“YO SOY”
El Señor es el que es, no hay otro, aunque el mundo quiera
vender más dioses, estos son fruto de la imaginación del hombre de ser tan
pretencioso de querer fabricar a dios, ¿Qué criatura inferior puede fabricar a
dios? Ninguna, porque esta no sería dios, sería un fabricado, un dios que
utilizo para conectar con la divinidad, pero que al final no es nada, es hueco
y vacío.
El Señor se dirigió a Moisés, se le manifestó a través de la
zarza ardiendo, una zarza que no se consumía, que maravillaba, que se
encontraba en lugar santo y sagrado, y como siempre un mensaje para el pueblo,
un mensaje que se sigue manifestando una y otra vez a todos los pueblos.
Hablamos del mensaje de la liberación, de salir de la esclavitud que oprime y
no deja ser libre al hombre, esa atadura no es producida solo por hombres
tiranos, es producida por el afán del hombre de ser dios, de dominarlo todo, de
alimentar su soberbia y sobre todo la autosuficiencia.
El Señor viene hoy a nosotros a sacarnos de nuestro pecado de
nuestra incredulidad y nos llama a descubrir la tierra prometida, a ser libres
de verdad, a romper las cadenas y decir
que el Señor es el que es, y que no hay otro fuera de él.
Tengamos cuidado en el camino de peregrinación en esta vida,
no caigamos ante las dificultades, como nos dice san Pablo, todos salieron en
busca de la tierra prometida y ¿Quién no busca en esta vida una tierra
prometida, una vida mejor para él y los suyos? Pero luego resulta que el camino
no es nada fácil. Nosotros somos ese pueblo llamado por Dios a salir de nuestra
esclavitud y nos ponemos en camino, pero en ocasiones las dificultades del
camino, nuestro pecado, nuestra debilidad, ahoga nuestra buena intención, y
acabamos maldiciendo a Dios por habernos sacado de la esclavitud, porque a lo
mejor a veces es más cómodo vivir aposentado en el pecado, ser preso de los
pecados, del egoísmo, del placer, de la comodidad, no queremos hacer el
esfuerzo de salir de ahí, y negamos el rostro a Dios, o nos ponemos en camino a
medias.
Esto es igual que los bautizados que viven al margen de Dios,
dijeron si en cierto modo, pero realmente es un no, no dejan lugar al señor en
sus vidas, no practican los sacramentos, ni la comunión fraterna, no viven con el verdadero Dios, están al margen,
viven presos del egoísmo de sí mismos, y dicen un sí a su dios disfrazo de
cristianismo.
Nuestra vida tiene que dar fruto, pero a veces nuestra
ceguera hace que consumamos vida en vez de realmente vivirla. Nos planteamos algo
muy importante, ¿Si decimos si a Dios? ¿Nos irá todo bien? Es el gran error de
la fe inmadura, que piensa que Dios te librará de los males de este mundo, como
vemos hay ciertas cosas que ocurren igual a todas las personas, tales como los
accidentes, las enfermedades, la muerte, etc., es la propia condición humana,
nuestro peregrinar llega más allá, porque trasciende la existencia terrena, no
olvidemos que nuestra meta no es esta vida.
Nuestra vida debe dar fruto y servir, una vida llena de
bondad y no de maldad, una vida que fructifique y que dé frutos para la vida
eterna.
Javier Abad Chismol
Párroco