miércoles, 18 de marzo de 2020

Miércoles de la III Semana de Cuaresma A


ESCUCHA PUEBLO DE DIOS, CUMPLE LOS PRECEPTOS

Reflexión del 18 de Marzo de 2020


Los mandatos que el Señor nos propone, que no nos impone, son para nuestra salvación, para el perdón de nuestros pecados y para que nos podamos abrazar a la verdad, una verdad plena que no va exenta de exigencias, no porque creamos en un Dios que nos llena de normas o de leyes, sino porque el camino que se nos marca es el que conoce nuestro corazón y por lo tanto nos lleva al sentido de nuestra vida y de nuestro existir.

En ocasiones vivimos al margen de Dios, nuestro mundo deja a un lado las exigencias espirituales o no materiales, incluso se cae en la tentación de la caridad activista dejando al margen a Dios. ¡Escucha Pueblo de Dios! No dejes de lado el camino que te marco y todo te irá bien.

Cuando la humanidad juega a ser Dios, a poner sus leyes y preceptos al margen de la Ley Natural de Dios, es cuando el hombre empieza su propia autodestrucción, porque se siente sin temor, un mundo sin Dios está condenado en su ambición a sucumbir, la gran carencia del hombre de hoy es precisamente saltarse los preceptos que se nos han dado, pero nos inventamos unos para ser buenos, que supera a Dios y acaba por ceder ante el mundo.

Nos avisa el libro del Deuteronomio: “Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas a olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”

Debemos transmitir la verdad plena para no sucumbir ante la adversidad y la dificultad, para que de verdad nuestro auxilio y nuestra salvación sea el Señor.

El Señor no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento, es la tentación del hombre en ser mejor que Dios en ponerse en su lugar y poder llegar a enseñar una doctrina más mundana que espiritual, ser de Cristo es algo más que querer ser bueno, es estar llamado a la trascendencia, que es el camino para la libertad y el perdón, por ello enseñemos una verdadera doctrina sana, no la que es más divertida y fácil, la verdadera.

Nuestra vida en si es un valle de lágrimas, no nos empeñemos que la vida sea lo que no es, es decir, ausenta de dificultades, de problemas, de adversidad, de enfermedad y de muerte, permanezcamos en Cristo y de esa manera encontraremos paz en nuestro interior a pesar del dolor y el sufrimiento, es contemplar la luz de Cristo y abrazarse a la cruz.

Javier Abad Chismol


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