jueves, 6 de febrero de 2020

V DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO A


SOIS LA SAL DE LA TIERRA


La generosidad y la disposición a ayudar a los demás es la característica fundamental del creyente, es en definitiva estar pendiente del otro, de mi prójimo, de aquellas personas que el Señor pone a nuestro lado, y que nunca es por casualidad, nada es casual, son formas de evidenciar nuestro amor a Dios.

Cuando dejamos nuestro egoísmo surge una luz que alumbra nuestro interior y también a nuestros hermanos, esa es la forma de evidenciar la existencia de Dios ante los hombres, es el recibir a través del dar, con el convencimiento que la generosidad no queda en saco roto, y no porque lo hagamos porque esperamos recompensa, sino porque es el sentido del existir del ser humano, es encontrar el sentido a nuestro vivir, y hacerlo desde la aceptación de la voluntad de Dios.

Nuestra sabiduría no es de este mundo, nuestra sabiduría viene del conocimiento de la verdad, y la verdad es Jesucristo que se nos ofrece en la Buena Noticia del Evangelio. Y seguimos además a Cristo muerto y resucitado y ha roto todo esquema humano para llevarnos de esta manera a la trascendencia, es convertir la sabiduría de los hombres en absurdo y ese es el poder de Dios.

Nos dice el Evangelio, “ser sal para el mundo”, que es dar sentido a la existencia, y para ello no hay que desfallecer ni acomodarse a la sociedad ni a las ofertas del mundo, esa es una de las grandes tentaciones que tiene el ser humano, no negando a Dios pero viviendo al margen, separando la fe del quehacer de cada día.

Ser luz para el mundo, poder alumbrar para que no domine la tiniebla, el hombre sin Dios está perdido en la oscuridad del absurdo, y esa luz debe brillar en los corazones, en las obras y en las palabras, ser luz, ser sal, ser auténticos para que todos vean en el creyente la esperanza en la verdad que es Cristo.


Javier Abad Chismol

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