XVIII SEMANA TIEMPO
ORDINARIO
TODO ES VANIDAD
Vanidad, todo es vanidad de vanidades, cuando el hombre
quiere vivir al margen de Dios, creyendo que las riquezas de este mundo le van
a dar la felicidad, y luego al final de sus vidas se da cuenta, que la mayoría
de los esfuerzos que realizamos no han valido la pena, porque al final no nos
queda absolutamente nada, todo es vanidad.
La vanidad es la realidad inconsistente, es decir que no es
fiable, pero ¿Qué ocurre cuando no hemos sido capaces de reaccionar a tiempo?
Tenemos una oportunidad enorme de poder dirigir nuestros pasos hacia lo
consistente, hacia aquello que vale la pena y que perdura por siempre y
sobrepasa nuestro pobre temporalidad terrena, podemos decir que el hombre es como
un soplo pasajero y efímero.
El Señor nos invita a que confiemos en las cosas de arriba y
no en las cosas de la tierra. Destruir todo lo terreno que hay en nosotros,
aquello que nos aleja del amor a Dios, aquello que no les agradable a sus ojos,
que es en definitiva lo que nos destruye a cada uno de nosotros, a la
humanidad, es saber detectar el pecado en una sociedad que lo quiere eliminar.
Si no reconozco el pecado no puedo pedir perdón y reconciliarme con Dios.
Debemos de revestirnos de hombres nuevos.
El Señor nos invita a que tengamos mucho cuidado con toda
clase de avaricia porque la vida no depende de las riquezas ni de las
posesiones, no se valora a nadie por lo que tiene sino se hace por lo que es
ante los ojos de Dios, es hacer resonar en nuestras vidas las palabras de Jesús
en las Bienaventuranzas; “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios”.
Atesoremos tesoros para Dios, anunciemos el Reino de Dios a
los hombres y seremos verdaderamente libres y desapegados de las cosas de este
mundo, que seamos capaces de ir a lo importante y fundamental que es el Señor y
la salvación de nuestra alma.
Javier Abad Chismol
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