LA FE SIN OBRAS ESTÁ
MUERTA
Semana XXIV del Tiempo
Ordinario (B-2015)
El Señor nos anima a seguir adelante, a no desfallecer a
pesar de la dificultad y de la adversidad, nos abre oído como al sordo y nos
desvuelve la vista como al ciego, aprendemos y entendemos el precio de la
verdad y de la lucha por la libertad.
Por eso ofrecemos nuestras espalda a los golpes, aceptamos
los ultrajes y los insultos, estamos dispuestos a llegar hasta el final en esta
conquista, porque sabemos que la empresa en la que estamos no es nuestra,
estamos con el Señor, y él es nuestro abogado, nuestro alcázar, nuestro
defensor, por eso nos da igual la denuncia del mundo, del impío, del incrédulo,
de aquellos que piensan que a Dios se le puede burlar o incluso aniquilar, no
seremos decepcionados y por eso podemos hacer frente a los enemigos.
La coherencia, la transparencia viene del Señor que nos
ilumina, el apóstol Santiago nos lo dice muy claro, no podemos amar a Dios y
decir que le queremos cuando nuestra vida está vacía de obras. Es una llamada a
la conquista de la verdad con nuestra propia vida si fuera incluso necesario.
Es vital construir un mundo más justo y solidario, ¿de qué nos sirve la queja
si luego nos somos capaces de hacer nada? A veces nos contentamos con pensar y
decir que está todo muy mal, y nos quedamos tan solo con lamentaciones, y eso
nos hace estar inertes, quietos, como aquel que espera su final sin poder hacer
nada. Es como cuando vemos que las Iglesias, las parroquias se van vaciando, y
no hacemos nada para remediarlo. Tenemos que apostar por la Evangelización, por
la conquista de Cristo, que se vea a los cristianos por cómo viven, por lo que
hacen, que el que vea un cristiano vea a una persona animada, llena de
esperanza y con entusiasmo, el Señor no nos quiere quietos, no caigamos en la
tentación del demonio, en la impasibles y en la desmoralización.
Hoy el Señor nos pregunta a cada uno de nosotros ¿Quién dice
la gente que soy yo? ¿Qué pensamos nosotros? A veces no entendemos, no
comprendemos, vivimos engañados, nos ocurre como a Pedro que no quería
consentir el sufrimiento de Jesús, y el mismo Señor le dijo; ¡Apártate de mí
Satanás que piensas como los hombres! Estamos llamados a configurarnos con el
Señor, a mirar con los ojos de la fe y no con los ojos del mundo.
Seguir a Jesús es dejarlo todo, cargar con su cruz y estar
dispuesto perderlo todo, el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que
la pierda por el Señor y la Buena Noticia, se salvará.
Javier Abad Chismol
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