lunes, 4 de diciembre de 2017

Domingo II de Adviento B


PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR


El Señor viene a consolar a su pueblo, se compadece del pobre y el desvalido, no quiere la injusticia y quiere el bien para al hombre. Es la voz que grita en el desierto, es la voz de los pobres, de los que sufren, de los que están tristes y solos, esa voz grita que allanemos el sendero, que quitemos todo aquello que no nos deja ver la verdad, los obstáculos que nos ciegan y endurecen nuestro corazón.

Nuestro tiempo es el tiempo del Señor, es el Señor de la Historia, y no se puede entender la historia sin Dios, porque caeríamos en el absurdo de la historia del hombre, de un hombre desorientado porque renuncia a sus principios y a su Creador.

El Adviento es tiempo de esperanza, de alegría, de encuentro y también de perdón por nuestros pecados y errores, porque la luz de la venida alumbra nuestro corazón y nos da por lo tanto un corazón sensible al amor, a la caridad y a la generosidad.

Esperamos un cielo y una tierra nueva, eso es el Adviento, cambiar el mundo, volver nuestro rostro al Señor.

El profeta Isaías nos dice que manda su mensajero delante de Él, ese mensajero es Juan el Bautista, que vino como profeta para preparar al pueblo la venida del Señor, era la voz que clamaba en el desierto, que bautizaba con agua para limpiar los pecados y así volver el rostro a Dios.

Juan Bautizó con agua, el Señor nos dará la fuerza del Espíritu Santo para vencer la tentación y el pecado, es el soplo de Dios que nos da aliento  y nos constituye como Iglesia, como Pueblo de Dios. Por eso necesitamos la gracia del perdón y la fuerza del Espíritu Santo para poder llegar a la conversión en este tiempo.

Quitemos todo aquello que en nuestro camino no nos deja encontrarnos con Dios, que cada uno mire para dentro de sí para ver como se encuentra su corazón y si está preparado para el nacimiento del Salvador.

Javier Abad Chismol



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