LA SALVACIÓN ESTÁ
CERCANA
(Bar 5, 1-9. Flp 1, 4-6. 8-11. Lc 34, 1-6)
Dios viene a cada uno de nosotros, el viene a salvar a su
pueblo, ese pueblo que somos todos nosotros, que es toda la humanidad, ese es
nuestro gozo y esa es nuestra alegría, hoy de nuevo oímos gritar esa voz que
clama en el desierto de nuestra vida.
La humanidad, el hombre, la sociedad es árida cuando carece
de Dios, necesitamos la voz del Profeta, del enviado de Dios, que nos anuncia
la paz, la verdad y la liberación. Pero el hombre se vuelve obstinado, se
agarra con fuerza a los poderes terrenales, no quiere oír la voz de Dios
manifestada a lo largo de la historia. La venida del Señor se materializa en la
carne mortal, en nuestra condición, y por eso se hace cercana a todos nosotros,
es accesible, porque nos habla en nuestra lengua, se manifiesta en lo cotidiano
y en los quehaceres de cada día. Es tiempo de conversión, de encuentro y de
escucha, es tiempo de liberar al pueblo oprimido por la esclavitud del pecado,
de su soberbia y de su autosuficiencia.
Dios devuelve el honor, la dignidad al ser humano, cuando es
capaz de acoger el anuncio de la venida del Salvador, cuando sigue los pasos de
María que le dice un Si con mayúsculas para acoger la verdad, cuando acepta su voluntad y tiene el
coraje de seguir adelante a pesar de las dificultades, de las incomprensiones.
La verdadera conversión viene de las obras, de saberse
abrazar a la verdad, es decir a la caridad auténtica, el amor no es abstracto,
al igual que nuestra fe, ni la Palabra de los profetas, escuchemos atentamente
las palabras de Juan el Bautista, que nos lleva a un corrección de nuestro
pecado, a corregir la desviación de nuestras vidas fruto de la incredulidad.
Dios ha comenzado en nosotros una obra buena y el mismo la llevará a término,
pongamos en sus manos y depositemos en Él toda nuestra confianza porque se
acerca nuestra liberación.
Javier Abad Chismol
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