EL BANQUETE DE LA SALVACIÓN
Durante la cena Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed. Esto es mi cuerpo”. Después tomó un cáliz, dio gracias y lo dio, diciendo: “Bebed todos de él, porque esta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos para remisión de los pecados”.
Mt 26, 26-28
La última Cena es el regalo más grande que nos ha dado el Señor, porque a través de la Eucaristía el Señor permanece para siempre con nosotros y en nosotros, se hace presente cada vez que el sacerdote pronuncia las mismas palabras que dijo Jesús, y como nos invitó a que hiciéramos esto en memoria suya, es don, es regalo, es gracia.
Dios se nos entrega en el Misterio de la Encarnación, se nos ofrece en la cruz y se hace perpetua la entrega en el Sacramento de la Eucaristía, entrega por amor y alimento para el camino, es nuestro viatico, es el alimento que nos da las fuerzas necesarias para seguir en la vida, para dar sentido a lo que vivimos y hacemos en nuestra existencia terrena, y por ese motivo el Seños no nos deja solos nunca, siempre se hace presente en nuestras vidas, y se nos da por puro amor, es más, se nos da sin merecerlo.
Jesús se nos da en una Presencia Real, lo que vemos en la celebración de la Eucaristía, no es pan ni vino, es realmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, por eso no podemos banalizar con el misterio, quitarle la importancia que tiene venerar el Santísimo Sacramento.
Es alimento espiritual imperecedero, “Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” Jn 6,55. Es nuestro alimento espiritual necesario para que podamos cumplir la voluntad de Dios, no permitamos que se devalúe la Eucaristía, para muchos ya no tiene sentido santificar las fiestas, no sienten necesidad de la Eucaristía dominical, ni tampoco participar en la Santa Misa, se puede estar mucho tiempo sin comulgar, simplemente porque no hay ningún acontecimiento social que me lleve a la Iglesia, a la Eucaristía, no hay bodas, ni entierros, ni fiestas, entonces ¿para que acudir?
Tenemos que necesitar la Comunión, sino lo hacemos, cada vez y sin darnos cuenta, estaremos alejados de Dios, y este será para nosotros un desconocido, la Iglesia un entorno puntual, tipo salón de actos, no despreciemos al Señor, cuantas veces en una boda o un funeral, o una fiesta, estando la Iglesia llena solo comulgan unos pocos, es la banalización del sacramento, convertido en acontecimiento social.
Jesús en la Eucaristía es sacrificio salvador, porque se nos da en alimento para la vida eterna, cada vez que participamos en ella actualizamos el misterio, no recordamos tan solo, el mismo Señor se hace presente en el pan y el vino, hacemos eso en memoria suya y porque nos dio ese mandato, hacerlo en memoria suya, y con la orden del Señor, nace la verdadera ordenación sacerdotal, que se perpetua en la Iglesia a través de los sacerdotes que prestan sus manos, su voz al Señor para hacerse presente en la Eucaristía.
Es el banquete de los tiempos mesiánicos, es el anuncio del banquete del cielo, es la prenda para la vida futura y es la realidad sustancial que se hace presente ante nuestros ojos, se forma un verdadero puente entre el Señor y todos nosotros.
La Eucaristía es la vida de la Iglesia, todo creyente, cristiano, que no ve necesaria la Eucaristía es que no ha conocido a Cristo, y se ha quedado con la acción material pero ha desestimado la más importante que es la espiritual, la llamada a la vida eterna.
Es la afirmación de Jesús de “me voy pero me quedo”, es el inefable amor de Cristo, es la fiesta del Pastor y del Cordero, el favor perpetuo de Dios a los hombres, a todos nosotros.
Javier Abad Chismol