miércoles, 8 de agosto de 2018

SEMANA XIX TIEMPO ORDINARIO B


YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO

 DEL CIELO


Elías no podía más, tan amargado y triste estaba que incluso deseaba que el Señor le quitara la vida, estaba exhausto, muerto de hambre y de sed. Esa es la situación en que nos encontramos en ocasiones, estamos desesperados cuando las dificultades del camino, de nuestra vida nos aprietan por todos lados, situaciones extremas como; el dolor, la enfermedad, la muerte, la injusticia, nos desborda y podemos al igual que Elías pedir que se acabe todo sufrimiento.

Nuestra sociedad no quiere luchar, quiere comodidades, no quiere dificultades, en definitiva no acepta la condición humana vital; el trabajo, la lucha, el sufrimiento, forman parte de algo innato en el ser humano, por eso se debe aceptar su condición y su Creador, es la única forma de saborear el sentido de la vida y poder degustar lo que es la felicidad real, la que esencia en el ser humano, la de nuestra condición, no la felicidad ficticia que fabrican los hombres cuando quieren vivir al margen de Dios, y por lo tanto ofrecen algo irreal al ser humano, porque este solo puede reposar y encontrar la paz en Dios

El Señor le dio a Elías lo que necesitaba, le dio de beber y de comer, reparo sus fuerzas y pudo ponerse en camino para poder cumplir su misión, dar el mensaje de Dios a un pueblo hostil, no olvidemos que nuestra vocación, nuestra misión, es algo real, algo posible, y por lo tanto una vez descubierta el Señor proveerá, eso es ponerse en manos de la Divina Providencia.

Nos pide el Señor que nos esforcemos con la ayuda del Espíritu Santo a ser mejores, a desterrar todo tipo de maldad de nuestro corazón, que seamos imitadores de Cristo, y por eso hay que vivir siempre en una actitud de alerta para poder rectificar cuando nos desviemos del camino.

Cristo es el pan de vida, el pan bajado del Cielo, el que coma de Él tendrá vida eterna, lo da para la vida del mundo, para que alcancemos la plenitud, para que en definitiva podamos ser felices en este valle de lágrimas. Encontremos en la Eucaristía el alimento para el camino.


Javier Abad Chismol


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