viernes, 11 de agosto de 2017

Domingo XIX del Tiempo Ordinario Ciclo A

¡NO TENGÁIS MIEDO!



Al igual que recordábamos en la transfiguración del Señor, el pasa por nuestro lado, se transforma ante nosotros, camina con nosotros, y nos ocurre muchas veces como esos discípulos de Emaus, que caminaban con el Señor y no lo reconocían, porque les faltaba fe, porque les faltaba confianza, porque les costaba entender la sencillez del Señor, del paso por nuestra vida y como se transfigura ante nuestros torpes ojos.

Elías llegó al monte de Hored, esperaba que pasará el Señor, le esperaba desde una cueva, porque se le había revelado que el Señor iba a pasar, vinieron huracanes, pero el Señor no estaba en el viento, vino después un terremoto, vino el fuego, pero ante todo lo sobrenatural no aparecía Dios, durante mucho tiempo el hombre busca a Dios en lo grandioso en lo que le desborda, haciendo incluso de estos, ídolos o dioses ante la grandeza de lo que se escapa al hombre. Al final Dios estaba en una brisa suave, en lo sencillo, pequeño y cotidiano, aprendamos a buscar a Dios en lo pequeño y Él hará obras grandes en nosotros.

Nuestra conciencia iluminada por Cristo nos dejará ver lo importante y grande que es para todos nosotros descubrir la verdad, y sentir la misma pena que san Pablo al ver lo alejado que se encuentran en muchas ocasiones nuestros hermanos, quedando presos del pecado y viviendo en la ignorancia y en la mentira, por ello es vital el paso del Señor, en nosotros y en toda la humanidad.

El Señor rezó al Padre por sus discípulos, para que tuvieran coraje para seguir, para que fueran constantes en el obrar, para que caminaran en un proceso de encuentro y de conversión continuo.

Jesús se les apareció caminando sobre las aguas a los discípulos, y estos no lo reconocieron, les pareció un fantasma, y Jesús les dijo que no tuvieran miedo, que era Él, pero Pedro dudo y le retó a Jesús a que si fuera Él, pudiera caminar sobre las aguas hacia Él, pero Pedro tuvo miedo, le faltó confianza para seguir y tuvo que pedir auxilio, dijo: ¡Señor Sálvame!

Jesús les recriminó su falta de fe, y les preguntó porque había dudado, también nosotros dudamos muchas veces y tenemos miedo, que tengamos el coraje de reconocer a Dios en nuestras vidas, cuando pasa por nuestro lado y cuando nos tiende la mano.

Javier Abad Chismol



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