¡CRISTO REY!
XXXIV Tiempo Ordinario
Con esta solemnidad se acaba lo que llamamos el ciclo
litúrgico, estamos ya pues a las puertas del Adviento, de la preparación para
la Navidad. Hoy ponemos en el centro de nuestra vida al Señor, Él debe ser el
Rey de nuestra vida, ha venido a gobernar no como los reyes de este mundo, ha
venido a reinar para dar al hombre la paz y la libertad.
Los reyes de este mundo esclavizan al hombre, son los poderes
que pretenden hacerse con nuestra vida, reyes, ídolos, mitos, que en definitiva
nos dicen que nos vayamos tras ellos. Pues bien hoy tenemos que dejar que el
Señor reine, es verdad que su Reino no es de este mundo, es cierto que su trono
no lo es, que su corona de joyas no existe, que no tiene ejercito con armas,
que no tiene territorio, que no tiene cárceles.
Nuestro Rey gobierna desde el Trono de la Cruz, gobierna con
una corona de espinas que simboliza el sufrimiento y el dolor del mundo. Es un
Rey solidario con el dolor, con la injusticia, con la pobreza, con las miserias
de este mundo, que viene a destronar al Príncipe de las Tinieblas, que quiere
que nos vayamos tras él, que querrá una y otra vez matar a Dios y decirte que
el único rey es el rey de la tierra, de las pasiones, de la perversidad y del
egoísmo.
Cristo es nuestro salvador, nuestro redentor, nos saca de las
tinieblas, nos lleva a ser hijos de la luz, y eso supone nuestra redención de
los pecados, significa nuestra plenitud y nuestra liberación, en definitiva nos
capacita para el amor.
Los reyes de este mundo se imponen y oprimen, en cambio Jesús
se nos propone en generosidad y entrega, esa es la gran entrega del amor de
Dios, su Reino viene a reconciliar y salvar
lo que estaba perdido.
Recemos y oremos ante el trono de la Cruz, postrémonos a sus
pies, los pies del mensajero que nos conducen al camino que lleva la liberación
al hombre.
Javier Abad Chismol
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