“YO DOY LA VIDA POR LAS
OVEJAS”
Los discípulos estaban llenos de ánimo y esperanza para
seguir anunciando al Señor, para decir en todos los pueblos y en todas las
plazas que Cristo había muerto por todos ellos, que se había entregado para la
salvación del mundo. No hacían caso de los ataques sistemáticos de los judíos,
que no reconocían a Jesús, que afirmaban que era un blasfemo y un farsante, que
no se reconocían culpables de la muerte de ese, de ese falso mesías.
La envidia les podía, no lo podían soportar, y es curioso
esos eran los religiosos, lo mismo ocurre en nuestro mundo, muchos de los que
dicen ser religiosos, cristianos o católicos, luego resulta que no ven nada en
Jesús, no cumplen los mandatos, no vive según el Evangelio, la religión como
una forma concreta de actitud, es decir, apariencia religiosa pero fondo ateo.
Juan vio en su sueño del Apocalipsis una muchedumbre inmensa,
los que venían de la gran tribulación, los que han vencido la muerte, el pecado,
la tiniebla, es la trascendencia de este mundo, donde no habrá ni llanto, ni
sufrimiento, ni dolor, son los que han sido purificado por la sangre del
cordero, es decir, Jesús muere por nosotros baja a los infiernos y nos salva,
nos saca del error y del engaño, ese engaño que busca una felicidad abstracta
al margen de Dios.
Hoy escuchamos la voz del buen pastor, aquel que da la vida
por sus ovejas, que las cuida, las protege, porque no quiere que ninguna se
pierda, porque no quiere que andemos como ovejas sin pastor, porque no quiere
que caigamos en manos del mal, de los lobos de este mundo que quieren devorar
al rebaño.
Nosotros conocemos su voz, y le seguimos, no es decir un si
pequeño, es llevarlo a plenitud y en coherencia en nuestra vida nuestro ser
cristiano.
Javier Abad Chismol
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