LA TRANSFIGURACIÓN DEL
SEÑOR
EL SEÑOR SE NOS MANIFIESTA
Esta fiesta recuerda la escena en que Jesús, en la cima del
monte Tabor, se apareció vestido de gloria, hablando con Moisés y Elías ante
sus tres discípulos preferidos, Pedro, Juan y Santiago.
Dios nos salva y nos da una vocación santa, es una llamada
para poder trascender todo lo que hacemos y todo lo que vivimos, y desde luego
no lo ha hecho por nuestros méritos ni por nuestras buenas obras, lo ha hecho
por puro amor y en gratuidad.
Hoy el Señor se transfigura delante de nosotros, que es como
decir que le reconocemos, y lo hacemos además como Señor, muchos le verán pero
no le verán, muchos oirán su nombre pero no le reconocerán, el Señor se
transforma y a su vez nos transforma a nosotros, Él cambia nuestras vidas.
Cuando el Señor se transfiguró ante los discípulos todos
experimentaron lo bien que se estaba en esa presencia mística, como se
alcanzaba un grado que superaba todo lo terreno, por eso decimos que estar con
el Señor en este mundo, reconocerle, es lo más parecido a la vida eterna, la
cual esperamos, añoramos y deseamos.
En esa presencia mística del Señor, se oyó una voz que decía;
“Este es mi hijo amado, en quien me complazco, escuchadlo”.
Esas palabras, ese rostro de luz en el Señor, nos da
confianza aunque nos dé temor, pongamos nuestra vida en manos del Padre y el
transformará nuestras vidas, hará que su rostro brille como el sol, renovemos
nuestra confianza y nuestro amor al Señor y acerquemos al misterio de la
trascendencia.
Qué cuando el Señor pase por nuestra vida, cuando pase a
nuestro lado tengamos la gracia de poder reconocerle en todo lo que nos rodea,
en nuestras circunstancias, en la gente que el Señor pone en nuestro camino, que
en todo podamos ver la mano de Dios, y afirmemos que bien estamos con el Señor
y que con Él solo queremos morar.
Javier Abad Chismol.
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