¡DAME DE BEBER!
En este peregrinar por la cuaresma nos invaden las dudas del
amor de Dios por el hombre, sí realmente el Señor está con nosotros o nos ha
dejado de la mano, si Dios se aleja por nuestra infidelidad, o que simplemente
no somos capaces de verlo.
Ya no hay necesidad de hablar de Dios, hay un gran vacío en
la espiritualidad, ¿Dónde está Dios? ¿Solo en mis hermanos? Entonces, ¿Para que
los Templos? ¿Para qué la liturgia? ¿Es la Iglesia tan solo una ONG humanitaria
o es algo más?
Yo querría que el Señor nos diera de beber de un agua pura
que pueda calmar la sed del hombre, que pudiera dar explicaciones al absurdo de
la vida, que pudiera poner todas las piezas en su sitio, que todo pudiera tener
sentido. Pero estamos en el peregrinar del desierto de la vida, y nos seguimos
preguntando si la opción por Dios tal como la entendemos hoy, es válida. En el
pasaje del Éxodo el Pueblo de Dios duda de serlo, y en donde Dios mismo
cuestiona al Pueblo. El desierto es la vida y es la incertidumbre, es buscar a
Dios y no encontrarlo, es buscar la paz en el Señor y no hallarla.
Es el Señor el que sale a nuestro encuentro y nos justifica
por el don y el regalo de la gracia y de la fe, solo Él puede darnos la fuerza
y el coraje para atravesar el desierto, para sentirnos arropados ante la
apariencia de abandono.
Jesús se acerca al pozo de Jacob y le pide a la samaritana
que le dé de beber, esta se sorprende porque los judíos y los samaritanos no se
tratan. Se establece un dialogo para poder alcanzar la verdadera vida, la vida
eterna, el agua del espíritu que lleva a la verdad y a la vida, la verdadera
vida, la que permanece para no tener ya nunca más sed.
Hoy le pedimos al Señor que nos dé su agua, que nos calme la
sed en el desierto, que podamos caminar hacia la Tierra Prometida.
Pidamos que nos aumente la fe, que le podamos ver en cada momento
y en cada circunstancia, que aprendamos
a interpretar la voluntad de Dios para que nuestra vida tenga sentido y no
andemos extraviados, que sentimos que el Señor es nuestro Pastor, y que nos da
el coraje necesario para tomar decisiones con valentía.
Javier Abad Chismol
Primera lectura
Éxodo 17:3-7
3 Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió murmurando
contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacerme morir de sed, a mí,
a mis hijos y a mis ganados?»
4 Clamó Moisés a Yahveh y dijo: «¿ Qué puedo hacer con este
pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
5 Respondió Yahveh a Moisés: «Pasa delante del pueblo,
llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el
cayado con que golpeaste el Río y vete,
6 que allí estaré yo ante ti, sobre la piña, en Horeb;
golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.» Moisés lo
hizo así a la vista de los ancianos de Israel.
7 Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de la
querella de los israelitas, y por haber tentado a Yahveh, diciendo: «¿Está
Yahveh entre nosotros o no?»
Salmo responsorial
Salmo 95:1-2, 6-9
1 Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de
nuestra salvación;
2 con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con
salmos.
6 Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh
que nos ha hecho!
7 Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su
pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!:
8 «No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el
día de Massá en el desierto,
9 donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron
aunque habían visto mi obra.
Segunda lectura
Romanos 5:1-2, 5-8
1 Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación,
estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo,
2 por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el
acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza
de la gloria de Dios.
5 y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
6 En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el
tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; -
7 en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un
hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir -;
8 mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Evangelio
Juan 4:5-42
5 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca
de la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había
fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora
sexta.
7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice:
«Dame de beber.»
8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar
comida. Le dice a la mujer samaritana:
9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy
una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y
quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él,
y él te habría dado agua viva.»
11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el
pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?
12 ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio
el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua,
volverá a tener sed;
14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed
jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que
brota para vida eterna.»
15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no
tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
16 El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
17 Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice:
«Bien has dicho que no tienes marido,
18 porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no
es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»
19 Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís
que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.»
21 Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que,
ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo
que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los
adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así
quiere el Padre que sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en
espíritu y verdad.»
25 Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el
llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo.»
26 Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.»
27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que
hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con
ella?»
28 La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a
la gente:
29 «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he
hecho. ¿No será el Cristo?»
30 Salieron de la ciudad e iban donde él.
31 Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí,
come.»
32 Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que
vosotros no sabéis.»
33 Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído
alguien de comer?»
34 Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que
me ha enviado y llevar a cabo su obra.
35 ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega?
Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya
para la siega. Ya
36 el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida
eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador.
37 Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es
el sembrador y otro el segador:
38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis
fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por
las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
40 Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que
se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras,
42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que
nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del
mundo.»
22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo
que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los
adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así
quiere el Padre que sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en
espíritu y verdad.»
25 Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el
llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo.»
26 Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.»
39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por
las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
40 Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que
se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras,
42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que
nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del
mundo.»
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