VE Y PROFETIZA A MI
PUEBLO
La Palabra de Dios nos interpela a cada uno de nosotros, a
ponernos en camino, a llevar a cabo “La misión” que el Señor encomienda a su
Pueblo, a todos nosotros y a toda la humanidad.
Una misión que no nace de nosotros mismos, uno no es profeta
porque quiera o porque le gusta, de la misma manera que nadie debe ser una
persona consagrada si no es por una invitación clara del Padre. Por eso debemos
purificar nuestra intención en la misión, debemos poner por delante la voluntad
de Dios por la nuestra propia, y hacer en consecuencia lo que tenemos que
hacer, aunque en ocasiones nos suponga violentarnos con nosotros mismos, con
los demás, con los más cercanos e incluso con la propia familia.
Amós lo repite una y otra vez cuando le dicen que se vaya a
otro lugar a adivinar y profetizar, que respetan lo que hace pero que les deje
tranquilos, pero Amós reafirma la misión y sigue diciendo lo que tiene que
hacer, guste o no guste. De alguna manera se debe predicar a tiempo y a
destiempo, seguramente cuando más incomoda el mensaje es cuando más se tiene
que hacer, la misión del profeta es anunciar y denunciar.
Nosotros hemos sido elegidos por Cristo antes de que todo
existiera, estamos llamados a ser santos e irreprochables por el amor de Dios,
¿vamos a renunciar a esa dicha? ¿Vamos a dejarnos arrastrar por el mundo
renunciando a nuestra vocación y nuestra llamada a la santidad? La llamada a la
santidad no se trata de ponerse de lado ante los conflictos, se trata de
arremangarse e implicarse con los problemas de los demás, no es bondad mirar
para otro lado no implicándose en nada, la ausencia de conflictos no es ser más
bueno. En ocasiones nos puede parecer más bueno aquel que dice a todo que si
para evitar los conflictos, complaciendo para ser aceptado y amado, a veces he
escuchado que alguien era bueno porque complacía a todos.
Pues, pongámonos en camino, llevemos a todos los hombres el
mensaje de la salvación, no tengamos miedo al rechazo, al insulto, a la
calumnia o a la persecución, ¿hay algo más grandioso que perder la vida por los
demás y por el Señor? El que pierde la vida la gana, y el que busca encuentra.
Sigamos adelante, confiemos en la divina providencia, y donde
no os reciban sacudir el polvo de los pies, que la paz rechazada volverá con
más fuerza sobre vosotros. La misión no es ceder ante la presión del mundo,
aunque se pierda la dignidad, el prestigio e incluso la vida.
Javier Abad Chismol
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