miércoles, 5 de julio de 2017

SEMANA XIV DEL TIEMPO ORDINARIO A

SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN


El salvador del mundo no viene vestido de majestad como un rey, como un poderoso de la tierra, el Mesías viene a nosotros humilde y sencillo, y lo hace para hacerse solidario con el género humano. La ternura del corazón se mide por la capacidad de ser sensible hacia los demás, de estar lo más cerca posible de aquellos que son los desheredados de la tierra, de aquellos que parecen haber tenido peor suerte en la vida.

Zacarías nos muestra una venida del Mesías en ese rey pobre que viene montado en un borrico, ¿Qué rey de la tierra viene en esas condiciones? ¿Qué rey nace en una cuadra y en un pesebre? El Señor viene al mundo para que comprendamos que para Dios no son importantes los eruditos, ni los sabios, ni los ricos, ni los poderosos del dinero.

Venzamos a la tentación del pecado, de aquellas actitudes que se basan en la soberbia, en el poder, y en la falta de reconocimiento de la culpa, es la gracia de Dios, del espíritu que habita en nosotros el que puede realmente vencer al pecado, o lo que es más interesante, des mascarar las obras del pecado o de la carne, en definitiva aquello que va matando las obras de Dios en nosotros, porque nosotros debemos ser los portadores de Dios, los que provoquemos el encuentro personal, y eso se realiza a través de las palabras, del testimonio y de las obras.

Si decimos que somos creyentes, nos esforcemos en demostrarlo, en que el Señor obra en nosotros y nos hace portadores de su mensaje de Buena Noticia a todos los hombres.

Cuando estemos cansados y agobiados de todo aquello que nos acontece en la vida, seamos capaces de acudir al Señor, para encontrar consuelo, y para soportar la carga de nuestra vida, una carga que sin el Señor llega a hacerse insostenible. Por eso necesitamos de su fuerza, de su aliento, de su ánimo.

Será desde la sencillez y desde el dejarse hacer por Dios, desde nuestro reconocimiento de nuestra pobreza sin Dios y de nuestra grandeza cuando nos reposamos en Él, cuando surja el milagro de cambio en nuestra vida.

Que tengamos un corazón humilde y abierto, sencillo y sin doblez, de ahí  nacerá la conversión y la fuerza, el Señor nos quiere pobres y sencillos pero con coraje y abiertos al amor al mundo, dando la vida incluso por el Evangelio, que es haber descubierto la grandeza del amor Dios y la necesidad de anunciarlo al mundo.


Javier Abad Chismol

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