UNIDAD Y BIEN COMÚN
Es curioso parece que todos hablan de unidad, de
globalización, de aunar esfuerzos, de sumar más que restar, pero resulta que
esa intención está pervertida, tiene otra intención, la unión se hace
fundamentalmente por interés, especialmente por el económico, los países se
unen, las multinacionales también, pero con un punto en común ganar más y más,
es el capitalismo disfrazado de falsa unidad.
Las lecturas de esta semana nos hablan del matrimonio, de
unidad, del proyecto común de los esposos, de la renuncia, de la entrega, de
arrimar el hombro para construir juntos.
Hoy en el día el matrimonio se entiende como un contrato
mercantil, en que en cualquier momento podemos rescindir cuando uno de las
partes lo vea conveniente, sea o no sea justificado. Pero nuestro mundo
globalizado llega mucho más lejos, y ya no quiere contrato, sea por la Iglesia
o sea por lo civil, los hijos se tienen fuera del matrimonio con toda la
intención, de hecho cada vez son más los padres que piden el bautismo para sus
hijos y no está casados, muchos de ellos ni por lo civil.
Los liberales presumen de que para amar no hace falta
contrato, que el matrimonio es solo un papel, se olvidan decir lo que está en
su mente, y es el temor al compromiso, el querer dejar una puerta bien abierta
a la ruptura porque encontrare algo mucho mejor, o cuando me canse, o que mi
pareja es como algo que pasara de moda, o como un viejo coche del cual ya me he
aburrido.
El Señor nos llama a superar los obstáculos del egoísmo
humano, de la infidelidad, de que
nuestro mundo mercantilista nos convierta en meros consumidores hasta de
sentimientos. Que busquemos la santidad, los bienes de arriba y que
construyamos un mundo más justo y solidario, pero para eso hay que confiar en
el Señor, y ponerse en sus manos, para que nos edifique y nos haga ser cada vez
mejores, Cristo vino a unir lo que estaba roto, la humanidad dividida, a que
entre todos seamos más plenos y felices.
Javier Abad Chismol
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