PRUDENCIA Y SABIDURÍA
Semana XXVIII del
Tiempo Ordinario (B-2012)
¿Qué es lo que el hombre añora, que es lo que desea? Si
hiciéramos esa pregunta la respuesta sería bastante sencilla, muchos pedirían
tener más riqueza, que les tocara la lotería, que todo les fuera muy bien a sus
seres queridos, pero ¿alguno pediría sabiduría y prudencia? Pocos, solo
aquellos que han conseguido despegarse de los bienes perversos de este mundo,
aquellos que miran al Señor y saben de verdad y de corazón donde se encuentran
las esencias de las cosas, donde hay que poner de verdad el corazón.
Debemos añorar la sabiduría que viene de los alto, la que nos
da Dios para discernir las cosas verdaderamente necesarias de nuestra vida, luz
para saber dónde se encuentra el camino que nos lleva a la verdadera sabiduría.
Para ello tenemos la Palabra de Dios que es viva y eficaz,
que hace despertar de nosotros mismo lo que sentimos en nuestro corazón, lo que
nos hace ser verdaderamente libres, ¿creemos que la Palabra de Dios puede
cambiar nuestras vidas? No es letra muerte, es palabra transformadora, pude hacer
sacar de cada uno de nosotros lo mejor que tenemos dentro, la autenticidad,
nuestros ser Hijos de Dios, sabemos que somos capaces de lo mejor y de lo peor,
hagamos pues que la Palabra actué, que nos haga prudentes, sabios y sensatos,
que nos libere de las ataduras de este mundo y que pongamos nuestro corazón en
lo que es verdaderamente importante.
Hoy le preguntamos a Jesús como alcanzar la vida eterna, como
salvar nuestra alma, y nos dice que cumplamos los mandamientos, pero nos dice
algo mucho más importante, no pongamos nuestros ojos en la riqueza, no puede
ser compatible, nuestro corazón no puede estar dividido, en primer lugar debe
estar el Señor y todo lo demás se nos dará por añadidura.
Javier Abad Chismol
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