II DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA A
¿A
QUIEN BUSCÁIS?
Todos
en la vida buscamos algo, y quizás hoy nos tendríamos que hacer
esta pregunta a nivel personal, nos pondríamos cuestionar,¿qué
esperamos de la vida? Ahora en este tiempo de Pascua, después de
pasar la Cuaresma y la Semana Santa, no deberíamos cuestionar ¿ha
pasado algo en nosotros en la Pasión del Señor?
Escuchamos
en el tiempo pascual textos del libro de los Hechos de los Apóstoles,
esos primeros pasos de los primeros seguidores de Jesús, esos pasos
que a veces añoramos, porque da la sensación que como creyentes nos
hemos agriado algo, o parece que estamos desustanciados, como si nos
faltara sal, chispa, ilusión, ¿cómo llevar la alegría de la
resurrección a nuestros hermanos si no estamos realmente encendidos
de alegría?
Los
primeros discípulos lo ponían todo en común, compartían,
caminaban a una, y hoy nos debemos cuestionar, ¿empujamos también
todos nosotros de nuestra comunidad, o esperamos que lo hagan los
demás? ¿Predomina en nosotros el amor fraterno o nos apodera
nuestra comodidad, orgullo y egoísmo?
Hoy
invocamos las características de ser seguidor de Cristo, la alegría,
la misericordia y la esperanza. Porque cuando todo parecía que
estaba perdido, cuando parecía que el demonio y sus secuaces
corruptos habían vencido, Dios levanto a Jesucristo como bandera de
victoria sobre la muerte y el pecado.
Nos
puede pasar como Tomás, que no terminaba de creer que el Maestro y
Señor había resucitado, que nos llenamos de peros y de
contradicciones, que afirmamos que queremos meter la mano en los
agujeros de los clavos, en las manos, en los pies, en el costado de
Cristo, y que si no lo hacemos no lo creemos. En ocasiones podemos
ser “creyentes” incrédulos, porque nos falta fe, nos falta
confianza.
Jesús
dijo a Tomás, ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
crean sin haber visto. Pidamos que se nos aumente la fe, que seamos
testigos del amor misericordioso del Señor que se entrego por todos
a nosotros y nos lleva de la mano a la alegría plena de la
resurrección.
Javier
Abad Chismol
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