lunes, 25 de septiembre de 2017

QUINTO DÍA DE LA NOVENA 2017

MARÍA  Y JESÚS FORMAN UN MODELO PERFECTO DE HUMILDAD
 



Jesús práctico la humildad en un grado que nos desborda, que nos sobrepasa ¿Qué dios siendo Dios se rebaja a la condición de su criatura? Esto solo se entender desde la clave del amor y de la gratuidad, de una generosidad que desborda la lógica humana.
Como por una especie de inercia toda la humanidad mira hacia arriba, nos fijamos en aquellos que están en el foco de atención, de aquellos que son famosos, que tienen poder, que dominan a los demás. Muchos son los que quieren la fama y el poder para estar por encima, para sentirse poderosos, en esa escalada de ambición siempre salen perjudicados los pobres, los débiles, los desheredados de la tierra. En cambio Jesús miraba a los que estaban abajo, a los más sencillos, tenía una predilección especial por aquellos que parece que en la vida les ha tocado la peor parte, miraba siempre hacia abajo y así manifestaba su humildad.
Jesús nace pobre en la aldea de Belén, en la noche, en las afueras, en una cuadra, apartado del mundo, y sin lugar para el Dios con nosotros, y es un marginado de la época, un irrelevante, y así ha querido que fuese, su madre una joven sencilla, humilde, creyente, y atenta al designio Divino.
Jesús no tiene grandes maestros, ¿Quién le instruyo en su saber? Que se sepa nadie, ningún maestro de la Ley enseño a Jesús su saber, porque su saber no venía del conocimiento humano, su saber venía de Dios, y esa era precisamente su fortaleza. Él vivió en Nazaret, una población sin apenas importancia, por eso producía tanto escepticismo entre la gente, especialmente entre los más doctos de la Ley, ¿Cómo va a salir de ahí el mismo Dios? Les parecía una temeridad, Jesús carpintero, insignificante, antes de comenzar su andadura a los treinta años, a los ojos del mundo y de la gente no había realizado nada relevante.
Vamos viendo ya muchos rasgos de humildad, empezando por el propio misterio de la encarnación, desde el encuentro del ángel Gabriel con María  para anunciarle el nacimiento del Mesías y el mismo nacimiento de Jesús, gestos claros de humildad, en la aceptación de María y en el abajamiento del Mesías, haciéndose pequeño entre los pequeños. Jesús niño, frágil, pobre, débil, necesitado de los demás, ¿Qué dios se hace dependiente de su criatura? Es todo un ejemplo de humildad y de servicio para todo el género humano.
Son muchos los gestos que encontramos en Jesús y en María que nos marcan un camino de humildad y de servicio, vienen a enseñarnos una forma diferente de vivir en este mundo, una forma de decirnos a todos que lo importante para el mundo no es importante para Dios. Los poderes del mundo se hacen fuertes estando por encima de los demás, conquistando tierras y poder, en cambio el poder del Señor es la humildad, es el servicio, es la generosidad, y es poner en primer lugar a los desheredados de la tierra, es una contradicción para el hombre, e incluso para aquellos que esperan un dios justiciero y poderoso que arrase a los que no están con él.
La humildad es una escuela que vivió Jesús en Nazaret junto a su madre, no sabemos muy bien como fueron esos primeros años, porque era tiempo discreto, de preparación, de recogimiento, de estar expectante a que el Señor actuará en el momento preciso.
Esto es confiar en la voluntad de Dios, ponernos en sus manos, también en los momento que parecen irrelevantes, incluso cuando nuestra vida parece que apenas tiene sentido o que carece de ningún valor. El Señor actúa en todo momento aunque no nos los parezca, y es así en la humildad, en la sencillez de Nazaret, donde se forma el plan salvífico de Dios para todos los hombres.
De alguna manera tenemos que tener en cuenta que la humildad se va forjando en el corazón de cada hombre, y que para que la humildad crezca plenamente en nosotros tenemos que estar cerca del Señor y estar bien atentos, como María, a su voluntad, saber vivir en la escuela de Nazaret, en el silencio, en lo pequeño, en lo discreto, esa vida silenciosa y oculta que vivió la familia de Nazaret. Jesús fue un obrero aldeano que supo aguardar y esperar a que llegara la hora de hacerse visible, y no por ello la etapa de Nazaret no había sido importante, al contrario, le había ido forjado en la misión que el Padre le tenía encomendada, Nazaret había sido como su Universidad, en donde habría recogimiento, oración, trabajo sencillo y bien hecho.
Para muchos tanto María como Jesús no eran los candidatos más idóneos, nuestro mundo los hubiera dejado fuera por no ser lo suficientemente cualificados, de hecho muchos afirmaban ¿no esté el hijo del carpintero?  O ¿Qué puede salir de bueno de Nazaret?  Siempre en un plano despectivo, y esa es la humildad que Dios ha querido, para marcarnos de esta manera cual es el camino de perfección y de plenitud.
En la vida pública siguió Jesús la misma dinámica, escoge seguidores incultos, irrelevantes, elogia a los niños y los prefiere, cuando la sociedad del momento los ignoraba , vive rodeado de pecadores , algo que resultaba escandaloso para los fariseos y para los puristas religiosos, acude a las mujeres , a los enfermos , en definitiva a toda clase de marginados, ya se nos va marcando en qué consiste la venida del Reino de Dios, y es algo tan sencillo como la humildad que se plasma en el amor, en especial a los más desfavorecidos de la tierra. Predica que el que se hace pequeño como un niño es el más grande en Reino de los cielos (Mt 18,4).
En la pasión el Señor se entrego a sí mismo, y podía no haberlo consentido como Hijo de Dios, pero quiso que fuera así, para rebajarse al mayor grado de humildad, consentir que fuera ajusticiado como un malhechor, como un malvado, como un delincuente, ¡qué amor tan grande nos ha tenido sin merecerlo! Apareció desfigurado, sin aspecto humano, desecho de los hombres, estimado en nada…  todo para poner al descubierto el pecado de los hombres y de que necesitamos experimentar el mayor grado de amor y de humildad, de ejemplo de gratuidad, de sufrimiento y entrega en la injusticia de los poderosos del momento.
Vemos al Señor en la Eucaristía, vive ahora en lo más oculto, se nos da, se nos entrega en cada momento que acudimos a la Eucaristía, sigue muriendo por nosotros, se nos entrega como alimento.  Muchos hoy no ven al Señor en la Eucaristía, igual que no ven nada en la cruz, porque el maligno les pone una venda en los ojos, y no ven al Señor mismo, hecho uno de nosotros por puro amor, en humildad y entrega. Se arrodilla ante nosotros, se humilla, para limpiar nuestros pecados y darnos posibilidad de redención.
María practicó los mayores gestos de humildad, María es la humildad en sí misma, siempre vivió en actitud de sierva del Señor, no hubo rebeldía, tampoco resignación, acepto con gozo los planes de Dios, es vocación de servicio, de entrega y de amor. “¡He aquí la esclava del Señor!” (Lc 1, 38) Esclava para servir, para darse, para amar.
Estamos llamados a imitar la humildad de María y de Jesús, el cristiano cuanto más profundiza en su existencia, más se da cuenta de su pequeñez, de que necesitamos de Dios, y así desde esa pequeñez y el dejarse hacer por Dios se camina hacia la santidad, ante la humildad de reconocerse pequeño.
Es como un árbol, cuanto más profundas son sus raíces dentro de la tierra, da mejores frutos. Los más pequeños, los que son como niños, serán los más grandes en el Reino de los Cielos.

Pidamos al Señor la gracia de imitar a Jesús y María en su santa humildad y pidamos siempre esa virtud, entreguemos nuestro corazón al Señor, para que Él obre maravillas en nosotros.

Javier Abad Chismol

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