día 1 de noviembre: eucaristia a las 12:00 horas y 19:30 horas
Todos los santos
Todos los santos
“SANTOS ANÓNIMOS”
Aparecía
a lo lejos una muchedumbre, enorme, los que vienen de la gran
tribulación, los que han lavado y blanqueado
sus túnicas con la sangre del Cordero. Es el sueño de Juan en el libro
del Apocalipsis, del gran libro de la Revelación y del final de los
tiempos, nos encontramos ante la salvación universal de la
humanidad, todos los que han vivido y sufrido en este valle de lágrimas,
los que han sufrido la persecución, todos ellos salen purificados y
salvados.
Es
el sello del Dios vivo, es la multitud de todo en nuevo Pueblo de Dios
de la Jerusalén terrestre que pasa a la
Jerusalén celeste. Todos estamos llamados a esa plenitud, es decir,
estamos llamados a ser santos, a semejarnos más al Señor, a quedar
purificados de nuestros pecados, de nuestras idolatrías, de lo
que nos aleja del amor de Dios, hemos sido bautizados y redimidos por la
sangre del Cordero, nuestros pecados no pueden ser eliminados por
nosotros mismos, estos quedan purificados y blanqueados por
puro amor, por pura caridad.
Descubrimos
la llamada a ser santos en las Bienaventuranzas, en la pureza de
corazón, en el camino marcado y
anunciado en el Evangelio para que podamos alcanzar ese grado de
perfección, él está con los que lloran, con los que sufren, con los
atribulados. Tenemos que tener hambre de justicia, de solidaridad
de caridad, hambre por cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, de
llegar a la máxima plenitud.
Eso
es lo que recordamos en todos los santos, hombres y mujeres
desconocidos para el mundo pero no ante los ojos de
Dios, personas cumplidoras de la voluntad salvífica, es el día de los
santos, de los hombres que eran como nosotros, pecadores, débiles y
frágiles corporalmente, son los santos anónimos que hoy
interceden por nosotros y que les recordamos con cariño y que les
pedimos que nos ayuden a ser santos.
Javier Abad Chismol
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