martes, 20 de noviembre de 2018

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO


CRISTO REY
Final del año Litúrgico


Terminamos el año litúrgico, estamos a las puertas del adviento, de la preparación a la venida del Señor. Hacemos resumen de toda nuestra fe, de nuestra creencia, y colocamos a Jesucristo como Rey del Universo, llevamos a plenitud el mandamiento máximo del amor a Dios sobre todas las cosas, hoy proclamamos nuestro teocentrismo, nuestra afirmación de que Cristo es el centro de todo.

Hoy debemos salir de nuestro relativismo, de nuestro antropocentrismo, del gran engaño de la humanidad que quiere eliminar a Cristo para colocar al hombre, y si no lo elimina lo pone en un lugar marginal, ya no hay responsabilidad con la fe, ya no importa el primer mandamiento, ni el tomar el nombre de Dios en vano, ni tan siquiera desplazarlo, hoy no se santifican las fiestas, hoy Jesús se convierte en un títere que se saca en la función cuando mi escenario me lo requiere.

Debemos reconocer a Jesús como rey, un rey con gobierno y con potestad y no un puro adorno temporal y circunstancial, hoy escuchamos como David es elegido como pastor de Israel, es la imagen del buen pastor que guía a las ovejas y que estas reconocen su voz y le siguen. Vayamos alegres a la casa del Señor, a su encuentro, como la entrada triunfante en Jerusalén, Dios es rey y debe ser proclamado y reconocido como tal.

Hoy tenemos la llamada a incorporarnos a su reino en la tierra, a formar parte de su reinado que es la Iglesia, nosotros somos el cuerpo y él es la cabeza que rige y gobierna hasta el final de los tiempos.

Hoy Cristo nos llama desde la cruz que es su trono, desde un Reino que no es de este mundo, hoy se manifiesta la victoria y el triunfo del único que es el verdadero Rey del Universo.

Javier Abad Chismol
Párroco


martes, 13 de noviembre de 2018

XXXIII Semana del Tiempo Ordinario B-2018


EL SEÑOR SALVARÁ A SU PUEBLO


Muchas veces nos preguntamos hasta cuando, si el sufrimiento tiene un límite, o si la vida es una dura prueba que nos ha puesto Dios, y si es así porque lo hace. El hombre en sí es una eterna duda, es un interrogante al cual no sabemos muy bien como darle respuesta, ¿resignación o salvación? ¿Vida eterna o finitud terrena? Como dicen los libros de la sabiduría todo es vanidad, todo es paciencia, todo es resignación, todo es en definitiva ingeniárselas para sobrevivir en la espiral del absurdo del existir humano, un absurdo que lleva a su máxima fuerza en la ausencia de Dios y en la maldad del hombre.

Hoy se nos invita a reflexionar sobre el final del ser humano, sobre el consuelo, el juicio y la condenación. Pero nos dice el libro de Daniel que triunfará el bien, los sabios, los justos, que las maldades sucumbirán en su propio pecado, el Señor premia la búsqueda de la santidad y también a aquellos hombres que han arriesgado todo para que se conozca la verdad, para vivir con el Señor y llevar una vida ejemplar como nos manda el Señor.

Cristo muere por nosotros, se entrega de una vez para siempre y por lo tanto nos da la posibilidad de salvación plena, algo que nosotros nunca podemos hacer solos, pero sí con la ayuda de la gracia y con sus protección, Él pondrá a sus enemigos como estrado de sus pies, aquellos que le calumniaron, le mataron, aquellos que quisieron expulsar del mundo al autor de la vida, aquellos recibirán la condenación eterna, no por la crueldad de Dios sino por el peso de sus pecados y su falta de arrepentimiento parra reconocer la verdad y la luz porque han preferido las tinieblas y la oscuridad.

El Señor llamará a sus elegidos, a esos que van con vestiduras blancas, aquellos que han sido redimidos por la sangre del cordero.

Estar preparados para la venida del Hijo del Hombres. Son muchos los signos que nos revelan su inminente llegada, y el tiempo apremia, para no caer en manos del pecado, del ateísmo o el agnosticismo, lo peor que le puede pasar al hombre es caer en el error de vivir en ausencia de Dios, de rechazar la verdad y por lo tanto convertir su vida en un puro fracaso, porque lo terrenal pasa y sucumbe y no es nuestra razón de existir, nosotros trascendemos lo mundano para llegar a la gloria feliz y eterna.

Javier Abad Chismol
Párroco

martes, 6 de noviembre de 2018

SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (B-2018)



ELIAS Y LA VIUDA

NO TEMAS, CONFÍA EN EL SEÑOR


Muchas veces no confiamos en el Señor, creemos que no vamos a poder ser capaces de seguir adelante, especialmente en estos momentos de crisis y de dificultad, nos lamentamos porque no tenemos bastante, porque no sabemos cómo vamos a seguir.

Es curioso, hoy el Señor nos invita a reflexionar sobre el valor de los bienes, del dinero, de los alimentos, y nos pone el dedo en la llaga, pone a prueba nuestra generosidad, justo en este momento, en plena crisis económica.

Hoy muchos de nosotros somos esa viuda que nos relata el libro de los Reyes, somos esa viuda a la que se dirige el profeta Elías, este le pidió, y la viuda afirmó que no tenía ni siquiera pan para ella y su hijo, pero aun así el profeta insiste, la mujer rompe toda la lógica, toda la proporción, y hace lo que se le manda, y que curioso hay suficiente para los tres, eso es confianza, eso es ponerse en manos de Dios, es la multiplicación delos panes y los peces, es dejar a Dios y no confiar tanto en nosotros mismos.

Ese es el sacrifico de Cristo que muere una sola vez por todos nosotros, para mostrarnos el camino de la generosidad, de la entrega, dejarse en manos de la divina providencia, al ejemplo de Jesús que rompe toda lógica, que todo un Dios Poderoso muere sin necesidad de hacerlo, que no hace alardes de poder sino de generosidad, caridad y gratuidad, Él llegará donde nuestra mente, nuestra razón y nuestra esta lógica no es capaz de llegar, es dejarse en manos de Dios e ir contra el mundo.

Por lo tanto no es lo que damos, no es nuestra generosidad aparente, es nuestra intención de perder para ganar, de ser desprendidos, de que no nos excusemos para no dar para no ser generosos porque no tenemos, todos podemos dar, y además a muchas maneras de demostrar la generosidad y la disposición a cumplir la voluntad de Dios.


Javier Abad Chismol