miércoles, 10 de mayo de 2017

Domingo V de Pascua, Ciclo A

CAMINO, VERDAD Y VIDA



Estamos ante los primeros pasos de una Iglesia primitiva, una Iglesia que se deja guiar por la gracia y por la fuerza del Espíritu Santo, y algo que es vital, y es la necesidad de dedicarse de una manera plena a la misión que el Señor nos encomienda, no tanto lo que queremos hacer, sino lo que realmente debemos hacer, y no siempre resulta ser lo que más nos apetece o lo más fácil, porque la vocación a la misión lleva en si una renuncia a la voluntad propia, para llegar a algo mucho más grande.

Hoy debemos reflexionar sobre el significado claro de lo que es la Iglesia, y algo que es muy vital para nosotros, y es entender la Iglesia como una Madre, no tan solo como una institución o una jerarquía, ver a la Iglesia como el conjunto de todas las personas que siguen a Cristo siendo por lo tanto piedras vivas.

La Iglesia se fundamenta sobre la piedra angular que es Cristo, la piedra que desecharon los arquitectos, aquella que desecho el poder de este mundo, los religiosos, los políticos, y todo porque no era lo que ellos esperaban, porque los prejuicios y los intereses concretos anulan la verdad.

Cristo y su Iglesia interpela al hombre y no deja indiferente, y esta avanza a pesar del pecado que habita en los miembros de la Iglesia, porque nosotros no seguimos a una Iglesia de pecadores, seguimos a Cristo, y un Mesías que contó con hombres y mujeres pecadores como nosotros, o porque es entonces cuando se manifiesta la gracia, se manifiesta que la fuerza de la Iglesia emana de la gracia del Espíritu Santo.

Jesús nos dice que no tiemble nuestro corazón, que no temamos, porque Él nos llevara al Padre, y viene a prepararnos una morada que es la vida eterna, se nos manifiesta como camino, verdad y vida, y para llegar al Padre hay que llegar por medio de Él.

Amemos a la Iglesia, y permanezcamos en ella con puro amor, no estamos por los hombres, no estamos por nuestros pecados, estamos por designio amoroso de Dios para que lleguemos así a la plenitud.

Javier Abad Chismol

                

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