jueves, 28 de febrero de 2019

VIII Domingo Ordinario C-2019, DE LO QUE REBOSA EL CORAZÓN HABLA LA BOCA


VIII Domingo Ordinario C-2019


El hombre posee un gran regalo del Señor, su razón, su inteligencia, su capacidad de pensar, todo ello debe llevarle a cumplir y encontrar su lugar en el mundo, no le debe llevar a desafiar o a negar a Dios, los libros de la Sabiduría nos hablan de esto, de la capacidad de pensar y saborear la verdad. La vida en si es una prueba, como prueba el horno al barro, y nosotros somos el barro y Dios el alfarero, ¿puede el barro revelarse contra el alfarero? ¿Puede el hombre negar a su autor en nombre de una inteligencia dada por el Creador?

El ser humano en su grandeza como Hijo de Dios está llamado a la vida, no a la muerte, está llamado a la vida eterna, por lo tanto la muerte ha sido vencida y la muerte se convierte en una victoria, es la contradicción entre la vida y la muerte, y es el mismo Cristo quien nos salva y nos lleva a la verdadera vida que trasciende nuestra existencia terrenal.

El verdadero aguijón de la muerte es el pecado, porque este si destruye, y sí que mata de verdad, el hombre no puede matar el alma, pero el pecado y el demonio sí que puede destruir al hombre, negándose este a reconocer a Dios, sintiéndose amo y dueño de su vida cuando tarde o temprano la perderá sin remedio. Así pues, hermanos míos amados, hay que mantenerse firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es vano el Señor.

El Señor nos llama a caminar como Hijos de la luz, saliendo de la oscuridad, de nuestro pecado, no dejándonos solos, si un ciego guía a otro ciego los dos caen al hoyo.

El discípulo no está por encima del maestro, por eso es muy importante estar bien formado y conocer la verdad del Señor, no hay que estar pendiente del error, del fallo de los demás, de tal manera que no seamos capaces de ver nuestro pecado.

No podemos ser hipócritas, criticar cuando nuestro error es mucho mayor, mírate primero a ti mismo en humildad y después podrás estar en condición de ver a tu hermano.

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo, saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. Somos lo que somos, y de nuestra lengua habla de lo que rebosa nuestro corazón.

Javier Abad Chismol

miércoles, 20 de febrero de 2019

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C -2019



EL SEÑOR SALVA A SU PUEBLO, 

AMAD A LOS ENEMIGOS


Nos da muchas veces la sensación de que Dios nos ha dejado de lado, que nos ha abandonado a nuestra suerte o a la suerte de nuestros enemigos. De todas formas invocamos el amor de Dios, su misericordia y su paciencia para con cada uno de nosotros. Es cierto que a veces da la sensación que nos hemos ganado el castigo de Dios por nuestra terquedad o indiferencia, pero Él siempre sale a nuestro auxilio, aun sin merecerlo.

El ser humano se reviste de lo humano y de lo espiritual, como esa posibilidad para amar y servir a Dios como a su vez para negarlo o atacarlo, es la lucha entre lo que viene de la carne y lo que viene del espíritu, del bien y el mal, de la bendición y de la maldición. Por eso descubrimos al verdadero hombre en Cristo que vence el pecado de Adán, de vivir al margen de Dios y de desobedecerle. El ser humano tiene esa tentación a crecerse ante sus propias fuerzas, hasta que cae en la cuenta de que se convierte en su propio enemigo.

Hay una premisa, una idea en el Evangelio que es de difícil cumplimiento, y todo porque va en contra en apariencia de la condición humana, ¿Cómo se puede amar a los enemigos? ¿A los que te quieren mal? Es realmente muy difícil, solo se puede hacer con la gracia  y la ayuda de Dios.

El ser humano muchas veces es capaz de pasar por encima de cualquiera para conseguir lo que quiere, y más tirano se hace el hombre cuando no hay nada que le pare, cuando pervierte la conciencia y elimina a Dios como concepto para sentirse libre para hacer cuanto quiera.

El Señor nos pide que amemos, que perdonemos, que comprendamos el mal y el pecado, que dando mal por mal no se conseguirá más, al contrario, el odio genera más odio y violencia. El mal hay que frenarlo, y se hace con el bien no con el mal.

Pedir por los que os persiguen o nos quieren mal, en definitiva nos habla de vencer el mal con el bien. La medida que nos ofrece el Señor es la misericordia, la entrega, la generosidad, no juzgando y no siendo verdugo de los demás, dejar ser Dios a Dios, y buscar las armas que vienen del cielo.

Javier Abad Chismol


miércoles, 13 de febrero de 2019

VI Domingo del Tiempo Ordinario C-2019


SEGUIR EL PLAN DE DIOS



En la vida podemos fiarnos de nosotros, fiarnos de los demás o fiarnos de Dios, el profeta Jeremías nos dice lo que dice el Señor, habla del bien y del mal, de la bendición y de la maldición, o todavía más sencillo, nos lleva a descubrir las consecuencias de actuar mal y de actuar bien, ¿Qué queremos escoger? ¿En qué lado queremos estar?

Apartemos de nuestro corazón todo aquello que no nos deja ser felices, en esos engaños que nos hacen creer de manera errónea donde está el fin del hombre o su ficticia y efímera felicidad, con Dios podemos quitar la máscara al engaño. Amar, creer y confiar en el Señor es tener bien afianzadas nuestras raíces.

Apostemos por la verdad, por la confianza, y como el hombre vence la muerte porque Jesús resucitó por nosotros y nos abrió la puerta para la vida eterna, y murió por puro amor, y lo hizo para abrirnos el camino, es decir, de dónde venimos, quienes somos, hacia donde vamos y el porqué del ser del hombre y su lugar en el mundo.

El Señor se acerca a la multitud, para decir donde está la felicidad, y como podemos encajar todo lo que de por si nos trae la vida. Son las Bienaventuranzas, el plan programático de Jesús que rompe los esquemas del mundo, un hambre que quedará saciada, una tristeza que se convertirá en alegría, saber encajar el odio de la gente, la rabia o la maldad, el insulto, en ocasiones por razón social, de raza, de religión, prejuicio o de política, la justicia verdadera triunfará sobre el mal y sobre la corrupción, porque nadie es más fuerte que el Señor, ¡quien como Dios!

Pero al igual que el bien tiene consecuencias el mal también las tiene, son las consecuencias de nuestras decisiones, son las bienaventuranzas y las lamentaciones. Que siempre tengamos la gracia de poner siempre en primer lugar en nuestra vida la verdad de Dios y su bendición.

Javier Abad Chismol


martes, 5 de febrero de 2019

V semana del tiempo ordinario (C-2019)


LA VOCACIÓN Y EL ENVÍO


DIOS ESCOGE Y ENVÍA


Dios quiere que todos los hombres se salven, que entren por la puerta de la salvación, por lo tanto no nos deja solos, Él se manifiesta a todos los hombres, a toda la humanidad y lo hace a través de la propia historia humana, viene a nosotros, a nuestra realidad, en nuestro momento concreto.
Es el profeta el enviado, aquel  que recibe la misión de anunciar la verdad a los pobres, a liberar a los cautivos del pecado y del ateísmo, de la servidumbre a los falsos dioses, y se manifiesta en toda su grandiosidad, con signos grandiosos y visibles a nuestros torpes ojos, para que se demuestre su trascendencia y su gloria.
Es la vocación de Isaías, que se siente indigno ante su pequeñez y la magnitud de la misión que se le encomienda, Dios lo purifica y lo envía a ser presencia ante los hombres.
Pablo pasa de ser perseguidor a apóstol, un gran absurdo que solo se puede entender desde la conversión y la fuerza de la gracia, el Señor Jesús acude a él y transforma su vida, les recuerda a todos lo importante que es creer en Jesucristo, que le creamos como el Hijo de Dios, no como un hombre más, por eso hay que afirmar la divinidad de Jesús, la fe y la esperanza en la resurrección, esos son los pilares de nuestra fe, el misterio trinitario y la fuerza de la gracia y el Espíritu Santo.
Jesús llama a su Iglesia, a sus discípulos, a todos nosotros, a que seamos capaces de fiarnos de Él, no a confiar tan solo en nuestras fuerzas, cuando les dice que remen mar adentro ellos desconfían, porque no habían pescado nada antes, pero es la fuerza de la gracia, de la misión, la que hace que se vuelvan con las redes repletas, esa es la confianza que tenemos todos que tener, rememos mar adentro, dejémonos transformar por el Señor, Él nos ayudará y nos guiará, él nos protegerá, acojamos el ENVÍO y el transformara nuestras vidas.

Javier Abad Chismol


Párroco