¡AHÍ TIENES A TU MADRE!
En la vida estamos en un
camino continuo, podemos decir que somos misioneros, porque tenemos una labor
que hacer en este mundo, en nuestra comunidad, en nuestra familia, y esa misión
sólo se revela desde la acción concreta que se nos ha encomendado a cada uno.
María es el ejemplo de
amor puro y entregado, un amor incondicional, que le lleva a acompañar a su
hijo hasta el final, es la gran lección de fe que nos da María a todos
nosotros, pensar por un momento como se sentiría María a los pies de la cruz,
acompañando a su hijo en el monte Calvario.
Cualquier madre se
hubiera enfadado de rabia, y en cambio podemos contemplar, mirar la paciencia
de María, calla, acepta, esta triste, pero aprende a guardar todo en lo más
profundo de su ser, algo que le lleva a tener una gran entereza para poder
seguir adelante. Recordar las palabras que os decía y repetía; “María
guardaba todas estas cosas en su corazón”, y cuantas cosas tenía que
guardad y aceptar sin entender y sin estar de acuerdo, e incluso pareciéndole
injustas.
Es un claro ejemplo de
actitud ante los problemas de la vida, ante el dolor, la injusticia, la muerte,
es como poder convivir con el mal en estado puro, ¿Cómo poder reconciliarnos y
convivir con la maldad? Es algo difícil porque siempre nos vendrá una especie
de rebeldía a aceptar a un Dios que consiente el poder de las fuerzas del mal.
Es más, imaginaros a
María como estaría ¿cómo hacer esto con Jesús?, ¿Qué Padre bueno lo consiente?,
¿Tiene más fuerza el mal que el bien?, ¿Pueden más los hijos de las tinieblas
que los hijos de la luz? Como podemos
ver preguntas y dudas no nos faltan para poder reflexionar y darnos cuenta a su
vez que tenemos mucho que aprender de María. Eso no significa tener una actitud
de sumisión, se trata de algo mucho más grande, se trata de vivir, sin ceder,
sin doblar, sin aceptar el chantaje del mal. El cristiano no es alguien que se
resigna, que cae en una sumisión absoluta. El cristiano es aquel que sigue
adelante en su misión y lo hace en paz, pero no en la cesión, es decir sin caer
en la presión ambiental, en la presión del mundo, es continuar adelante hasta
el final.
Seguramente Jesús se
podría haber librado de su muerte, del martirio, tuvo oportunidad de hacerlo, pero entonces
seguramente no habría cumplido la misión a la que se le había llamado, por lo
tanto morir es vivir, es renunciar por una causa mayor. Cuando Jesús le dice a
Pedro de la manera que tenía que morir, Pedro se enfadó ante el anuncio de la
muerte de Jesús, y este le dijo que pensaba como los hombres, que se apartara
de él, pronunció las palabras de la encarnación del mal, de Satanás.
Si Jesús no hubiera ido
a Jerusalén no lo habrían apresado, también sabía cómo lo iban a
traicionar pero aun así fue al huerto de
los Olivos. También tuvo posibilidad ante Pilato de librarse de todo, pero no
contestaba y callaba, es decir, no cedía ante los chantajes del mundo, que
invitan a renunciar a Dios y a la misión.
Este es el fundamento
de la vocación cristiana, seguir al Señor en plenitud y en autenticidad, Jesús
nos deja a su madre para que sea nuestra intercesora, para que nos acompañe a
lo largo de nuestra vida, por lo tanto no estamos solos, estamos acompañados, y
aunque nos parezca que estamos solos, o que Dios se ha olvidado de nosotros,
eso no es cierto, porque sigue a nuestro lado, porque no nos abandona.
Mirar a María es mirar
al modelo de paciencia y de servicio a la voluntad de Dios, María a los pies de
la cruz, es el gran regalo que nos da el Señor, para que en el sufrimiento, en
el dolor, en la injusticia, en la enfermedad o en la muerte no estemos
solos.
Si recordamos la
tradición de la Virgen de los Desamparados, podemos contemplar a María a los
pies de la cruz. María que está con aquellos que están solos. La Virgen
acompañaba a aquellos que morían solos, desamparados, a aquellos desheredados
de la tierra. Esos niños que están a los pies de la Virgen, que son los
desheredados de la tierra.
Cuantas injusticias se
dan en nuestro mundo, cuantas veces esta María a los pies de la cruz, del
dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, de los que están más solos. De los
niños, de los ancianos, de los enfermos, de las personas con discapacidad. ¿Y
qué nos pide María hoy a cada uno de nosotros?
Con las palabras “Ahí
tienes a tu madre” se nos dice que es nuestra madre, que es la madre de los
creyentes, que es nuestra madre en la fe, y por este motivo le invocamos en su
protección para que nos acompañe al igual que hizo con Jesús en el Monte
Calvario.
¿Cómo se sentiría María?
¿Qué se le pasaría por la cabeza ante tanto dolor? María rompe toda lógica,
¿Qué madre puede quedar aparentemente impasible ante el sufrimiento de su Hijo?
Sólo una mujer de fe, una mujer de Dios, tocada por la gracia, y que es capaz
de vencer todos los miedos y rebeldías. Esto no quiere decir que María solo
fuera una mujer resignada, no es cierto, María había aprendido a respetar los
tiempos de Dios, unos tiempos que en muchas ocasiones no son los mismos que
nosotros queremos o pretendemos tener. Jesús afirmaba a su madre que no había
llegado su hora, esto nos lleva a respetar esos tiempos de Dios, esos tiempos
no son los de nuestro mundo, y esos tiempos solo tienen sentido desde la
trascendencia que da la fe.
Dejemos a Dios ser
Dios, y que tengamos claro que nada ocurre por casualidad, y aunque sabemos que
es muy difícil seguir en la dificultad, hay una gracia especial que nos permite
seguir adelante.
María está a los pies
de la cruz, del sufrimiento del mundo, del dolor. No podemos negar la condición
humana de fragilidad, al igual que no podemos negar el pecado del hombre, la
soberbia, que es lo que hace que aflore la injusticia, y todo aquello que sale
de un corazón del hombre lleno de rencor y de codicia.
La injusticia viene de
la prepotencia del hombre de querer estar por encima de los demás, por ser los
mejores, por conquistar más territorios, por imponer a los demás una
determinada ideología. Son los conflictos que se dan en nuestro mundo, donde
quieren gobernar los poderosos, que consiste en que quieren ser como dioses que
lo dominan todo, que dominan a otros países, a otras personas, y eso muchas
veces se consigue a cualquier precio, sin importar los derechos e incluso la
vida de las personas.
Por este motivo solo la
intervención directa del Señor es la que puede hacer cambiar los esquemas del
mundo, como hacer de una derrota una victoria, como llevar a éxito el fracaso,
como hacer que de la muerte surja la vida, la resurrección, todo ello sólo es
posible por la gracia, como don divino que hace que todos los hombres se
encuentren con su Creador.
No podemos olvidar que
cada uno de nosotros está hecho para el bien y para el mal, es decir, que somos
capaces de lo mejor y de lo peor, y que está en nuestra mano que hagamos
aflorar en nosotros alguna de esas facetas.
Por eso muchas veces
decimos que no es que haya hombres buenos o malos, hay opciones y decisiones,
es decir, dependerá de lo que desarrollemos más en nuestra existencia, esa es
nuestra plenitud, la opción, la libertad, esa libertad que en muchas ocasiones
se convierte en nuestra cárcel o incluso en nuestra condena. Es esa escala de
valores, la que nos puede desviar del camino, porque cuando jugamos a deformar
la conciencia es cuando provocamos la destrucción del género humano.
Jesús universaliza la
figura de María, llamándola mujer como hizo también en las bodas de Cana, de
esta manera se hace nuestra madre, nuestra salvadora y protectora.
María nos ayuda a
vencer el mal, el pecado, nos da el antídoto contra el Maligno, contra el
demonio. La imagen del Apocalipsis en el
que la mujer vence al dragón, a todos los pecados que destruyen al hombre,
aplasta la cabeza del demonio, de la serpiente, representa a maría, que de esta
manera María se convierte en la nueva Eva, porque vence al mal. Por una mujer
entro el pecado en la humanidad, y así por otra mujer, por María nos viene la
salvación, nos viene la redención.
Es el gran don que nos
deja a todos nosotros Jesús, nos da a su madre, se la da a toda la humanidad,
de esta manera nos da la posibilidad de vencer al pecado, de descubrir cuando
el mal viene a nosotros, un mal que suele venir revestido de engaño sutil. El
demonio nos seduce para que hagamos lo que no debemos, y no sólo nos lleva a
una actitud completamente errónea, sino que nos lleva al enfrentamiento directo
contra Dios, para que veamos lo injusto y tirano que es Dios, que nos trata
mal, que consiente el mal, nos dice en definitiva que Dios es un mal Padre, y
por eso está justificada la rebeldía.
María se ha convertido
en madre nuestra, María se convierte en madre de la Iglesia, en donde entramos
todos, en donde se nos dan los sacramentos, en donde profundizamos en la fe.
Necesitamos de nuestra madre la Iglesia, para que podamos caminar de su mano, como María al lado de
Jesús. Un acompañamiento que viene a darnos a todos nosotros razones de nuestra
fe, que nos ayuda a caminar, a seguir adelante.
Al igual que María
estuvo al lado de Jesús a lo largo de su vida en el mundo, la Iglesia también
nos acompaña a nosotros. Desde nuestro nacimiento, desde que recibimos el
sacramento del bautismo y quedamos incorporados a la Iglesia, y luego en
nuestra vida, en los momentos claves y fundamentales de nuestra existencia.
Nosotros no podemos
utilizar a la Iglesia, ni a María, ni a los sacramentos, tan sólo como puros
instrumentos. Se nos invita a vivir una fe profunda, que no sea artificial, que
no sea instrumental.
Los cristianos no somos
personas aisladas que creemos en Jesús, sino que formamos un cuerpo, formamos
la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, y a su vez un principio vivificador que es
el impulso del Espíritu Santo. Por eso es madre nuestra, es madre de toda la
humanidad. Por esto es tan importante la misión de todos los creyentes, para
que todos puedan saber esto, es madre de todos, de los que están más o menos
convencidos, de los que la ignoran, e incluso también de aquellos que persiguen
al Señor. Nadie está condenado a priori, el que se condena es el hombre que no
quiere, que se niega, que se revela, porque quiere ser el artífice de su propia
creación; el hombre que se resiste a aceptar a un Dios creador, es la criatura
contra el creador.
Por medio del Hijo,
nosotros aprendemos a amar a María, a responder a su amor de madre y de entrega
con nuestro propio amor, hacernos semejanza con ella, para que sea nuestra
maestra en el amor, aprender a amar en gratuidad y servicio, no hacerlo desde
el interés o la compensación afectiva. Amar al otro sin pedir nada a cambio.
Debemos saber que muchas veces las personas son desagradecidas, y que servir,
entregar nuestro tiempo, ayudar a otros, no va a significar en absoluto
agradecimiento, si nuestra esperanza esta puesta en la respuesta humana tarde o
temprano quedaremos defraudados.
Por ello tenemos que
hacer caso a María para hacer lo que el Señor, nos diga, como decía María a los
criados de la boda, para que nuestra vida esté llena de contenido, de vida.
María es el modelo de
discípulo de Cristo, que sabe acompañar, que espera, que no pregunta, que
acepta la voluntad de Dios, que vence los miedos y es capaz de seguir adelante
a pesar de la contradicción. Esa es la grandeza de María, esa grandeza en la
pequeñez y en la humildad.
Con María podemos
llegar a entender y comprender de verdad quien es Jesús, y de esta manera ella
misma se convierte en camino, en su seguimiento incondicional, en el amor en
gratuidad.
Javier Abad Chismol
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