EL SEÑOR VIENE VESTIDO DE
MAJESTAD
Con
esta solemnidad se acaba lo que llamamos el ciclo litúrgico, estamos
ya pues a las puertas del Adviento, de la preparación para la
Navidad. Hoy ponemos en el centro de nuestra vida al Señor, Él debe
ser el Rey de nuestra vida, ha venido a gobernar no como los reyes de
este mundo, ha venido a reinar para dar al hombre la paz y la
libertad.
Los
reyes de este mundo esclavizan al hombre, son los poderes que
pretenden hacerse con nuestra vida, reyes, ídolos, mitos, que en
definitiva nos dicen que nos vayamos tras ellos. Pues bien hoy
tenemos que dejar que el Señor reine, es verdad que su Reino no es
de este mundo, es cierto que su trono no lo es, que su corona de
joyas no existe, que no tiene ejercito con armas, que no tiene
territorio, que no tiene cárceles.
Nuestro
Rey gobierna desde el Trono de la Cruz, gobierna con una corona de
espinas que simboliza el sufrimiento y el dolor del mundo. Es un Rey
solidario con el dolor, con la injusticia, con la pobreza, con las
miserias de este mundo, que viene a destronar al Príncipe de las
Tinieblas, que quiere que nos vayamos tras él, que querrá una y
otra vez matar a Dios y decirte que el único rey es el rey de la
tierra, de las pasiones, de la perversidad y del egoísmo.
Cristo
es nuestro salvador, nuestro redentor, nos saca de las tinieblas, nos
lleva a ser hijos de la luz, y eso supone nuestra redención de los
pecados, significa nuestra plenitud y nuestra liberación, en
definitiva nos capacita para el amor.
Los
reyes de este mundo se imponen y oprimen, en cambio Jesús se nos
propone en generosidad y entrega, esa es la gran entrega del amor de
Dios, su Reino viene a reconciliar y salvar lo que estaba
perdido.
Recemos
y oremos ante el trono de la Cruz, postrémonos a sus pies, los pies
del mensajero que nos conducen al camino que lleva la liberación al
hombre.
Acerquémonos al misterio del amor de Dios, que viene a nosotros para entregarse por puro amor y en gratuidad. preparemos nuestro corazón para acogerlo y para abrazar su entrega en la debilidad de la encarnación.
Que sea quien gobierna nuestros corazones y quiere hacerse grande en lo débil.
Javier Abad Chismol
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