COMBATE EL BUEN COMBATE DE LA FE
Todos queremos seguridades y comodidades y tanto es así, que
nos olvidamos de nuestra frágil condición humana, y vivimos como si nuestra
morada definitiva fuera en este mundo.
Por eso es escuchamos un ¡Ay!, que es un lamento del profeta
por la ignorancia del hombre que pone su corazón en las cosas de este mundo,
que beben, se dejan llevar por los placeres de la carne, que experimentan el
poder y la dominación hacia sus semejantes. Esa queja es porque cuando el
hombre pierde el rumbo de su existencia él mismo se condena y se convierte en
su verdugo.
Cuando uno es hombre de Dios, hay que huir de las cosas
mundanas y romper las cadenas que nos esclavizan, corre al alcance de la
justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad de la paciencia en el
sufrimiento y de la dulzura.
La historia del pobre Lázaro y el rico, nos ayuda a sopesar
la justicia verdadera, así como nuestra actitud, por un lado nuestra forma de
ver el mundo y por otro lado la forma de afrontar la muerte y la eternidad,
unir la justicia y la trascendencia, así como lo que significa el juicio de
Dios.
También nos replantea el significado de la justicia divina y
la justicia de los hombres y como Dios no piensa como los hombres, y que puede
haber placer y gozo y luego condenación, y por el contrario puede haber
sufrimiento y luego salvación y gozo verdadero. Es también un toque de atención
para no vivir al margen de Dios y pensar que existe una justicia divina.
Javier Abad Chismol
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