viernes, 19 de julio de 2013

MARTA Y MARIA

XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

SEÑOR, NO PASES DE LARGO DE TU SIERVO


Abraham es un modelo de hospitalidad y de acogida, ¿cómo recibimos al Señor cuando viene a nuestras vidas? ¿Le ignoramos? ¿Hacemos que no le vemos, o no nos interesa verlo? Abraham corrió pronto a recibir a sus huéspedes, les hizo los honores, es un derecho del forastero el ser acogido, es una predisposición de apertura con el Señor.
Es en definitiva cumplir los mandamientos de Dios, el amor al prójimo, al que está a mi lado y me necesita, es la parábola del buen samaritano, de saber quién nos necesita y saber también además que el mismo Dios pasa por nuestro lado, sale a nuestro encuentro y nos levanta de nuestras caídas y dolencias. A cambio de la acogida el Señor le ofrece a Abraham el don de la vida, ese gran regalo tan preciado y que hoy en tantas ocasiones se desprecia.
Aquel que acoge el misterio de Cristo no tiene que cansarse de anunciarlo, para que así todos lleguen a la madurez que de la fe y del encuentro con el Señor. A Pablo la misión del anuncio le ha sido pedida por el mismo Cristo y esto se hace a través de su Iglesia, que nadie se despiste ni confunda, sin Iglesia no hay Cristo ni viceversa, no queramos construir un nuevo Jesús distinto que se adapte a los poderes ideológicos humanos, Cristo es el que es y no hay otro, por mucho que se empeñen en disfrazarlo.
Jesús es acogido en casa de las dos hermanas, de Marta y de María, Marta estaba muy atareada con las cosas de la casa y de atender a los invitados, en cambio María se quedó a los pies del Señor escuchando, Marta se lo recrimino a su hermana, pero el Señor le contestó que Marta estaba demasiado inquieta con las cosas del mundo en cambio María había escogido la mejor parte que son las cosas de Dios.
Ambas son importantes pero siempre será siempre primero escuchar la voluntad de Dios y Él ya nos marcará el camino y nos dirá hacia donde tenemos que ir.
Acojamos al Señor es nuestras vidas y cumplamos su voluntad y el Señor nos dará la verdadera vida.

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