EL CIEGO BARTIMEO
El Señor viene a redimirnos y darnos el consuelo ante el duro
combate de la vida, no nos puede librar del sufrimiento, de la lucha, pero si
puede ayudarnos a sobrellevar las cargas de la vida, convirtiendo la lucha en
esperanza y en consuelo.
El profeta nos anuncia un nuevo Éxodo, que salgamos de
nosotros mismos, del absurdo en que muchas veces nos encontramos, para mirar
hacia donde hay que mirar, a caminar
hacia la plenitud y la salvación, somos y debemos ser hombres y mujeres
nuevos cuando descubramos el sentido de nuestro vivir y de nuestro existir.
Para ello Dios Padre ha escogido a hombres, a profetas, a
sacerdotes para que orienten al Pueblo de Dios, se convierte en parte de la
Iglesia en camino, peregrinante que camina unida para descubrir la esencia de
cada uno de nosotros, que aspira a la salvación pero que se unifica en todos
nuestros hermanos, caminar unidos siendo únicos a los ojos de Dios, nos
salvamos salvando, nos salvamos reconociendo al Salvador y llevándolo a conocer
a todos nuestros hermanos.
El sacerdote se convierte en el mediador, entre Dios y los
hombres, no porque sea mejor, sino porque ha sido escogido y llamado por el
Señor para cumplir una misión concreta, la invocación al Espíritu y su
sacrificio, siendo pecador como otros para poder apiadarse de todas las
debilidades humanas.
Tenemos que ser como el ciego que quería ver, que quería
tocar a Jesús, que sabía que solo él podría devolverle la vista, clama
compasión, se reconoce débil y ciego, el Señor se apiada y le recobra la vista,
no por "buenismo", lo hace por la fe que es la que salva y la que nos
redime.
Javier Abad Chismol
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