miércoles, 20 de marzo de 2019

III SEMANA DE CUARESMA C-2019, LA ZARZA ARDIENDO



“YO SOY”


El Señor es el que es, no hay otro, aunque el mundo quiera vender más dioses, estos son fruto de la imaginación del hombre de ser tan pretencioso de querer fabricar a dios, ¿Qué criatura inferior puede fabricar a dios? Ninguna, porque esta no sería dios, sería un fabricado, un dios que utilizo para conectar con la divinidad, pero que al final no es nada, es hueco y vacío.

El Señor se dirigió a Moisés, se le manifestó a través de la zarza ardiendo, una zarza que no se consumía, que maravillaba, que se encontraba en lugar santo y sagrado, y como siempre un mensaje para el pueblo, un mensaje que se sigue manifestando una y otra vez a todos los pueblos. Hablamos del mensaje de la liberación, de salir de la esclavitud que oprime y no deja ser libre al hombre, esa atadura no es producida solo por hombres tiranos, es producida por el afán del hombre de ser dios, de dominarlo todo, de alimentar su soberbia y sobre todo la autosuficiencia.

El Señor viene hoy a nosotros a sacarnos de nuestro pecado de nuestra incredulidad y nos llama a descubrir la tierra prometida, a ser libres de  verdad, a romper las cadenas y decir que el Señor es el que es, y que no hay otro fuera de él.

Tengamos cuidado en el camino de peregrinación en esta vida, no caigamos ante las dificultades, como nos dice san Pablo, todos salieron en busca de la tierra prometida y ¿Quién no busca en esta vida una tierra prometida, una vida mejor para él y los suyos? Pero luego resulta que el camino no es nada fácil. Nosotros somos ese pueblo llamado por Dios a salir de nuestra esclavitud y nos ponemos en camino, pero en ocasiones las dificultades del camino, nuestro pecado, nuestra debilidad, ahoga nuestra buena intención, y acabamos maldiciendo a Dios por habernos sacado de la esclavitud, porque a lo mejor a veces es más cómodo vivir aposentado en el pecado, ser preso de los pecados, del egoísmo, del placer, de la comodidad, no queremos hacer el esfuerzo de salir de ahí, y negamos el rostro a Dios, o nos ponemos en camino a medias.

Esto es igual que los bautizados que viven al margen de Dios, dijeron si en cierto modo, pero realmente es un no, no dejan lugar al señor en sus vidas, no practican los sacramentos, ni la comunión fraterna, no  viven con el verdadero Dios, están al margen, viven presos del egoísmo de sí mismos, y dicen un sí a su dios disfrazo de cristianismo.

Nuestra vida tiene que dar fruto, pero a veces nuestra ceguera hace que consumamos vida en vez de realmente vivirla. Nos planteamos algo muy importante, ¿Si decimos si a Dios? ¿Nos irá todo bien? Es el gran error de la fe inmadura, que piensa que Dios te librará de los males de este mundo, como vemos hay ciertas cosas que ocurren igual a todas las personas, tales como los accidentes, las enfermedades, la muerte, etc., es la propia condición humana, nuestro peregrinar llega más allá, porque trasciende la existencia terrena, no olvidemos que nuestra meta no es esta vida.

Nuestra vida debe dar fruto y servir, una vida llena de bondad y no de maldad, una vida que fructifique y que dé frutos para la vida eterna.

Javier Abad Chismol
Párroco

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