YO
SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO
DEL
CIELO
Elías
no podía más, tan amargado y triste estaba que incluso deseaba que
el Señor le quitara la vida, estaba exhausto, muerto de hambre y de
sed. Esa es la situación en que nos encontramos en ocasiones,
estamos desesperados cuando las dificultades del camino, de nuestra
vida nos aprietan por todos lados, situaciones extremas como; el
dolor, la enfermedad, la muerte, la injusticia, nos desborda y
podemos al igual que Elías pedir que se acabe todo sufrimiento.
Nuestra
sociedad no quiere luchar, quiere comodidades, no quiere
dificultades, en definitiva no acepta la condición humana vital; el
trabajo, la lucha, el sufrimiento, forman parte de algo innato en el
ser humano, por eso se debe aceptar su condición y su Creador, es la
única forma de saborear el sentido de la vida y poder degustar lo
que es la felicidad real, la que esencia en el ser humano, la de
nuestra condición, no la felicidad ficticia que fabrican los hombres
cuando quieren vivir al margen de Dios, y por lo tanto ofrecen algo
irreal al ser humano, porque este solo puede reposar y encontrar la
paz en Dios
El
Señor le dio a Elías lo que necesitaba, le dio de beber y de comer,
reparo sus fuerzas y pudo ponerse en camino para poder cumplir su
misión, dar el mensaje de Dios a un pueblo hostil, no olvidemos que
nuestra vocación, nuestra misión, es algo real, algo posible, y por
lo tanto una vez descubierta el Señor proveerá, eso es ponerse en
manos de la Divina Providencia.
Nos
pide el Señor que nos esforcemos con la ayuda del Espíritu Santo a
ser mejores, a desterrar todo tipo de maldad de nuestro corazón, que
seamos imitadores de Cristo, y por eso hay que vivir siempre en una
actitud de alerta para poder rectificar cuando nos desviemos del
camino.
Cristo
es el pan de vida, el pan bajado del Cielo, el que coma de Él tendrá
vida eterna, lo da para la vida del mundo, para que alcancemos la
plenitud, para que en definitiva podamos ser felices en este valle de
lágrimas. Encontremos en la Eucaristía el alimento para el camino.
Javier
Abad Chismol
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