MARÍA Y LA LIBERTAD
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con
bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me
llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre
es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre
aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de
su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su
trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a
los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de
su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham
y de su descendencia para siempre».
María permaneció con
Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.” (Lc 1, 39-56)
Hoy en día hablamos mucho de la liberación de la mujer,
hablamos de igualdad de derechos, y planteamos una sociedad en donde no haya
ningún tipo de discriminación por ser mujer.
También leyendo las páginas del Antiguo Testamento podemos
ver una sociedad patriarcal, y una misión de la mujer de sumisión y obediencia
al marido. Los textos están escritos en un contexto histórico en el que la
mujer estaba designada a la misión del cuidado del marido y de los hijos. Esa
tendencia evoluciona, es más ya en los libros sapienciales de la Biblia empieza a verse como principio
de sabiduría la igualdad del hombre y la mujer en cuanto persona e hijos de
Dios, eso sí, diferenciando su papel en el mundo. Evidentemente el papel
maternal hacia los hijos es de la mujer, como también decimos que María es
nuestra madre, pero no cabe en la distinción hombre y mujer la discriminación
negativa hacia esta; si no que tienen la misma dignidad, y son claves ambos en
la historia de la salvación, como demuestran la vida de los santos, en donde
hombres y mujeres dan gloria a Dios cumpliendo su voluntad y anunciado de
palabra y obra el Evangelio de Jesucristo.
Me gustaría que de la mano de María reflexionemos sobre el
significado de la libertad, entendiendo que la libertad consiste en la libre
disposición de sí mismo, es decir, que podemos escoger dentro de nuestras
posibilidades y de nuestras opciones. Pues bien, aunque nos pueda parecer en
cierto modo contradictorio, María es la mujer libre por excelencia, y esto es
así, a pesar de haberse comprometido y desposado con José, que era varón justo , en un
proyecto un tanto singular del matrimonio.
También en el Sacramento del matrimonio el hombre y la mujer
al unirse no pierden su libertad , al contrario, deciden libremente unirse para
dar gloria a Dios, el matrimonio nunca debe anular la libertad verdadera de una
de las partes o de ambos, libertad, amor, unidad y matrimonio deben ir unidas
de la mano. No confundamos libertad, con libertinaje o egoísmo en donde sólo
cuento yo mismo y mis apetencias. Ese es uno de los motivos por el cual
fracasan los matrimonios, en primer lugar porque dejan fuera a Dios de su
familia y de su vida, y luego porque en el mal uso de la libertad anida el
egoísmo y no la capacidad de salir de uno mismo para pensar en el otro, el amor
es entrega, es renuncia, pero también es libertad.
María es libre y muestra su libertad al decidir
libremente su maternidad en la anunciación
, podía haberse negado o revelado, pero María era una mujer profunda de oración
y fe, por este motivo reconoció la voz del ángel, del mensajero de Dios. El
estar íntimamente unido al Señor hace que podamos descubrir su voluntad, y
además tener el coraje de, en libertad, decirle que sí, como María. Eso no hace
que estemos inmunes hacia el temor, la incertidumbre, las dudas, lo que ocurre
es que la fe no paraliza, sino que a pesar de todo nos impulsa a seguir
avanzando.
En la anunciación María no consulta a su esposo, ni
familiares, ni a parientes, ni a nadie, obedece directamente a Dios, ella ha
recibido una oferta, y ella sola toma esa decisión trascendental, es decir que
va a colaborar libremente en el plan de Dios. También nosotros tenemos que estar
atentos como cristianos a la voluntad del Señor, que cuenta con nosotros y se
nos manifiesta día a día, y por ello tenemos que estar pendientes de los signos
de Dios y de cómo nos pide que también trabajemos por nuestra salvación y la de
nuestros hermanos.
María asume el encargo con lucidez y libertad, entregando su
persona en un Sí rotundo, que se extiende a toda su vida, y de esta manera ella
se constituye en la excepcional y singular colaboradora en el orden de la
salvación .
María también es libre para visitar a su prima Isabel (Lc 1 39-45). Es libre para quedarse un
tiempo con su prima acompañando a Isabel que iba a dar a luz, y todo ello, sin
que José, su esposo, quisiera dominarla con el talante judío de varón y esposo
patriarcal.
María también es libre para proclamar el Magnificat , como
la mujer nueva, que se une al coro de los profetas, y así anuncia la nueva
humanidad, convirtiéndose en la nueva Eva, que viene a rescatarnos del pecado,
del demonio y de la muerte.
Pero a su vez, en libertad, nos marca el modelo de familia
querido por Dios, toma muchas decisiones con su esposo, como cuando deciden
subir a Belén para empadronarse, son decisiones consensuadas desde la fe, y
desde la intervención del Señor en sus vidas. Cuando por ejemplo la pérdida de
Jesús en el Templo, en donde ambos tienen que plantearse la libertad de Jesús y
el designio salvífico , el amor de los
padres a veces se puede volver egoísta, no por mal, sino por posesión de los
padres hacia los hijos, amar es desear la libertad, y sobre todo que esa
libertad obedezca a la voluntad de Dios.
María no está esclavizada en su matrimonio, y eso que en el
pueblo judío, la mujer no pintaba mucho, más bien tenía que someterse al
marido, sino que viviendo en la familia con el esposo, María encuentra la
libertad que necesita al ser protegida por San José, en el apoyo humano y
material y en el plano espiritual, no olvidemos que José no la repudió cuando
se enteró que estaba en cinta, que escucho la voz del ángel, y aceptó, como
hombre bueno y como hombre de Dios .
¿Somos libres como María? Podíamos analizar en esta
reflexión cómo es nuestra libertad, cómo son nuestras ataduras, podemos ser
esclavos de muchas cosas, de personas, de situaciones, de miedos, cada uno debe
meditar en su corazón, y sin engañarse sobre cómo es nuestra libertad, a qué
estamos apegados, y sobre todo, y a la luz de María, ¿Qué no nos permite ser
libres? ¿Qué nos frena para descubrir la voluntad de Dios? ¿Qué nos hace una
vez descubierta la voluntad de Dios poder realizarla?
María, como en tantas cosas en nuestra vida, debe ser
nuestro modelo, vemos en ella entereza, fortaleza, decisión, pero a su vez
obediencia. Qué difícil resulta en nuestro mundo hablar de obedecer, o de
leyes, más bien hoy se utiliza la libertar para pervertir al hombre, aunque
esto ya viene desde el principio de los tiempos, cuando Adán y Eva en su
libertad prefirieron la seducción del demonio, la belleza del árbol, de la
manzana, la tentación de dominarlo todo, de sentirse el dueño del mundo, su
propio dios, quien hace sus leyes a su antojo . Pudieron decir no, y obedecer a
Dios, como nuestro mundo, nuestra sociedad que muchas veces prefiere lo cómodo
y atractivo, y rechaza el esfuerzo, a la corrección a la renuncia.
También nosotros estamos continuamente en un brete, en no
saber qué hacer, o lo que es peor, que no sabemos lo que viene de Dios, de lo
que viene de nosotros y lo que viene del mal, ¿Cómo saberlo?
Es sencillo en cuanto lo que hay que hacer, pero difícil en
la perseverancia de hacerlo. Es la oración, la contemplación, es dejar y dar la
oportunidad a la escucha de Dios, acallar los ruidos, como Jesús en Nazaret,
dejar que el Señor vaya obrando en y con nosotros.
Dentro de la humildad y para concluir esta meditación, no
olvidemos que estamos en camino de conversión siempre, que la humildad nos hará
reconocer y darnos cuenta que estamos en manos de Dios, que es Él quien obra en
nosotros, que él es la vid y nosotros los sarmientos . Por lo tanto tenemos
marcado un rumbo en nuestra existencia, que es el sueño de Dios para el hombre
, y es que estamos llamados a ser santos, y no por nuestros méritos, sino por
pura gracia y por puro amor de Dios.
Que María nuestra madre nos ayude a ser sencillos, dóciles a
la voluntad divina, que nuestro sí no sea sumisión, sino que sea una decisión
plena de libertad y de caridad, sabiendo que en el sí, está la felicidad y la
esencia del hombre, que María sea nuestra madre y maestra de Nazaret en la
humildad y el servicio desde Dios a nuestros hermanos.
Javier Abad Chismol
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