viernes, 8 de noviembre de 2019

SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO C-2019


NUESTRO DIOS ES DE VIVOS NO DE MUERTOS




Debemos estar dispuesto a perderlo todo antes que la fe en el Señor, quien cumple los mandatos divinos todo lo encuentra vanidad y desprecio comparado con la grandeza de ser hijos de Dios y reconocerlo como Padre.

Los poderes de este mundo, el poder terrenal junto con los hijos de las tinieblas quieren poner a prueba a Dios, como hizo el diablo cuando tentó a Jesucristo en las tentaciones, también lo hace con sus seguidores, con aquellos que están dispuesto a perderlo todo antes que a Dios.

En el libro  de los Macabeos se les quieren quitar la vida o renunciar a Dios, y al igual que los mártires se debe estar dispuesto a perder incluso la vida, porque nuestro Dios es de vivos y no de muertos, porque él nos dará la resurrección y la verdadera vida, la que no se marchita y se pierde.

San Pablo nos anima a seguir adelante a pesar de las dificultades que podamos encontrar en el camino, también para vernos librados de los hombres malvados y perversos que quieren corromper la fe, disuadir a los hombres y mujeres que siguen a Jesucristo, y lo hacen incluso llegando a las últimas consecuencias como el asesinato y la tortura. Pero también sabemos que el Señor nos dará las fuerzas necesarias para seguir adelante sin desfallecer.

Cuando hablamos de la resurrección no podemos pensar como los hombres, no es una vida nueva similar a esta como si fuera una especie de reencarnación, es algo mucho mayor que nos desborda. En la resurrección no tiene importancia la  imagen, la fama, el poder, los bienes, lo que tiene importancia es la trascendencia. Porque el Señor transformará nuestra vida pobre, nuestro cuerpo débil y frágil en el Cuerpo glorioso de Cristo, esa es nuestra fe y esa es nuestra llamada.

Javier Abad Chismol

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