miércoles, 11 de julio de 2018

XV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, B



VE Y PROFETIZA A MI PUEBLO



La Palabra de Dios nos interpela a cada uno de nosotros, a ponernos en camino, a llevar a cabo “La misión” que el Señor encomienda a su Pueblo, a todos nosotros y a toda la humanidad.

Una misión que no nace de nosotros mismos, uno no es profeta porque quiera o porque le gusta, de la misma manera que nadie debe ser una persona consagrada si no es por una invitación clara del Padre. Por eso debemos purificar nuestra intención en la misión, debemos poner por delante la voluntad de Dios por la nuestra propia, y hacer en consecuencia lo que tenemos que hacer, aunque en ocasiones nos suponga violentarnos con nosotros mismos, con los demás, con los más cercanos e incluso con la propia familia.

Amós lo repite una y otra vez cuando le dicen que se vaya a otro lugar a adivinar y profetizar, que respetan lo que hace pero que les deje tranquilos, pero Amós reafirma la misión y sigue diciendo lo que tiene que hacer, guste o no guste. De alguna manera se debe predicar a tiempo y a destiempo, seguramente cuando más incomoda el mensaje es cuando más se tiene que hacer, la misión del profeta es anunciar y denunciar.

Nosotros hemos sido elegidos por Cristo antes de que todo existiera, estamos llamados a ser santos e irreprochables por el amor de Dios, ¿vamos a renunciar a esa dicha? ¿Vamos a dejarnos arrastrar por el mundo renunciando a nuestra vocación y nuestra llamada a la santidad? La llamada a la santidad no se trata de ponerse de lado ante los conflictos, se trata de arremangarse e implicarse con los problemas de los demás, no es bondad mirar para otro lado no implicándose en nada, la ausencia de conflictos no es ser más bueno. En ocasiones nos puede parecer más bueno aquel que dice a todo que si para evitar los conflictos, complaciendo para ser aceptado y amado, a veces he escuchado que alguien era bueno porque complacía a todos.

Pues, pongámonos en camino, llevemos a todos los hombres el mensaje de la salvación, no tengamos miedo al rechazo, al insulto, a la calumnia o a la persecución, ¿hay algo más grandioso que perder la vida por los demás y por el Señor? El que pierde la vida la gana, y el que busca encuentra.

Sigamos adelante, confiemos en la divina providencia, y donde no os reciban sacudir el polvo de los pies, que la paz rechazada volverá con más fuerza sobre vosotros. La misión no es ceder ante la presión del mundo, aunque se pierda la dignidad, el prestigio e incluso la vida.

Javier Abad Chismol

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