jueves, 11 de octubre de 2018

Semana XXVIII del Tiempo Ordinario (B-2018)


PRUDENCIA, SABIDURÍA Y DIVINA PROVIDENCIA



¿Qué es lo que el hombre añora, que es lo que desea? Si hiciéramos esa pregunta la respuesta sería bastante sencilla, muchos pedirían tener más riqueza, que les tocara la lotería, que todo les fuera muy bien a sus seres queridos, pero ¿alguno pediría sabiduría y prudencia? Pocos, solo aquellos que han conseguido despegarse de los bienes perversos de este mundo, aquellos que miran al Señor y saben de verdad y de corazón donde se encuentran las esencias de las cosas, donde hay que poner de verdad el corazón.

Debemos añorar la sabiduría que viene de los alto, la que nos da Dios para discernir las cosas verdaderamente necesarias de nuestra vida, luz para saber dónde se encuentra el camino que nos lleva a la verdadera sabiduría.

Para ello tenemos la Palabra de Dios que es viva y eficaz, que hace despertar de nosotros mismo lo que sentimos en nuestro corazón, lo que nos hace ser verdaderamente libres, ¿creemos que la Palabra de Dios puede cambiar nuestras vidas? No es letra muerta, es palabra transformadora, pude hacer sacar de cada uno de nosotros lo mejor que tenemos dentro, la autenticidad, nuestros ser Hijos de Dios, sabemos que somos capaces de lo mejor y de lo peor, hagamos pues que la Palabra actué, que nos haga prudentes, sabios y sensatos, que nos libere de las ataduras de este mundo y que pongamos nuestro corazón en lo que es verdaderamente importante.

Hoy le preguntamos a Jesús como alcanzar la vida eterna, como salvar nuestra alma, y nos dice que cumplamos los mandamientos, pero nos dice algo mucho más importante, no pongamos nuestros ojos en la riqueza, no puede ser compatible, nuestro corazón no puede estar dividido, en primer lugar debe estar el Señor y todo lo demás se nos dará por añadidura.

Tenemos que ser libres para optar por la verdad y por la sabiduría, y para ello tenemos no solo que cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios, también tenemos que desprendernos de los apegos de este mundo, teniendo lo necesario para vivir, pero nunca dando un exceso de importancia a los bienes terrenos, hechos para nuestra realización, pero como instrumentos y no como fines en sí mismos. Ser sabios es saborear la verdad, y la verdad nos hace libres.

Javier Abad Chismol

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