SOIS LA SAL DE LA
TIERRA
La generosidad y la disposición a ayudar a los demás es la
característica fundamental del creyente, es en definitiva estar pendiente del
otro, de mi prójimo, de aquellas personas que el Señor pone a nuestro lado, y
que nunca es por casualidad, nada es casual, son formas de evidenciar nuestro
amor a Dios.
Cuando dejamos nuestro egoísmo surge una luz que alumbra
nuestro interior y también a nuestros hermanos, esa es la forma de evidenciar
la existencia de Dios ante los hombres, es el recibir a través del dar, con el
convencimiento que la generosidad no queda en saco roto, y no porque lo hagamos
porque esperamos recompensa, sino porque es el sentido del existir del ser
humano, es encontrar el sentido a nuestro vivir, y hacerlo desde la aceptación
de la voluntad de Dios.
Nuestra sabiduría no es de este mundo, nuestra sabiduría
viene del conocimiento de la verdad, y la verdad es Jesucristo que se nos
ofrece en la Buena Noticia del Evangelio. Y seguimos además a Cristo muerto y
resucitado y ha roto todo esquema humano para llevarnos de esta manera a la
trascendencia, es convertir la sabiduría de los hombres en absurdo y ese es el
poder de Dios.
Nos dice el Evangelio, “ser sal para el mundo”, que es dar
sentido a la existencia, y para ello no hay que desfallecer ni acomodarse a la
sociedad ni a las ofertas del mundo, esa es una de las grandes tentaciones que
tiene el ser humano, no negando a Dios pero viviendo al margen, separando la fe
del quehacer de cada día.
Ser luz para el mundo, poder alumbrar para que no domine la
tiniebla, el hombre sin Dios está perdido en la oscuridad del absurdo, y esa
luz debe brillar en los corazones, en las obras y en las palabras, ser luz, ser
sal, ser auténticos para que todos vean en el creyente la esperanza en la
verdad que es Cristo.
Javier Abad Chismol
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