DEVOCIÓN AL SANTÍSIMO Y
A MARÍA
Contemplar a María, es contemplar a
la Madre de toda la humanidad,
a nuestra madre, ella por puro amor nos abre la puerta de la salvación por ser
la Madre de Dios.
En esta reflexión contemplamos la
grandiosidad de Dios y un amor profundo a todo el género humano.
La devoción mariana nos viene de la
mano de San Juan de Ribera, que en momentos de escepticismo de su época, momentos
de la búsqueda de otras inquietudes religiosas, supo decir sí a María. Se
negaba en aquel entonces la maternidad de María como Madre de Dios, sus
diversas imágenes de culto popular provocaban confusión, pareciendo que hubiera
diferentes formas de ver a María, y para evitar ese error se querían eliminar y
que no se les diera culto.
Por este motivo San Juan de Ribera
quiso que su querida diócesis de Valencia fomentara la devoción mariana.
Precisamente esto fue lo que le llevo con los años a que entregar una réplica
de la imagen de la Virgen de la Cabeza desde Andújar, porque le tenía una gran
devoción, la entregó al pueblo de Burjassot, para que se venerara a la Madre de
Dios. Dicha imagen se custodia en la ermita de san Roque y la Virgen de la
Cabeza.
Esa imagen se encuentra situada en el
centro de Burjassot, como si fuera un signo evidente de que María debe estar en
el centro de nuestras vidas y así ella nos lleva al Hijo.
María tiene sentido en cuanto
creyente porque nos lleva a la fe, porque nos lleva al encuentro pleno con la
verdad. Estar cerca de María es acercarse en Espíritu y en verdad,
a aquello que da sentido a nuestra existencia, que coloca en el lugar que le
corresponde al hombre.
Por eso decimos que María es el
antídoto, la curación, la vacuna, contra el pecado, contra las fuerzas del mal;
Ella es capaz de aplastar la cabeza de la serpiente;
con María el demonio es vencido, porque Ella puede quitarle la careta con la que
se encubre de atractivo y belleza terrena, y con la que lleva al hombre a su
perdición por la seducción del mal y el pecado.
María es la nueva Eva, es la
obediente, dócil y humilde,
ante la soberbia, la autocomplacencia de la desobediencia de Eva por ambición
de querer sobrepasar a Dios.
Eva quiso superar a Dios en cambio
María se declaro la esclava del señor. También nosotros en nuestra libertad
podemos elegir ir con Eva o con María, ¿Quién triunfará en nuestra vida?
Nunca olvidemos que el mal es atractivo,
fácil, y el bien es esfuerzo, sacrificio, es entrar por la puerta estrecha.
Oremos al Padre para acertar el camino correcto,
esa es la clave que tenemos que ejercitar para descubrir las intenciones del
maligno, para ese mal disfrazado que se nos ofrece atractivo al igual que hizo
la serpiente con Eva. María vence al Mundo, pero está en el mundo, caminemos
con Ella y venceremos al poder de las tinieblas.
Para San Juan de Ribera había dos
fuentes fundamentales en la vida del creyente, una de ellas era el Santísimo
Sacramento del Altar y la otra era la devoción Mariana. Dos pilares
fundamentales para alimentar nuestra fe cada día.
San Juan nos revela donde tenemos que
reposar nuestra vida, donde tenemos que poner nuestros anhelos, para que de
este modo tengamos una vida plena y santa ante los ojos de Dios.
El Santísimo Sacramento es la forma
evidente en la que el Señor se hace presente y se manifiesta que vino al mundo
para quedarse,
para que pudiéramos contemplarle y adorarle; y cada vez que recibimos la
comunión, el mismo Señor se hace presente y pasa a formar parte de nosotros
mismos, convirtiéndose en alimento para la vida eterna,
para entrar por la puerta de salvación que nos abre nuestra Madre del Cielo.
El modelo de vida y de santidad que
se nos propone a los creyentes debe ir de la mano de María, como aquel niño
pequeño que agarra fuertemente la mano de su madre porque de esta manera se
siente seguro y protegido. Así tenemos que ir en la vida, cogidos fuertemente
de la mano de María que nos lleva a Jesucristo y este a su vez a la verdad
plena.
La verdad es la manifestación de que
el Señor es el Creador de todo, que se hace presente y nos muestra el camino,
que se basa en la construcción de nuestra propia felicidad.
María nos debe llevar a la sensatez y
a la verdadera sabiduría, no olvidemos nunca que la sabiduría es saborear la
verdad. La sensatez es escoger siempre la parte que agrada a Dios, la parte que
nos lleva a la plenitud, ¿Cómo saber si obedecemos a la verdad o a mi propia
autocomplacencia? Es relativamente fácil, si con el paso del tiempo cada vez
somos más dóciles al Señor, si le amamos más día a día y a su vez esto se
plasma en las acciones hacia mis hermanos, es que estamos por buen camino.
Podemos creer saber de Dios, de
religión, de tradiciones, de devociones, pero si no hay encuentro personal no
puede haber conversión. Se puede saber mucho, pero no haber experimentado para
nada y por lo tanto no poder transmitir aquello que no se ha vivido como una
experiencia personal de encuentro con Dios. Se pueden fabricar ídolos, o
amuletos, con formas de santos o imágenes, incluso de la madre de Dios, sin
encuentro no ha y nada, es mito, es idolatría de culto vacio.
Experimentar en nuestra vida la fe,
es lo que tenemos que hacer y vivir ante el Santísimo,
¿Cómo alabar al Santísimo Sacramento sino tengo caridad ni sensibilidad? No
puede ser un culto vacío tradicional, debe ser algo mucho más grande y lo mismo
ocurre ante la devoción a María.
Tenemos que querer caminar junto a
María y eso es experimentar sus virtudes y cualidades. Al igual que nos pasa
con las personas, cuanto más cerca estamos de alguien más nos parecemos o se
nos pegan actitudes y pensamientos, de la misma manera estando con María todo
el tiempo posible, experimentaremos esa transformación en nuestra vida y
nuestro corazón, nuestra fe se plasma no en el número de rezos, ni el culto,
sino en que bebemos de la humildad de María que nos transforma.
Que María sea nuestra madre y
maestra, nuestra guía en la vida que en ocasiones es un valle de lágrimas, que aprendamos como ella a
guardar todo en el corazón,
aunque no comprendamos, ni entendamos nada, eso es precisamente la fe, y ella
es modelo de fe, porque creyó, aun sin comprender y acepto el mandato divino
afirmando un Si a la invitación del Padre para ser la puerta de la salvación.
¡Cómo nos cuesta a todos aceptar los
acontecimientos negativos de nuestra vida! Nos revelamos, nos enfadamos incluso
con Dios y con María también cuando nos parece que no es justo o que no se nos
quiere, o que no se escuchan nuestras plegarias. Debemos seguir adelante en
todo momento esa es la fuerza de María.
Alimentados con el pan del cielo y
caminando de la mano de María, es cuando podemos estar preparados para ser
testigos valientes del Evangelio, capaces de afrontar cualquier circunstancia,
porque tenemos marcada la ruta y sabemos hacia dónde vamos y que en ese camino
de la vida no estamos solos, que la gracia del Espíritu santo habita en
nosotros,
y ahora tenemos que transmitir sin temor la verdadera opción por la verdad y
por la Buena Noticia del Evangelio.
El mensaje no es para guardarlo, es
para darlo, es para anunciarla y gritarla en las plazas y azoteas y que no debe ser callada por el temor a la persecución, porque la valentía es
seguir como María hasta el final, hasta el pie de la cruz.
Nuestro mundo no nos enseña a sufrir,
ni a afrontar con entereza las situaciones de dolor, por este motivo tenemos
que caminar con María, para que cuando lleguen, que llegarán, los momentos del
Calvario y del Gólgota podamos seguir adelante y no desfallecer,
Se nos quiere vender un mundo sin
dolor, un mundo maquillado que contrasta con la realidad que nos encontramos:
guerras, violencia, mentiras, odio, fanatismo, terrorismo, ideologías
impuestas.
Necesitamos volver a Dios, nuestro
mundo necesita a Dios, nosotros mismos que nos consideramos creyentes, tenemos
que purificar nuestra fe, volver, retornar a Dios.
Nos vamos apartando del Señor, por
todos los ruidos de este mundo y nos hacen incluso perder el rumbo y dudar de
Él. El demonio maquilla todo de bien y nos hace caer en el relativismo moral,
para que perdamos la capacidad de discernimiento de lo que está bien o está mal, de lo bueno y
lo malo, y así de esta manera pervertir nuestra conciencia, al igual que le
ocurrió a Adán y Eva en el ofrecimiento del demonio.
Veneremos a nuestra Madre María y al Santísimo Sacramento.
Javier Abad Chismol