la tiniebla, esa salvación debe llegar a todos los confines de la tierra, llevando el significado real de salvación que es universal, porque Dios quiere que todos los hombres se salven y alcancen la salvación, y ahí caben todos sin excepción.

Esa salvación va unida, como nos propone San Pablo, a la llamada a la santidad, ser santos es asemejarse al Señor, es ser imitadores de Cristo, seguir sus pasos, ser reflejos de la verdad, sus caminos y su mensaje, es evidente que esto no va exento de dificultades, de crisis y de dudas, pero recordemos de nuevo que nuestra fuerza es el Señor, y por lo tanto de ahí viene nuestra posibilidad de santidad y de salvación. La gracia y la paz, son dones del Señor, los cuales tenemos que estar dispuestos a acogerlos y dejarnos llenar por esos dones gratuitos que nos da el Padre, una paz que solo puede dar la verdad y que está llena de consuelo y de esperanza.

Tenemos que reconocer a Cristo en nuestro caminar del día a día, como Juan Bautista, que nada más ver al Maestro lo reconoció y afirmo con rotundidad que era el Cordero de Dios, la entrega del Padre, que borra nuestros pecados, que carga con nuestra culpas, que aun siendo inocente, está dispuesto a liberarnos de nuestros pecados, como muestra clara de amor y de entrega, se da por nosotros, y suple todas nuestras culpas, ese es el amor del Padre que se plasma en su Hijo y se nos entrega a todos nosotros.

Juan vio la gracia del Espíritu Santo que bajaba sobre el Señor, y se convierte por mandato divino en portador y emisor de la verdad, es el que anuncia lo que tiene que venir, y como debemos estar preparados para aceptar ese envió que se nos da en la Buena Noticia del Evangelio.

Javier Abad Chismol

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