MARÍA Y JESÚS FORMAN
UN MODELO PERFECTO DE HUMILDAD
Jesús práctico la humildad en un grado que nos desborda, que
nos sobrepasa ¿Qué dios siendo Dios se rebaja a la condición de su criatura?
Esto solo se entender desde la clave del amor y de la gratuidad, de una
generosidad que desborda la lógica humana.
Como por una especie de inercia toda la humanidad mira hacia
arriba, nos fijamos en aquellos que están en el foco de atención, de aquellos
que son famosos, que tienen poder, que dominan a los demás. Muchos son los que
quieren la fama y el poder para estar por encima, para sentirse poderosos, en
esa escalada de ambición siempre salen perjudicados los pobres, los débiles,
los desheredados de la tierra. En cambio Jesús miraba a los que estaban abajo,
a los más sencillos, tenía una predilección especial por aquellos que parece
que en la vida les ha tocado la peor parte, miraba siempre hacia abajo y así
manifestaba su humildad.
Jesús nace pobre en la aldea de Belén, en la noche, en las
afueras, en una cuadra, apartado del mundo, y sin lugar para el Dios con
nosotros, y es un marginado de la época, un irrelevante, y así ha querido que
fuese, su madre una joven sencilla, humilde, creyente, y atenta al designio
Divino.
Jesús no tiene grandes maestros, ¿Quién le instruyo en su
saber? Que se sepa nadie, ningún maestro de la Ley enseño a Jesús su saber,
porque su saber no venía del conocimiento humano, su saber venía de Dios, y esa
era precisamente su fortaleza. Él vivió en Nazaret, una población sin apenas
importancia, por eso producía tanto escepticismo entre la gente, especialmente
entre los más doctos de la Ley, ¿Cómo va a salir de ahí el mismo Dios? Les
parecía una temeridad, Jesús carpintero, insignificante, antes de comenzar su
andadura a los treinta años, a los ojos del mundo y de la gente no había
realizado nada relevante.
Vamos viendo ya muchos rasgos de humildad, empezando por el
propio misterio de la encarnación, desde el encuentro del ángel Gabriel con
María para anunciarle el nacimiento del
Mesías y el mismo nacimiento de Jesús, gestos claros de humildad, en la
aceptación de María y en el abajamiento del Mesías, haciéndose pequeño entre
los pequeños. Jesús niño, frágil, pobre, débil, necesitado de los demás, ¿Qué
dios se hace dependiente de su criatura? Es todo un ejemplo de humildad y de
servicio para todo el género humano.
Son muchos los gestos que encontramos en Jesús y en María
que nos marcan un camino de humildad y de servicio, vienen a enseñarnos una
forma diferente de vivir en este mundo, una forma de decirnos a todos que lo
importante para el mundo no es importante para Dios. Los poderes del mundo se
hacen fuertes estando por encima de los demás, conquistando tierras y poder, en
cambio el poder del Señor es la humildad, es el servicio, es la generosidad, y
es poner en primer lugar a los desheredados de la tierra, es una contradicción
para el hombre, e incluso para aquellos que esperan un dios justiciero y
poderoso que arrase a los que no están con él.
La humildad es una escuela que vivió Jesús en Nazaret junto
a su madre, no sabemos muy bien como fueron esos primeros años, porque era
tiempo discreto, de preparación, de recogimiento, de estar expectante a que el
Señor actuará en el momento preciso.
Esto es confiar en la voluntad de Dios, ponernos en sus
manos, también en los momento que parecen irrelevantes, incluso cuando nuestra
vida parece que apenas tiene sentido o que carece de ningún valor. El Señor
actúa en todo momento aunque no nos los parezca, y es así en la humildad, en la
sencillez de Nazaret, donde se forma el plan salvífico de Dios para todos los
hombres.
De alguna manera tenemos que tener en cuenta que la humildad
se va forjando en el corazón de cada hombre, y que para que la humildad crezca
plenamente en nosotros tenemos que estar cerca del Señor y estar bien atentos,
como María, a su voluntad, saber vivir en la escuela de Nazaret, en el
silencio, en lo pequeño, en lo discreto, esa vida silenciosa y oculta que vivió
la familia de Nazaret. Jesús fue un obrero aldeano que supo aguardar y esperar
a que llegara la hora de hacerse visible, y no por ello la etapa de Nazaret no
había sido importante, al contrario, le había ido forjado en la misión que el
Padre le tenía encomendada, Nazaret había sido como su Universidad, en donde
habría recogimiento, oración, trabajo sencillo y bien hecho.
Para muchos tanto María como Jesús no eran los candidatos
más idóneos, nuestro mundo los hubiera dejado fuera por no ser lo
suficientemente cualificados, de hecho muchos afirmaban ¿no esté el hijo del
carpintero? O ¿Qué puede salir de bueno
de Nazaret? Siempre en un plano
despectivo, y esa es la humildad que Dios ha querido, para marcarnos de esta
manera cual es el camino de perfección y de plenitud.
En la vida pública siguió Jesús la misma dinámica, escoge
seguidores incultos, irrelevantes, elogia a los niños y los prefiere, cuando la
sociedad del momento los ignoraba , vive rodeado de pecadores , algo que
resultaba escandaloso para los fariseos y para los puristas religiosos, acude a
las mujeres , a los enfermos , en definitiva a toda clase de marginados, ya se
nos va marcando en qué consiste la venida del Reino de Dios, y es algo tan
sencillo como la humildad que se plasma en el amor, en especial a los más
desfavorecidos de la tierra. Predica que el que se hace pequeño como un niño es
el más grande en Reino de los cielos (Mt 18,4).
En la pasión el Señor se entrego a sí mismo, y podía no
haberlo consentido como Hijo de Dios, pero quiso que fuera así, para rebajarse
al mayor grado de humildad, consentir que fuera ajusticiado como un malhechor,
como un malvado, como un delincuente, ¡qué amor tan grande nos ha tenido sin
merecerlo! Apareció desfigurado, sin aspecto humano, desecho de los hombres,
estimado en nada… todo para poner al
descubierto el pecado de los hombres y de que necesitamos experimentar el mayor
grado de amor y de humildad, de ejemplo de gratuidad, de sufrimiento y entrega
en la injusticia de los poderosos del momento.
Vemos al Señor en la Eucaristía, vive ahora en lo más
oculto, se nos da, se nos entrega en cada momento que acudimos a la Eucaristía,
sigue muriendo por nosotros, se nos entrega como alimento. Muchos hoy no ven al Señor en la Eucaristía,
igual que no ven nada en la cruz, porque el maligno les pone una venda en los
ojos, y no ven al Señor mismo, hecho uno de nosotros por puro amor, en humildad
y entrega. Se arrodilla ante nosotros, se humilla, para limpiar nuestros
pecados y darnos posibilidad de redención.
María practicó los mayores gestos de humildad, María es la
humildad en sí misma, siempre vivió en actitud de sierva del Señor, no hubo
rebeldía, tampoco resignación, acepto con gozo los planes de Dios, es vocación
de servicio, de entrega y de amor. “¡He aquí la esclava del Señor!” (Lc 1, 38)
Esclava para servir, para darse, para amar.
Estamos llamados a imitar la humildad de María y de Jesús,
el cristiano cuanto más profundiza en su existencia, más se da cuenta de su
pequeñez, de que necesitamos de Dios, y así desde esa pequeñez y el dejarse
hacer por Dios se camina hacia la santidad, ante la humildad de reconocerse
pequeño.
Es como un árbol, cuanto más profundas son sus raíces dentro
de la tierra, da mejores frutos. Los más pequeños, los que son como niños,
serán los más grandes en el Reino de los Cielos.
Pidamos al Señor la gracia de imitar a Jesús y María en su
santa humildad y pidamos siempre esa virtud, entreguemos nuestro corazón al
Señor, para que Él obre maravillas en nosotros.
Javier Abad Chismol
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