LE CONOCIMOS AL PARTIR
EL PAN
¿Cuándo somos capaces de reconocer al Señor? ¿En donde le
buscamos? Estamos en la Pascua del Señor, en el paso glorioso del Señor por
nuestras vidas. En primer lugar sería vital que no perdiéramos la memoria,
porque el ser humano tiene capacidad de olvidar pronto todo aquello que le
obliga al esfuerzo, al sacrifico y al compromiso.
Por este motivo las lecturas en Pascua son una continua
llamada de atención a la memoria, a los hechos acontecidos con Jesús de Nazaret,
de esta manera y por ello, Pedro alzaba la voz para recordar al pueblo, a las
gentes, a los judíos, la verdad evidente del hecho acontecido con el Hijo de
Dios, de cómo lo quisieron destruir, de cómo no lo quisieron escuchar, de cómo lo
convirtieron en un bandido y un malhechor. Esa es la realidad, de que murió,
que el Cordero de Dios muere y se entrega por todos nosotros, y además lo hace
sin que nosotros lo merezcamos, lo hace por puro amor misericordioso.
Los toques de atención avivan nuestra memoria y el
compromiso, y en este tiempo de pascua nos propones que nos pongamos en camino,
que no nos quedemos de puros espectadores, que seamos parte del proyecto
evangelizador del Anuncio, ¿seremos capaces de llenarnos de la gracia para ser
entrega generosa y auténtica?
Los discípulos de Emaus caminaban con el Señor sin saberlo,
porque estaban en lo suyo, como nos pasa muchas veces a nosotros en las
comunidades, estamos tan pendientes de nuestras cosas, de nuestro grupo, de
nuestra pastoral propia, que nos olvidamos del Señor, y hablamos de Él, pero ni
le conocemos ni le reconocemos.
Estos seguidores de Jesús fueron experimentando en el
trayecto un acompañamiento pleno, y descubrieron que les ardía el corazón al
escuchar las Escrituras, y como se les abría el entendimiento, que es algo tan
sencillo como ver la obra de Dios en nosotros y en nuestros hermanos, ese es el
gran regalo de la Fe.
Y lo más importante, y es que reconocieron al Señor al partir
el pan, en la Eucaristía, ¿reconocemos al Señor nosotros en la Santa Misa? En ocasiones
la costumbre y la repetición hace que perdamos en cierto modo la esencia del
Sacramento de la Eucaristía. Se nos propone que hagamos esto en Memoria Suya,
que reavivemos ese amor, esa entrega y ese misterio. Porque cada vez que
participamos en la lectura de la Palabra de Dios y en la Misa el mismo Señor se
nos hace presente y nos da el impulso que necesitamos, nos da la gracia del
Espíritu Santo.
Que arda nuestro corazón, que se nos abra el entendimiento,
que hagamos memoria de la entrega del Señor en su Pasión y resurrección que le
reconozcamos al partir el pan, que le pidamos con fe que queremos permanecer
con el Señor, que necesitamos de Él y que nuestro mundo sigue necesitando la
Buena Noticia que no se marchita ni pasa de moda.
Javier Abad Chismol
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