JESÚS, MAESTRO, TEN PIEDAD DE
NOSOTROS
Escuchar la voz del profeta, del hombre de Dios, es lo que
nos lleva a la verdad. Los mensajes de Dios no siempre son agradables, son
aparentemente difíciles o absurdos, pero es ahí donde se encuentra la
confianza, y es por lo tanto donde se encuentra la fe en los milagros y la
creencia de que el Señor puede curarnos de nuestras dolencias y de nuestros
pecados.
Para quedar purificado de nuestra enfermedad, de nuestra
debilidad, tenemos que volver a sumergirnos en las aguas del bautismo, para que
limpios de nuestra culpa seamos hombres nuevos, y podamos afirmar como Naamán:
“Reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra”
Y esto le ocurrió cuando escucho al Señor, al hombre de
Dios, y quedó curado de la lepra, que también nosotros podamos escuchar la voz
del Señor, “que no endurezcamos nuestro corazón”.
Esa volunta se manifiesta en la Palabra, que no se encuentra
encadenada, y por eso se puede soportar todo con la ayuda de la fe y la
confianza plena en el Señor a pesar de las dificultades y la persecución. Que
podamos ya experimentar que el Señor se hace presente en nuestras vidas y que
camina junto a nosotros; si vivimos con Él, moriremos con Él. Dará así sentido
a la lucha contra las fuerzas del mal que nos llevan al pecado y al alejamiento
de la verdad.
Tenemos que tener la confianza plena de aquellos leprosos
del Evangelio, de los enfermos, de los que se sienten manchados por el pecado y
por las enfermedades de este mundo, que podamos acercarnos y decirle, que se
apiade de nosotros, porque solo Él puede curarnos y salvarnos.
De los diez leprosos solo uno fue agradecer a Dios su
curación, el resto no, por lo tanto el único salvado es el que reconoce al
Señor y queda purificado en cuerpo y espíritu, que hoy escuchemos nosotros esas
mismas palabras consoladoras de Jesús:
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”
Javier Abad Chismol
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