CURA DE ARS
SAN JUAN MARÍA VIANNEY
Modelo de Párroco
Muchas veces nos preguntamos ¿cuál es el modelo de sacerdote
que nos pide la Iglesia?, como debe ser la persona que obedeciendo a la
voluntad de Dios decide por gracia recibir el Sacramento del Orden. Recibir el
Sacramento del Orden es estar dispuesto a obedecer al Obispo para llevar a cabo
la misión que se nos encomiende, entendiendo que en la obediencia a los
superiores se manifiesta la voluntad de Dios.
Cuando contemplamos la vida sencilla del Cura de Ars, nos
damos cuenta de que el Señor no pide grandes hombres, ni muy inteligentes, ni
sabios, pide ante todo y sobre todo hombres de Dios. Quizás en ocasiones somos
muy exigentes con los sacerdotes y nos olvidamos que no son más que hombres que
han decidido decir Sí a Dios, que dan sus manos, dan sus labios, dan su vida
por el Anuncio del Evangelio, y lo hacen con su debilidad y con su pecado, Dios
llama a hombres normales no a superhombres. Como dice San Pablo, que presume
muy a gusto de su debilidad, porque en su debilidad y en su pobreza se ve la
grandeza de Dios.
He reflexionado en ocasiones qué tipo de cura me pedía el
Señor que fuera, o si estaba a la altura de tan noble misión. La vocación no es
una decisión personal, la vocación es la aceptación de una misión, que no tiene
por qué ser lo que uno quiere, recordando la frase del Evangelio; “si el grano
de trigo no muere no da fruto”. La vocación es ir muriendo a uno mismo para
entrar en gracia con el Señor y con nuestros semejantes. Recuerdo cuando estaba
en el Seminario como muchos me decían que si estaba es porque me gustaba, y eso
no era ni es así, el profeta es el hombre de Dios que no hace tanto lo que
quiere sino lo que debe, no es una cuestión de gustos, es una cuestión de
entrega, pero de entrega a Dios, no al capricho dominante de algunos feligreses
o vecinos.
El sacerdote es un servidor de Dios en los hermanos,
proclama la Palabra de Dios con entusiasmo y alegría, el sacerdote debe llevar
la alegría de anunciar el Evangelio, y a veces denuncia e interpela, se predica
a tiempo y a destiempo.
El cura de Ars era un hombre austero y de oración, pedía por
sus feligreses, por su conversión, pasaba largas horas en el confesionario
atendiendo a los penitentes que venían de todos los lugares. El primer paso
para la conversión es el reconocimiento de la culpa. Lástima que hoy muchos o
la mayoría ya no tengan necesidad de perdón, porque se ha perdido la conciencia
de pecado, y la necesidad de redimirse, el sacramento del perdón y la figura
del sacerdote se ha reducido a una especie de funcionario complaciente de culto
y tradiciones, más que servidor de la palabra es el servidor de unos feligreses
alejados de Dios, con culto externo pero con una fe muy pobre, que buscan
costumbres al arrope de la Iglesia.
La sencillez, el servicio a los pobres, la predicación que
tanto le costaba, y su dedicación sea para nosotros estímulo en la vida y que
descubramos que el Señor mira en lo más profundo de nuestro corazón.
Aprovechemos esta memoria para pedir por todos los sacerdotes y por las
parroquias.
Javier Abad Chismol
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