SEGUIR EL PLAN DE DIOS
En la vida podemos fiarnos de nosotros, fiarnos de los demás
o fiarnos de Dios, el profeta Jeremías nos dice lo que dice el Señor, habla del
bien y del mal, de la bendición y de la maldición, o todavía más sencillo, nos
lleva a descubrir las consecuencias de actuar mal y de actuar bien, ¿Qué
queremos escoger? ¿En qué lado queremos estar?
Apartemos de nuestro corazón todo aquello que no nos deja ser
felices, en esos engaños que nos hacen creer de manera errónea donde está el
fin del hombre o su ficticia y efímera felicidad, con Dios podemos quitar la
máscara al engaño. Amar, creer y confiar en el Señor es tener bien afianzadas
nuestras raíces.
Apostemos por la verdad, por la confianza, y como el hombre
vence la muerte porque Jesús resucitó por nosotros y nos abrió la puerta para
la vida eterna, y murió por puro amor, y lo hizo para abrirnos el camino, es
decir, de dónde venimos, quienes somos, hacia donde vamos y el porqué del ser del
hombre y su lugar en el mundo.
El Señor se acerca a la multitud, para decir donde está la
felicidad, y como podemos encajar todo lo que de por si nos trae la vida. Son
las Bienaventuranzas, el plan programático de Jesús que rompe los esquemas del
mundo, un hambre que quedará saciada, una tristeza que se convertirá en
alegría, saber encajar el odio de la gente, la rabia o la maldad, el insulto,
en ocasiones por razón social, de raza, de religión, prejuicio o de política,
la justicia verdadera triunfará sobre el mal y sobre la corrupción, porque
nadie es más fuerte que el Señor, ¡quien como Dios!
Pero al igual que el bien tiene consecuencias el mal también
las tiene, son las consecuencias de nuestras decisiones, son las
bienaventuranzas y las lamentaciones. Que siempre tengamos la gracia de poner
siempre en primer lugar en nuestra vida la verdad de Dios y su bendición.
Javier Abad Chismol
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