jueves, 30 de octubre de 2014

TODOS LOS SANTOS 2014

día 1 de noviembre: eucaristia a las 12:00 horas y 19:30 horas

Todos los santos

“SANTOS ANÓNIMOS”



Aparecía a lo lejos una muchedumbre, enorme, los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado y blanqueado sus túnicas con la sangre del Cordero. Es el sueño de Juan en el libro del Apocalipsis, del gran libro de la Revelación y del final de los tiempos, nos encontramos ante la salvación universal de la humanidad, todos los que han vivido y sufrido en este valle de lágrimas, los que han sufrido la persecución, todos ellos salen purificados y salvados.
Es el sello del Dios vivo, es la multitud de todo en nuevo Pueblo de Dios de la Jerusalén terrestre que pasa a la Jerusalén celeste. Todos estamos llamados a esa plenitud, es decir, estamos llamados a ser santos, a semejarnos más al Señor, a quedar purificados de nuestros pecados, de nuestras idolatrías, de lo que nos aleja del amor de Dios, hemos sido bautizados y redimidos por la sangre del Cordero, nuestros pecados no pueden ser eliminados por nosotros mismos, estos quedan purificados y blanqueados por puro amor, por pura caridad.
Descubrimos la llamada a ser santos en las Bienaventuranzas, en la pureza de corazón, en el camino marcado y anunciado en el Evangelio para que podamos alcanzar ese grado de perfección, él está con los que lloran, con los que sufren, con los atribulados. Tenemos que tener hambre de justicia, de solidaridad de caridad, hambre por cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, de llegar a la máxima plenitud.
Eso es lo que recordamos en todos los santos, hombres y mujeres desconocidos para el mundo pero no ante los ojos de Dios, personas cumplidoras de la voluntad salvífica, es el día de los santos, de los hombres que eran como nosotros, pecadores, débiles y frágiles corporalmente, son los santos anónimos que hoy interceden por nosotros y que les recordamos con cariño y que les pedimos que nos ayuden a ser santos.

Javier Abad Chismol

viernes, 24 de octubre de 2014

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

XXX Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo A
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 Primera lectura
 Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros
Lectura del libro del Éxodo 22, 20-26

Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

Palabra de Dios

 Salmo responsorial
 Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab

R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor; 
tú eres mi fortaleza; 
Señor, mi roca, 
mi alcázar, mi libertador. R.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, 
mi fuerza salvadora, mi baluarte. 
Invoco al Señor de mi alabanza 
y quedo libre de mis enemigos. R.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, 
sea ensalzado mi Dios y Salvador. 
Tú diste gran victoria a tu rey, 
tuviste misericordia de tu Ungido. R.

 Segunda lectura
 Abandonasteis los ídolos para servir a Dios 
y vivir aguardando la vuelta de su Hijo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10

Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Palabra de Dios

 Aleluya
 
Jn 14, 23

El que me ama guardará mi palabra -dice el Señor-,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

 Evangelio
 
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» 
Él le dijo:
- "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser."
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor

viernes, 17 de octubre de 2014

SEMANA XIX TIEMPO ORDINARIO A

Reflexión Semanal

DAR A DIOS LO QUE ES DIOS



El ser humano se empeña una y otra vez en buscar a dioses a su medida, como si el único y verdadero Dios no fuera bastante. Es un acto de soberbia en el que podemos caer todos, un acto que nos puede llevar a nuestra propia aniquilación. Porque no aceptamos a Dios, porque queremos otra cosa, porque nos creemos mejor que Él, y de esta manera nos empeñamos en decirle a Dios como debe comportarse, como deben ser las cosas y por lo tanto nos autoproclamamos dios al querer suplantarle o fabricar otro que se adapte a lo que me conviene.

Hoy recibimos ese mandato de la misión del anuncio de poder llevar un mensaje distinto a todos los hombres un mensaje de plenitud, de salvación y de trascendencia.

San Pablo nos propone como gran virtud la perseverancia, el continuar adelante en la misión a pesar de las dificultades y de los problemas, es hora de saber afrontar la existencia con el don de la fe y de la esperanza. Se nos puede llenar la boca de testimonio de Cristo, de amor, pero ante la dificultad surge nuestras dudas, ¿si soy bueno, porque las cosas no siempre me salen bien o como yo quiero? La fe no es una carta u hoja de ruta que nos deja al margen de la condición humana. De ahí surgen aquellos enfados, de no sentirnos apremiados por nuestra fidelidad. El Señor nos habla de vencer las dificultades, de seguir adelante, de llegar a la meta que en ocasiones puede ser el martirio.

Y por eso nos lleva a vivir en este mundo rompiendo la esclavitud que nos ata a este mundo. Los judíos tientan a Jesús, le enseñan una moneda del Cesar y le preguntan si es lícito pagar los impuestos. Él no contesta lo que ellos quieren escuchar que no hay que pagar para decir que es un rebelde y así poder condenarlo. Jesús nos invita a no caer en la trampa del mundo, y se nos recuerda algo fundamental para el cristiano, y es que hay que obedecer antes a Dios que a los hombres.

Javier Abad Chismol


LECTURAS

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

Ciclo A  Octubre de 2014

            Primera lectura

                Llevó de la mano a Ciro para doblegar ante él las naciones
Lectura del libro de Isaías 45, 1. 4-6

Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano:
«Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán.
Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías.
Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí.
Yo soy el Señor, y no hay otro.»

Palabra de Dios

            Salmo responsorial

            Sal 95, 1 y 3. 4-5. 7-8. 9-10a y c

R. Aclamad la gloria y el poder del Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R.

            Segunda lectura
            Recordamos vuestra fe, vuestro amor y vuestra esperanza
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 1-5b

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz.
Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones.
Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.
Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

Palabra de Dios

            Aleluya

Flp. 2, 15d. 16
Brilláis como lumbreras del mundo,
mostrando una razón para vivir.


            Evangelio
           
Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
- «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no? »
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
- «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
- «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
- «Del César.»
Entonces les replicó:
- «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»


Palabra del Señor

sábado, 9 de agosto de 2014

LA ASUNCIÓN

HORARIO PARA LAS EUCARISTÍAS DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
JUEVES DÍA 14 A LAS 19:30 HORAS
VIERNES DÍA 15 A LAS 12:00 HORAS




Asunción de Nuestra Señora

"María, levántate, te traigo esta rama de un

 árbol del paraíso, para que cuando mueras

 la lleven delante de tu cuerpo, porque 

vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda".

 15 de agosto



Solemnidad
Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.

Un ángel se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo: "María, levántate, te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda". María tomó la palma, que brillaba como el lucero matutino, y el ángel desapareció. Esta salutación angélica, eco de la de Nazaret, fue el preludio del gran acontecimiento.

Poco después, los Apóstoles, que sembraban la semilla evangélica por todas las partes del mundo, se sintieron arrastrados por una fuerza misteriosa que les llevaba a Jerusalén en medio del silencio de la noche. Sin saber cómo, se encontraron reunidos en torno de aquel lecho, hecho con efluvios de altar, en que la Madre de su Maestro aguardaba la venida de la muerte. En sus burdas túnicas blanqueaba todavía, como plata desecha, el polvo de los caminos: en sus arrugadas frentes brillaba como un nimbo la gloria del apostolado. Se oyó de repente un trueno fragoroso; al mismo tiempo, la habitación de llenó de perfumes, y Cristo apareció en ella con un cortejo de serafines vestidos de dalmáticas de fuego.

Arriba, los coros angélicos cantaban dulces melodías; abajo, el Hijo decía a su Madre: "Ven, escogida mía, yo te colocaré sobre un trono resplandeciente, porque he deseado tu belleza". Y María respondió: "Mi alma engrandece al Señor". Al mismo tiempo, su espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con él entre nubes luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El corazón que no sabía de pecado, había cesado de latir; pero un halo divino iluminaba la carne nunca manchada. Por las venas no corría la sangre, sino luz que fulguraba como a través de un cristal.

Después del primer estupor, se levantó Pedro y dijo a sus compañeros: "Obrad, hermanos, con amorosa diligencia; tomad ese cuerpo, más puro que el sol de la madrugada; fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto al monumento hasta que veáis cosas prodigiosas". Se formó un cortejo. Las vírgenes iniciaron el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con antorchas en las manos, y en medio caminaba san Juan, llevando la palma simbólica. Coros de ángeles agitaban sus alas sobre la comitiva, y del Cielo bajaba una voz que decía: "No te abandonaré, margarita mía, no te abandonaré; porque fuiste templo del Espíritu Santo y habitación del Inefable". Acudieron los judíos con intención de arrebatar los sagrados despojos. Todos quedaron ciegos repentinamente, y uno de ellos, el príncipe de los sacerdotes, recobró la vista al pronunciar estas palabras: "Creo que María es el templo de Dios".

Al tercer día, los Apóstoles que velaban en torno al sepulcro oyeron una voz muy conocida, que repetía las antiguas palabras del Cenáculo: "La paz sea con vosotros". Era Jesús, que venía a llevarse el cuerpo de su Madre. Temblando de amor y de respeto, el Arcángel San Miguel lo arrebató del sepulcro, y, unido al alma para siempre, fue dulcemente colocado en una carroza de luz y transportado a las alturas. En este momento aparece Tomás sudoroso y jadeante. Siempre llega tarde; pero esta vez tiene una buena excusa: viene de la India lejana. Interroga y escudriña; es inútil, en el sepulcro sólo quedan aromas de jazmines y azahares. En los aires una estela luminosa, que se extingue lentamente, y algo que parece moverse y que se acerca lentamente hasta caer junto a los pies del Apóstol. Es el cinturón que le envía la virgen en señal de despedida.

Esta bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos con soberanas claridades.

Nunca la Iglesia quiso incorporarla a sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para edificación de los fieles. Penetró en todos los países, iluminó a los artistas e inspiró a los poetas. Parece que resurgió, una vez más, en el valle de Josafat, allá donde los cruzados encontraron el sepulcro en el que se habían obrado tantas maravillas y sobre el cual suspendieron tantas lámparas. Como la piedad popular quiere saber, pidiendo certezas y realidades, la leyenda dorada aparece con los rasgos con que el oriental sabe tejerlos entre el perfume del incienso y azahares, adornada con estallidos y decorada con ángeles y pompas del Cielo. Se difunde en el siglo V en Oriente con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes, Gregorio de Tours la pasa a las Galias, los españoles la leen en el fervor de la reconquista con peregrinos detalles y toda la Cristiandad busca en ella durante la Edad Media alimento de fe y entusiasmo religioso.

Ni fecha, ni lugar. ¿Cómo fue el prodigio? Escudriñando la Tradición hay un velo impenetrable. San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no se quedó en ella. Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de afirmar la diferencia. ¿Tránsito? Separación inefable. Ni el Areopagita, ni Epifanio, ni Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el último eslabón de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y, despertando secretos armónicos, apostilla la Asunción con la Coron
ación que el arte de Fra Angélico se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre. La Iglesia celebra, junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente redimida, Glorificada desde la Traslación.

martes, 5 de agosto de 2014

SAN ROQUE

EUCARISTÍA EN HONOR DE SAN ROQUE EL DÍA 5 DE AGOSTO DE 2014 A LAS 19:30 HORAS


SAN ROQUE Y EL PERRO QUE LE SALVÓ LA VIDA

San Roque nació a mediados del 1300 de Montpellier (Francia). Hijo único y tardío de una familia devota y muy pudiente (su padre era el Gobernador de la ciudad), quedándo huérfano muy pronto, a los 20 años.
Al perder a sus padres decició vender todas sus posesiones y peregrinar a Roma.
Al poco de comenzar su peregrinación se desató en Europa la epidiemia de la peste negra que acabó con la vida de 1/3 de la población europea.
A partir de ese momento San Roque, que siempre había tenido devoción por los pobres y por los enfermos, y probablemente contando con algún conocimiento de medicina ya que en su ciudad natal se encontraba la que por entonces era una de las Facultades de Medicina más prestigiosa de Europa (fundada en el S. XIII), comenzó a atender a los enfermos que habían contraido la enfermedad.
En su camino a Roma, cuando se encontraba en la provincia de la Toscana, en concreto en la ciudad de Acquapendente, se dispuso a ayudar en su hospital a los enfermos de la peste.
A muchos los curó haciéndoles tan sólo la señal de la Cruz en la frente, a otros los ayudó en el "Buen Morir", y a otros muchos que fallecían, él mismo les cavaba las tumbas y les daba sepultura, ya que nadie se quería acercar a los cadáveres por miedo al contagio.
Siguiendo su peregrinar en la ciudad de Cesanea curó a un Cardenal, el cual lo presentaría con posterioridad al Papa. En Rimini continuó sanando a la gente y predicando el evangelio, pero cuando llegó a Piacenza contrajo la enfermad, y se retiró al bosque, a una cueva, para no suponer una carga ni una fuente de contagio para nadie.
Pero Dios, en su infinita Misericordia, tenía otros planes para el bueno de Roque, y apareció un perrito que le llevaba cada día una rosquilla de pan (en aquella época los panecillos se hacían con ésta forma), y además, le lamía las ulceras que la enfermad había producido en su cuerpo.
Este perrito pertenecía a Gottardo Pallastrelli, un hombre acomodado, y al ver que repetidamente su perro cogía una rosquilla de la mesa y abandonaba la casa deció un día seguirlo. El buén hombre al ver a San Roque y presenciar lo que su querida mascota estaba haciéndo con él, decidió hospedarlo a su casa, donde tanto él como su entrañable mascota, lo alimentaron y cuidaron, mientras San Roque lo instruía en el Evangelio.
Cuando San Roque sanó el Sr, Pallastrelli decidió peregrinar como había hecho él a Roma.
Una vez sanado, decidió volver a Montpellier, pero en un pueblo del norte de italia, fue detenido bajo la acusación espionaje, y mandado ha prisión, donde estuvo entre 3 y 5 años hasta su fallecimiento, probablemente en torno al año 1378.
Algunos historiadores creen que falleció en la prisión de Montepellier, pero otros muchos sitúan su muerte en la carcel de Angera, ciudad en la que había sido apresado.
San Roque perteneció a la 3ª Orden de los franciscanos, una rama de esta congregación reservada a las personas laicas que quieren vivir bajo la espiritualidad de San Francisco de Asís. Este hecho fué reconocido por el Papa Pío IV en 1547.
Fue declarado Santo por el Papa Gregorio XIII.
San Roque es junto a San Sebastian el abogado de las epidemias, en especial de la peste, y junto a San Antonio Abad el patrón de los animales, en especial de los perros. Su culto, en lo que a mascotas se refiere, está muy extendido en especial en sudamerica, donde es muy frecuente encomendarse a él, cuando nuestras mascotas enferman o se pierden.
El "Acta Brevoria", es el texto más fideligno de la vida de éste santo, redactada en el Norte de Italia, de autor anónimo, pero de la que la mayoría de los historiadores creen que fue escrita por el propio Gottardo Pallastrelli, probablemente hacia el 1430.

lunes, 28 de abril de 2014

SAN VICENTE FERRER, 28 DE ABRIL DE 2014

VIDA DE SAN VICENTE FERRER


Vicente Ferrer nació en Valencia el 23 de enero de 1350. Fueron sus padres Guillermo Ferrer, notario público, y Constancia Miguel, personas virtuosas y distinguidas en la caridad con los pobres. Tuvieron tres hijas y tres hijos.  Los padres le inculcaron desde muy pequeño una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres. Lo encargaron  repartir las cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar.  Le enseñaron también a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida
    A los  siete años recibió la tonsura clerical. A los once era Beneficiado de la parroquia de Santo Tomás. Y a los diecisiete, ya postulante dominico. Tenía tanta calma como ardor. Tanta pasión como razón. Y todo, dominado por el amor de Dios.
    Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no  hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.
    En 1370, a los veinte años, Vicente Ferrer se incorporó a la Orden de Santo Domingo. Era un joven de inteligencia prodigiosa, viva imaginación e ingenio penetrante.
    Siendo un simple diácono lo mandaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente anunció en un sermón que  esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.
     Para formar a un dominico eran necesarios quince años de estudios. Estudió dos años Lógica en Barcelona. Y enseñó en Lérida otros dos años la misma materia. Luego volvió a Barcelona para estudiar cuatro cursos de Teología. Después, en Touluose, hizo un curso  especial de Teología, que le abrió a  la corrientes teológicas del momento.  A los veintiocho años recibió, con calificación "Summa cum Laude", el doctorado en Teología y se dedicó a la enseñanza de la ciencia sagrada durante ocho años en las universidades de Valencia, Barcelona y Lérida.
    Volvió a Valencia cuando tenía veintinueve años y fue ordenado sacerdote. Elegido prior de su convento, tuvo que renunciar a los pocos meses, porque su comunidad estaba dividida, como toda la Iglesia, a causa del Cisma de Occidente. Durante cuarenta años luchará por la unidad de la Iglesia, dividida  por el cisma "lamentable y doloroso", división que le hizo sufrir mucho.
     San Vicente Ferrer reconoció primero al Papa de Avignón (el Papa Luna), de quien fue confesor y ante quien rechazó el nombramiento de obispo. Posteriormente, viendo el escaso interés de dicho Papa para solucionar el Cisma de Occidente, le abandonó y recorrió diversas regiones aconsejando a príncipes y logrando que retirasen su obediencia a los Papas aviñonenses, por el bien de la Iglesia. En este propósito coincidió al final con Catalina de Siena.
    Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente la salud. En adelante, Vicente recorrerá el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.
    Así, Vicente Ferrer se siente llamado por Cristo a evangelizar Europa. A partir de ese momento recorre comarcas de España, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Italia e Inglaterra, predicando en plazas, caminos y campos.
    Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España.
    Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a bastante distancia.
    Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias de la  Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.
    Antes de predicar rezaba durante cinco o más horas  para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el  suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).
    En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio, a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. Gentes que siempre se habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.
    Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.
    Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.
    Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar de cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.
    Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.
    Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).
    Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba el español, el valenciano y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés.
    San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados. Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.

    Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de Entusiasmo.
    El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas.
   San Vicente intervino en el Compromiso de Calpe y declaró rey de Aragón a Fernando de Antequera, frente al Conde de Urgel.
    En su vida ajetreada supo sacar tiempo y serenidad para escribir. En su obra "Tratado de Vida Espiritual" se manifiesta como Maestro de Santidad. En  él aconseja oración, silencio, pureza,  obediencia, humildad, comprensión de los defectos ajenos, que hay que llevar a la espalda, para no fijarse en ellos, y tener presente los propios, así como también conocimiento de sí mismo, valor en las tentaciones, penitencia, paciencia en las pruebas y perseverancia en la oración.
   Todos los días San Vicente Ferrer cantaba misa y predicaba durante dos o tres horas. Para  él predicar es sembrar, derramar la vida, porque la vida se conserva  por la semilla. Es sembrar en las conciencias el grano del Evangelio. Fruto de ese trabajo paciente eran sus sermones, que llenaban de entusiasmo a las multitudes, en los que hay claridad, profundidad y riqueza de imágenes. En estos sermones se aprecia su gusto por la magnificencia, la música, la pintura, las flores y las misas bellas y solemnes.
  El Espíritu Santo enriqueció a San Vicente Ferrer con carismas proféticos de evangelizador,  taumaturgo, pastor de almas y constructor de la paz. En nuestra Comunidad Valenciana se conoce bien la historia legendaria de sus  abundantes milagros que le envuelven u le mitifican, incluso antes de nacer.
    San Vicente Ferrer murió en la ciudad de Vannes (Francia) el 5 de abril de 1419, Miércoles de Ceniza,  a la edad de 69 años. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que fue declarado santo a los 36 años después de haber muerto (el 29 de Junio de 1455) por Calixto III, a quien San Vicente le había profetizado "Serás Papa y me canonizarás".

     Su cuerpo se conserva en Vannes.

viernes, 18 de abril de 2014

jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO 2014








JUEVES SANTO



NOS AMÓ HASTA EL EXTREMO




Celebramos hoy un acontecimiento muy importante en nuestras vidas, un acontecimiento que actualizamos cada año, hoy conmemoramos el amor tan grande que ha tenido Dios con todos nosotros, un amor que llega hasta el extremo, que llega a sus máximas consecuencias.

Hoy muchos empiezan un periodo vacacional, un tiempo de ocio y de disfrute, muchos seguramente no sabrán bien incluso que es lo que estamos celebrando, en muchos lugares hoy jueves santo ya no es ni siquiera fiesta.

Para muchos el acontecimiento más importante de estos días es que comienza la primavera, el buen tiempo, y por lo tanto un momento ideal para tomar el sol y para descansar. Seguramente la cuaresma habrá pasado también completamente desapercibida, sólo se acordarán de la fiesta del carnaval y de un botellón gigante para festejar el cambio de estación.

Cada vez más el jueves santo se parece a aquella reunión de un grupo de hombres que se juntaron en una pequeña habitación para celebrar la última cena, la última cena del Hijo de Hombre con sus discípulos, con sus amigos, con su pequeño grupo de seguidores.

Hoy nos reunimos alrededor de la mesa del altar, para compartir el pan bajado del cielo, el misterio más grande de amor que el Señor ha dado a toda la humanidad, es el mismo Jesús que a través de las palabras de la consagración del pan y el vino se convierten en su Cuerpo y en sus Sangre, y se nos da a todos nosotros, pasa a formar parte de cada uno, es la culminación máxima de amor. Al hacerse accesible a la humanidad nosotros nos configuramos con Cristo, y es entonces cuando estamos capacitados para asemejarnos a Él, para que se pueda cumplir en nosotros pobres pecadores, la llamada a la santidad, a ser como Cristo y peregrinar por este mundo siguiendo las huellas del Maestro, que se hizo uno como nosotros para acompañarnos hasta el Padre.

Tanto amo Dios al mundo que nos entrego a su único hijo, y todo lo ha hecho por amor, Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, se hizo uno más con nosotros, pero además lo hizo para servir y amar a la humanidad entera hasta llegar hasta el extremo.

Se arrodillo ante sus discípulos para lavarles los pies, un gesto de humildad y de servicio, y es que el Hijo del Hombre ha venido ha servir y no ser servido, ¿qué Dios se pone a servir? ¿qué amo de la casa sirve a sus criados? Sólo aquel que es el verdadero amor y busca el triunfo en la salvación de todos los hombres, que no quiere que ninguno de los que le ha dado el Padre se pierda, es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.

Pedro se negó a que Jesús le lavara los pies, pero aún así, Jesús le dijo con rotundidad, “ si no te lavo los pies , no podrás contarte entre los míos”, y Pedro afirmo con rotundidad que si, que las manos e incluso la cabeza.

Hoy conmemoramos y recordamos ese momento, la humildad del Señor, su entrega, su servicio, y su disposición ha hacer la voluntad del Padre.

Hoy vemos a un Jesús sufriente, esperando que se cumpla la voluntad del Padre, Jesús sufre por nuestros pecados, por nuestra debilidad, y está dispuesto a cargar con nuestros pecados. Él que no había tenido pecado va a recoger los pecados de todos nosotros, se va a inmolar como el cordero de la pascua de los judíos, es el paso de Dios por y para toda la humanidad, ¡que amor tan grande!

Y es la sangre del cordero la que marca nuestras vidas, nuestras casas, nuestros acontecimientos, es ahí donde se encuentra la grandeza del Jueves Santo, es lo que celebramos hoy con gozo pero tristeza. Hoy contemplamos a un Jesús en el Huerto, sudando gotas de sangre, llorando, vemos al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz de la salvación y de la redención, escuchamos al Jesús hombre, un Jesús sufriente que le pide al Señor que si el posible que pase este cáliz de amargura, un dolor que entrega hoy por todos nosotros, el es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los que están invitados a la Cena del Señor”.

Hoy nos consideramos indignos hijos tuyos, viendo nuestro pecado y nuestra miseria, no nos vemos dignos de que el Señor entre en nuestro interior, en nuestra casa, pero sabemos que solo un gesto, una palabra nos salvará y nos dará la gracia de la verdadera alegría y de la salvación.

Hoy vamos a vivir y a actualizar esos grandes misterios, la humildad del Señor para darse por nosotros, para que con el gesto del lavatorio de los pies lave nuestro pecado, nuestras idolatrías, nuestras miserias, nuestras dudas y prejuicios, hoy le dejamos al igual que Pedro que nos lave aunque no lo entendamos, pero no importa porque eso es la fe y la confianza., es la figura del sacramento del Bautismo.

Celebramos también que nos da su Cuerpo y su Sangre, nos da la Eucaristía, y nos hace estar en Comunión el Señor todos los días de nuestra vida, hoy compartimos ese momento con el Señor porque queremos ser contado entre sus amigos y seguidores.

Y por último, le acompañamos a Jesús en el Monte de los Olivos, contemplamos a unos discípulos que se duermen que no saben estar vigilantes al igual que nos ocurre a nosotros, porque no somos capaces de estar atentos, que abandonamos a Jesús porque tenemos muchos quehaceres y cosas que nos despistan. Hoy sentimos esa llamada a estar vigilantes porque no sabemos ni el momento ni la hora.

Acompañemos a Jesús en el misterio del amor, acompañemos a Jesús en su camino del calvario, compartamos esos mismos sentimientos que se reavivan en nosotros, y que nos recuerdan que Cristo se entrego por nosotros y nos amo hasta el extremo.

Javier Abad Chismol.